Sofia Vidal siempre había creído que los mejores reportajes comenzaban con un detalle insignificante: un comentario al pasar, un documento olvidado, o, en este caso, un paquete entregado en silencio en su escritorio.
Era una mañana como cualquier otra en la redacción de Milán Hoy . El bullicio habitual de los teclados resonaba en el aire, y el olor a café recién hecho se mezclaba con el papel de periódico. Sofia, con su habitual taza de té en una mano y una pila de notas en la otra, se detuvo al ver el sobre marrón sin remitente sobre su escritorio.
— ¿Quién dejó esto aquí? —preguntó a su colega más cercano, Luca, quien levantó los hombros mientras seguía escribiendo.
—Ni idea. Llegó hace unos minutos. Quizás algún admirador secreto. —Sonrió sin apartar la vista de su monitor.
Sofia rodó los ojos y se sentó. Con cuidado, rompió el sello y sacó el contenido: una carpeta de documentos, un par de fotografías en blanco y negro, y una nota escrita a mano con tinta negra:
“No todo lo que brilla es oro. Investiga a los Vitales antes de que sea demasiado tarde.”
La mención de los Vitales hizo que su corazón se acelerara. La familia Vitale era un nombre omnipresente en Italia. Propietarios de empresas en los sectores de la moda, los bienes raíces y la tecnología, eran considerados un modelo de éxito. Eran las mecenas de innumerables causas benéficas, los anfitriones de eventos de gala, y su apellido era sinónimo de riqueza y poder. Pero esa nota sugeriría algo diferente.
Curiosa, Sofia revisó las fotografías. Una muestra a Giovanni Vitale estrechando la mano de un político conocido por su historial corrupto. Otra mostró un almacén en las afueras de Milán, con hombres en trajes negros cargando cajas en vehículos sin matrícula.
Dentro de la carpeta, los documentos detallaban movimientos financieros sospechosos: transferencias de grandes sumas de dinero a cuentas en paraísos fiscales, contratos firmados con empresas ficticias, y una lista de nombres, algunos familiares por su relación con actividades ilegales.
— ¿Qué demonios es esto? —murmuró para sí misma.
El instinto del periodista se activó de inmediato. Había algo más en esa familia perfecta, algo que los medios convencionales nunca habían expuesto.
Pero no todo era claridad. El origen de la información era dudoso. Podría ser una trampa, una distracción, o peor, una invitación a un peligro del que no podría salir.
Decidió hablar con su editor, pero cuando llegó a su oficina, encontró la puerta cerrada y un cartel de No Molestar . Optó por guardar la carpeta en su bolso y seguir investigando por su cuenta antes de alertar a alguien más.
Esa noche, en la soledad de su apartamento, Sofia conectó las fotografías y documentos con una tabla de investigación. Los nombres, lugares y fechas comenzaban a formar un patrón.
Por cada respuesta, surgían más preguntas: ¿Quién le había enviado esos documentos? ¿Qué tan involucrados estaban los Vitales en actividades ilegales? Y lo más inquietante: ¿por qué alguien había confiado en ella para desenterrar la verdad?
Mientras miraba la nota una vez más, una sensación de inquietud la recorrió. No podía saberlo aún, pero acababa de abrir la puerta a un mundo oscuro del que no habría vuelta atrás.