Al otro lado de la ciudad un muchacho, joven de 24 años, va conduciendo, sin mucha prudencia de ser sinceros, disputando en aquella carretera entre la vida y la muerte. A toda velocidad sus pensamientos fluyen mientras es preso de la adrenalina.
¿Qué hago aquí? ~ se pregunta a sí mismo.~ ¿Cómo llegué aquí?. Si no fuera por el idiota de mi tio… Si me hubiera prestado su ayuda desde un principio. ¡oh vamos! es su hermano. Se que está implicado en la desaparición de mi familia. Desde lo ocurrido él fue el único que se ha beneficiado de todo esto.
En aquel entonces, solo tenía trece, ¿que iba a saber yo de crimen organizado? Jamás creí que debía protegerme de mi propia sangre. Por algo siempre me recordaban que era muy débil para ser quien era.
Mi padre, Don L’Onorevole Salvatore Fiorentino Di’Rossa, era un conocido jefe de la mafia italiana, he allí su prestigio. Mi tío un ex consigliere de la familia. Que desde su ascenso no ha hecho otra cosa que enviarme a misiones riesgosas como su guardaespaldas, a veces creo que solo se quiere deshacer de mí. ¡Eso ya sería el colmo!.
Llevo ya once años en esto. No me puedo echar atrás ahora, supongo que todos somos así, todos vamos tras la fría y cruda verdad. Quienes se arriesgan por ella, se pierden de vivir una vida sobre cimientos de mentiras.
¿Qué habría sido de no haber dedicado tanto tiempo a encontrarlos?. ¿De qué vale preguntarse? Pero después de todo, las posibilidades de cumplir mis sueños me permiten divagar y distraerse de la cruel realidad.
Solo faltaban dos cuadras y los autos lúgubres de los socios, de uno de los mayores gánsters de la ciudad se hacían presentes.
Entró a un viejo edificio, aparentemente abandonado. Era un lugar seguro, después de la epidemia nadie quería entrar a ese viejo caserón, excepto quien sabía que era un lugar perfecto para cubrir terreno como francotirador. Esta noche, cualquier socio, incluyendo a la familia, corría peligro, aún más después de la disputa que se había generado cuando mi padre desapareció del mapa. Todos se culpaban entre ellos, y la conclusión quedó en la nada. Gracias al cielo, un viejo amigo de mi padre, el actual socio y mano derecha del intendente, conseguía pistas, en lugares de los que yo no tenía fácil acceso.
Según su nota, me vería a las tres, bajo la constelación de Orión. Ese viejo lobo de mar me enseñó a viajar con las estrellas, después de todo, para mi trabajo era más fácil no ser localizado.
Mientras miraba mi reloj. Último regalo que recibí de mis padres, según mi tío. Luchaba arduamente por no quedarme dormido, llevaba casi una semana sin pegar un ojo, y estaba realmente exhausto.
La dichosa reunión se llevaba a cabo. Los gangsters con sus trajes impecables, discutían arduamente en una larga mesa, embriagándose con vino, que obviamente traían ellos mismos, por miedo a ser envenenados a traición.
Era divertido verlos desde allí arriba. Parecían ratones jugando una partida que ni ellos mismos comprenden.
Entre los cancilleres de los Tartaglia, un niño de corta edad, deambulaba, y se acercaba demasiado a mi tío, parecía llevar una especie de granada. Traté de comunicarme por el auricular con mi segundo guarda, que se hallaba en la reunión, pero este tenía el dispositivo apagado. Parecía una broma de mal gusto, no mataría a un niño por salvar a mi tío, aunque de ser sinceros, si la activa él también moriría.
De repente una línea del intercomunicador detecta una voz, aunque tenue, suena firme e imperativa. Era mi tío. ~~ “! ¡Qué esperas imbécil, mata al torpe niño!.”~~
_ Pero… es apenas un crío, ¿estás loco? ¿no hay otra forma?. ¿Por qué no envías a Maximiliano a desarmarlo?, no es necesario asesinarle.
Me pide que acabe con un niño. Me piden que mate la única parte de mí que aún tiene algo de humano. ¿Es esto lo que significa ser un Di’Rossa? ¿Dejar que la lealtad destruya lo poco que queda de mi alma?
Mi padre jamás habría permitido que algo así sucediera. Recuerdo cuando yo era quien corría alrededor de esa mesa, cuando apenas era un niño, y los consiglieri me llevaban a las dichosas reuniones, como futuro jefe de la familia debía estar al tanto del protocolo. Que irónico que hoy sea quien apunta a quien una vez fui, siendo lo que siempre temí. Un asesino.
Ese niño podría haber sido yo. Si no lo hago, soy un traidor. Si lo hago, dejo de ser yo.
En ese instante el niño activó la granada, no había marcha atrás. Mis manos temblaban, mis pensamientos se nublaron. Otra vez el maldito intercomunicador ~~ “ ¡Matale! “ ~~.
No pude pensar, mi dedo presiono el gatillo. mis ojos, no podían creer lo que estaba viendo. el pequeño se desplomó en el suelo, y la granada… la maldita bomba… no explotó. Era solo un juguete. ¡Ese miserable!… ¡Me ordenó matar a un inocente a sangre fría!.
El pequeño era el hijo menor de los Tartaglia. Al ver el cadáver todos salieron dispersados como insectos. Excepto el padre del niño, que se arrodillo a tomar la pequeña mano del inocente, parecía rezar. Luego, como si fuera posible que me viese a semejante distancia, dirigió sus ojos hacia mí, y me hizo una señal de venganza.
Solté el arma, y caí rendido, presa del shock.
¿Cómo pude cometer semejante crimen? …
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En la oscuridad de la madrugada, se acerca un coche negro. Adam trata de divisar quien había aparcado y hallado su escondite, pero es tanta la neblina, que siquiera se logra divisar bien la acera. La tensión, forma un nudo en su garganta, presa del pánico se aferra a su arma y se esconde entre los tejados.
El carro finalmente se detiene, se oye el sonido emitido por el freno de mano. Luego se abre la puerta. El joven alza la cabeza sobre los escombros, pero aún así no logra ver nada. Recarga el cartucho del arma y se prepara para disparar. Los pasos se oyen firmes y cada vez más cerca. Segundo a segundo pareciera que estuviese a sus espaldas. No lo soportó. Se puso de pie y descargó el arma al sitio donde oyó los pasos. Los sonidos, y todo indicio de vida, cesó.
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Editado: 02.02.2025