“La historia de los villanos es mucho más entretenida que la de los héroes, porque los monstruos no nacen son creados”. Dupont.
Sabemos bien que un escritor tiene el poder de convertirse en un gran personaje dentro de su obra, en un escenario real o ficticio. Llegando a ser desde un príncipe encantador, una bella doncella en apuros, un niño perdido, un animal parlante, y ¿cómo no? en cada obra, claro, debe existir un memorable villano. Y he aquí, ese es mí papel, les dejo a su criterio mí más audible imperio, si al concluir mí obra y cerrar el telón, entienden el porque desde un comienzo se abrió…
_ Aún faltan tres horas, ¡mierda!_ masculle entre dientes sin dejar de ver mí púa favorita.
_ ¿Asuntos pendientes?_
_ A decir verdad, estoy por perder otra valiosa tarde de mí existencia, sabrá usted mejor que nadie que el tiempo es oro, podría estar ya lejos de aquí disfrutando tan bello día con la persona más maravillosa del mundo._
_ Algún pretendiente de seguro _
_ Me refería a mí misma, cómo dijo Schopenhauer “el hombre inteligente busca la vida tranquila, modesta, defendida de infortunios y si es un espíritu muy superior, escogerá la soledad” _ concluí con una sonrisa.
_ Vaya ¡cuánta humildad joven!, pero ¿por qué da por ciertas viejas falencias de un ermitaño? Sabe que… ¡no interesa!. Acabé, de una vez por todas, de responder el cuestionario que le he dictado. _ dijo mi profesor de historia con cierto fastidio.
_ ¡Ya acabé!_
_ ¿De qué habla si apenas han pasado dos minutos?_ dijo sorprendido _ Déjame ver tus respuestas._ después de leer las líneas de tinta azul, concluye _ ¡Aquí!, aquí te has equivocado. Un movimiento revolucionario es un ápice en los nuevos comienzos y reinvención de la sociedad, ¿Por qué se te dio por responder qué es violencia?_ dijo enarcando una ceja.
_ Seamos sinceros profesor, ¿dónde ha visto usted que haya existido, a largo de la historia, una revolución sin guerra y muerte? _
_Amm, de haber, a de existir alguna… _
_ O vamos!, seamos francos, ¿cuál?; la revolución francesa, la bolchevique, la industrial. Si no eran los campesinos, era el proletariado o una dictadura. Para que haya cambios a de haber violencia, la gente es necia, y no entiende hasta que ve el sufrimiento o sufre!_ concluí, a lo que todos quedaron estupefactos.
_ Es un punto de vista interesante… he de admitir. Sin embargo, no tan alentador, teniendo en claro que quien cree eso es parte del futuro del país. _ dijo tacitundo.
_ Pues, lo tomaré como un halago. Ahora sí no he de aprender nada nuevo en esta clase, puedo retirarme a esperar a otra parte a que inicie la siguiente. _ Por su expresión supuse que me estaría por dar un buen sermón sobre modales, pero bien sabíamos que no prestaría ni pizca de atención a ello. Así que acabó por aceptar mí propuesta.
Salí del salón y me dirigí a la cafetería para almorzar, ya eran casi las dos de la tarde y aún no había comido nada en todo el día, puesto que me había despertado tarde, por no oír la alarma. Por lo que supongo, y entenderán, mí estado de ánimo.
De no ser porque solo me queda por cursar una clase ya me habría marchado a algún restaurante a comer algo decente. Pero debido a qué faltaban diez minutos para que sonara el timbre, debía conformarme con un sándwich. Gracias al cielo no olvidé traer mí billetera como tantas veces me ha ocurrido. Sin dudas esos son mis peores días.
Me senté en una de las mesas que estaban libres junto al ventanal, es uno de mis lugares favoritos. Desde allí se puede divisar todo el valle, aunque lleno de edificaciones, me sigue pareciendo un lugar pintoresco, puesto que nunca falta vegetación, en su mayoría los árboles tienen flores que inundan de colores el entorno, sobre todo en primavera.
Curso el último año del instituto, y aunque cueste admitirlo voy a extrañar este colegio.
No tengo muchos amigos. Bueno… de ser sincera ninguno. según he oído tengo mal carácter o algo por el estilo. Supongo que socializar no es mi fuerte.
Vivo con mi madre en una casa modernista, y con eso aclaro que no es que tenga calores pintorescos.
A veces… a veces creo que ella me evita. Nunca hablamos más de dos palabras y no se si tal vez sea mi culpa. Hace once años perdí la memoria debido a un accidente. Según dice mi madre yo iba de copiloto en el carro de mi padre cuando ocurrió, y él no se salvó.
Pero hay algo que no deja de rondar mi cabeza día y noche. Oigo las voces de los médicos y las enfermeras, que no lograban comprender cómo es que acabé en la acera cuando el auto fue completamente destrozado en la parte frontal, sin duda habría sido algo milagroso. Cuando desperté ese día una enfermera me preguntaba a qué se debía esa frase que no paraba de repetir cuando me ingresaron en el hospital. Según recuerdo mis palabras exactas fueron “Lo prometí, se lo prometí a mi padre. Me hizo prometer que no lloraría, porque los valientes no lloran”.
Mientras acababa de almorzar, mi sandwich tan poco nutritivo y menos recomendado por especialistas para una persona de mi edad, un grupo de estudiantes caminaba en dirección al mostrador , me sacó de mis pensamientos debido a que a uno de ellos se le cayó un libro por el camino. Así que como buena persona, “que en expectativa debo de ser", me dispuse a devolverlo.
Recogí aquel diario con tapas de cuerina, del suelo y me acerqué a los muchachos que estaban reunidos junto a la cajera.
Eran cuatro chicos, algo más altos que yo, llevaban el uniforme levemente desaliñado y la mochilas al hombro.
Les observé incrédula, y finalmente decidí abrirlo, tal vez tenga un nombre. Efectivamente, había un nombre que se repetía en casi todas las páginas, bueno más bien una firma, se hallaba al pie de cada dibujo o fotografía.
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Editado: 02.02.2025