Los vigilantes de Marte

Compañeros de celda

Desperté con un tremendo dolor de espalda, abri los ojos lentamente e intentando acostumbrarme a la oscuridad de la celda. Poco a poco me fui acordando de los sucesos del día anterior y de la intimidante y aterradora mirada del soberano. Me puse en pie y pude notar que estaba mucho mejor, ya no tenía ese malestar, seguro que gracias a la comida de ayer y la sangría que me dieron. Investigue con la mirada un poco en la celda y no había nada más que una manta fría en la que dormí y el plato vacío en el que me dieron de comer. Me asomé por los barrotes de una mini ventana que tenía en el lado derecho y pude ver que había más gente a mi alrededor. Específicamente un ser que parecía se un niño de unos 14 años. Estaba dormido así que no hice ruido para molestarlo, estas celdas son pequeñas pero tienen un eco que madre mía. Decidí ponerme a pensar en cómo salir de ahí así que me senté apoyado en la pared y comencé con mis posibilidades de salir. Nada. No veía ninguna. No había posibilidades así que la única cosa que quedaba era pensar en que le diré al soberano cuando me interrogue.

-oh! Soberanisimo yo ser Luka y venir de Tierra. No muy malo.

-oh! Soberano del planeta Marte, vengo en son de paz y sólo quiero reparar mi nave y volver.

Mejor no pedir ayuda para arreglar mi nave o acabaré frito antes de que me de tiempo de decir supercalifragilisticoespialidoso.

 

 

Empecé a escuchar unos pasos de unas botas bastante pesadas, seguido el de unas llaves y poco a poco se iban escuchando más alto. En frente de mi celda pude ver a uno de esos seres abriendome la puerta.

-El zoberano te espera, no tardes. Zigueme y guarda zilencio. No hablez zi no te lo ordenan.

Asenti y seguí a ese hombre en silencio. Según íbamos subiendo iba abriendo más luz. Tuve que parpadear bastante porque mis ojos ardían. Llegamos a la sala en la que el dia  anterior me dijeron que me llevarían a las celdas. Pensé que me interrogaron ahia pero no fue así, nos paramos en frente de otra puerta inmensa. 

-quédate ahí quieto, cuando ezcuchez la voz del zoberano indicando que pazez ezperaz a que te habrán la puerta y luego entraz. Zuerte muchacho la nezezitaraz. Jajajajaja

Ese hombre me daba mala espina, parecía tener alto rango y que mejor nadie se meta con el porque acabaría muerto. Aquí parece ser que la gente es muy mala y salvaje. Escuché como el soberano me pedía que entrará e inmediatamente las puertas fueron abiertas. Pase por un pasillo estrecho y llegue a lo que parecía una sala circular con gradas todo alrededor. En el centro había una silla rodeada barrotes y estaba direccionada a la capilla central donde estaba el intimidante soberano. Me indicó que me sentara y empezó con las preguntas. La gente que me rodeaba estaba toda vestida con batas negras iguales. El soberano me lanzaba preguntas y yo de los nervios titubeaba bastante, no me deje a terminar mi explicación cuando estaba preguntándome otra. Al final la gente empezó a aplaudir y el soberano me dijo.

-Foraztero, de aquí no zaldráz. Erez acuzado de venir para robar nueztraz máz preciozaz joyaz y venir a zecueztrar a nueztroz niñoz. Erez un zer curiozo azí que zeráz mi ziervo y cuando me aburra te haré llamar para que vengaz a entretenerme.

No me lo podía creer. Iba a salir vivo. Esto era un milagro ahora si me podía poner a pensar en un plan para poder escapar. El señor vigilante me dio un empujón que me saco de mi sueño y me volvió a llevar en dirección a la celda. Todo lo bueno se acaba pensé, subir para luego bajar otra vez a esa pocilga subterránea. Poco a poco se iba oscureciendo el camino e iba haciendo más frío. Empecé a escuchar un llanto y a un hombre mayor dando órdenes y golpes. Se oían los gritos cada vez más fuertes, el hombre dobló la esquina del pasillo y pudimos ver a otro vigilante golpear al chaval que estaba al lado de mi celda. Me hicieron entrar en mi pocilga y me tape los oídos, ya se que no hacía mucho pero ver el sufrimiento y dolor del niño hacía que me doliera a mi también. Si no se paraba ya de golpearle no podría aguantar más callado y mi vida también correría peligro, pero milagrosamente empujaron al niño en su celda y se fueron en dirección a la salida pero no sin antes reírse y escupir al niño en la cara. Mi sangre hervía y decidí calmar al niño. El pequeño estaba traumado y apenas hablaba conmigo por el miedo que tenía. Por seguridad no me quiso dar su nombre pero después de un rato explicandome su situación le prometí que le sacaría de aquí y le ayudaría a borrar cada una de sus heridas aún si mi vida dependiera de ello. He de admitir que me encariñe con este pequeñajo colorado. Y lo peor es que no se porque pero algo me hace saber que es lo mejor para ambos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.