Los vigilantes de Marte

Mi ejército infantil

Pov Oriol

 

Ya por fin es de noche y podemos irnos a dormir. Los guardias nos llevaron a las duchas y luego nos dejaron de nuevo en nuestro cuarto. Los pobres niños están agotados y muchos de ellos heridos por los golpes que les propiciaron. Yo personalmente me encuentro débil, y eso que soy de los más mayores entre estos chicos. Me quite la blusa y empecé a lavarme las heridas con un trapo empapado en sangría. La cara se me encojia en diferentes muecas que expresaban el dolor que sentía. Ahora lo único que me importaba era que no se me infectaran porque podría morir sin medicamentos a mano, y no creo que aquí me atendieran bien. Más bien me dejarían morir. Tenía una herida bastante grande en el lado izquierdo de la cara y una en el brazo derecho, que iba desde la muñeca hasta el codo. A lo largo de la espalda tenía un montón de moratones  y heridas debido a los golpes del palo con el que me pegaban.

 

No me di cuenta de que Axel se había acercado a mi y me estaba tendiendo un cacho de su camiseta.

 

-toma, ya no me hace falta. Tengo otra camizeta. -

-Muchas gracias Axel, ¿te encuentras mejor?-  me atreví a preguntar. Mientras trabajaba lo vi muy débil y cansado.

-zi, graciaz por ponerte delante de mi y que no me golpearan. Y ziento mucho que te hallan hecho todaz ezaz heridaz. Zi quirez te ayudo a curarlaz.- se ofreció el pequeñin.

-no te preocupes, ya casi he acabado. Tu deberías dormir, mañana tendremos un día muy largo y voy a necesitar tu ayuda y la de los demás.-

-¿noz vaz a zacar de aquí?- pregunto esperanzado el niño.

No creo que eso sea capaz por el momento. Pero mañana haremos esto...-

 

Empecé a contarle de que trataba mi plan. Estaba consciente de que, no saldríamos ilesos de esta pero empezaba el momento de hacerle alguna jugarreta a estos tipos.

 

Ya había amanecido y los guardias vinieron a recogernos para llevarnos a otro día de trabajo intensivo. La primera sorpresa que se llevaron fue que no había nadie preparado para ser llevado a desayunar. Visto lo visto entró uno de los guardias con muy mal carácter y se puso a destaparnos para que nos levantasemos. Los chavales ni se movieron y yo igual. Uno a uno nos fueron despojando de nuestras mantas y el panorama era asqueroso. Estábamos cubiertos de ampollas enormes en la cara, manos y pies. Las ampollas tenían un color enfermizo y de ellas caía un líquido espeso. La peste en el cuarto izo que los guardias tuvieran que salir despavoridos y asqueados. Sólo quedó un guardia en el cuarto, Alexis se levantó de la cama y empezó a estornudar y toser. No tenía muy buena cara y se puso a hablar sin localizar y diciendo que tenía demasiada temperatura. Se acercó poco a poco a un el guardia mientras este retrocedía asustado. Finalmente hecho a correr atemorizado.

 

 

Me levanté de la cama y los niños me miraron. Yo les indique que se pusieran a toser y estornudar un pelín exagerado mientras yo me levantaba y escuchaba a los guardias hablar.

 

-hay que llamar al general.- decía el regordete.

-yo creo que zeria maz zenzato llamar al doctor-

Puez mira,haremoz ezto, zomoz trez. Yo me quedo vigilando, ti te vaz a avizar al general y tú te vaz a buzcar al doctor.- habló un tercero.

-ezta bien, puez en marcha, no valla a zer que noz enfermemoz nozotroz tambien.-

 

 

Me volví a mi sitio y planteé con los chicos lo que sería nuestro siguiente golpe. En lo que tardaban los otros dos guardias nosotros nos preparamos para la visita del general. Yo sólo esperaba que vinieran pronto con un doctor.

 

-por aqui doctor-

-¿podría por favor  decirme a que enfermedad parece que me enfrento ? -pregunto el doctor.

-zolo hemoz visto que tienen un montón de ampollaz azquerozaz en la piel y es tan mi y palidoz-

-ezta bien, déjenme que loz revize. Mientraz esperen fuera del edificio.-

 

El doctor entró bastante bien equipado. Sólo se le veían los ojos. Pregunto quien sería el primero y me ofrecí voluntario, no queria que si se enfadase por nuestra broma cargarse su ira sobre los niños.

 

El doctor empezó a palpar las supuestas ampollas de mi cara y al pasar el dedo por encima de ellas retrío unas cuántas. Se bajó la máscara y dejo ver una sonrisa sincera que señalaba confusión, como si no comprendiese el motivo de nuestro engaño. En este caso se lo expliqué. No le hice venir en vano. Varios de los niños tenían lesiones del día anterior y heridas que sanar. Lo único que hicimos fue fingir que estábamos muy enfermos para que trajeran un doctor de verdad y curar  esas lesiones. El lo comprendió al igual que supo ver que me preocupaba bastante por esos niños y se dispuso a curarlos.  También me miro mis heridas y al terminar me pregunto que sino hacía falta algo más. Simplemente le pedí que si le podía decirdir a los guardias que necesitábamos comida y varios días de reposo. Este accedió sin rechistar y se despidió de nosotros. Nos dio dos días de descanso y dijo que al tercero vendría ver nuestras heridas para terminar de curarlas. 

 

Cerró la puerta lentamente y los niños sonrieron alegres. A mi se me llenó el corazón de satisfacción al verlos tan contentos. Minutos después un carrito con comida fue traído y venía junto a una nota. En ella decía que está sería nuestra comida de hoy y que mañana nos mandarían el carro con comida de la misma manera que hoy. El general no entró, pero lo escuchamos informarse de los guardias sobre la situación y dijo que quería que le mantuvieran al tanto de la situación. El majo del doctor le dijo que sería mejor que no entrase porque era muy contagioso y este obedeció. Así fue como los niños empezaron a confiar en mi poco a poco y como me gane el respeto y amor de muchos de ellos. Les prometí que esto sería sólo una de tantas bromas que les jugariamos.




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