Al día siguiente, Ian fue muy puntual al pasar a recoger a Sara a su departamento. Ella ya lo esperaba, vestida de manera elegante pero sencilla, lista para comenzar el día. Ian llegó con su usual formalidad, y aunque su expresión era la de siempre, había algo en su mirada que denotaba una ligera inquietud, como si estuviera consciente de la tensión no resuelta entre ellos.
—Buenos días, Sara —dijo, abriendo la puerta del coche para ella.
Sara sonrió levemente, notando la cortesía de Ian, pero también la ligera distancia que existía entre ambos desde la noche anterior.
—Buenos días, señor Smith —respondió, intentando mantener su tono profesional mientras subía al coche.
Cuando abordaron el jet, Ian y Sara se dirigieron rápidamente a sus asientos, como si ambos sintieran una necesidad implícita de no alargar demasiado el contacto. Ian, con su usual postura de liderazgo, se acomodó en su lugar, mientras Sara tomaba asiento cerca de él, manteniendo la distancia, como siempre. Aunque estaban a bordo de un avión privado, el aire entre ellos seguía tenso, marcado por lo que había sucedido la noche anterior.
El vuelo transcurrió en un silencio cómodo, pero con la constante sensación de que algo más podría estar sucediendo debajo de la superficie. Sara intentaba concentrarse en sus pensamientos, mientras Ian se sumergía en sus papeles, ambos sabían que, más allá de la formalidad, algo estaba cambiando entre ellos.
Más tarde, cuando llegaron a Londres, Ian y Sara se dirigieron directamente al hotel. Ambos bajaron del jet privado y, tras un breve traslado en coche, llegaron al lujoso hotel que habían reservado. El ambiente seguía siendo formal, pero la ciudad los rodeaba con su aire vibrante y cosmopolita, lo que aliviaba un poco la tensión que había entre ellos.
Una vez en el hotel, Ian se dirigió al mostrador para hacer el registro, mientras Sara observaba el entorno.
Ian, al darse cuenta de que la habitación de Sara quedaba muy lejos de la suya, se sintió incómodo. Él se alojaría en una suite presidencial, una habitación de lujo con todas las comodidades posibles, mientras que la de Sara era una habitación común, mucho más sencilla. Aunque trató de ocultarlo, le molestaba que sus posiciones dentro de la empresa y la jerarquía entre ellos se reflejaran de manera tan evidente, incluso en algo tan simple como las habitaciones del hotel.
Al principio, pensó en pedir un cambio para ella, pero enseguida se dio cuenta de que sería inapropiado. No quería parecer que estaba haciendo concesiones o que intentaba imponer su voluntad en algo tan personal. Sin embargo, no pudo evitar sentirse frustrado al ver cómo la distancia entre ellos, en todos los sentidos, se marcaba hasta en esos pequeños detalles.
—Sara, ¿te gustaría descansar un poco antes de la reunión?, preguntó Ian mientras ambos se dirigían al ascensor.
Sara, al escuchar la pregunta, miró a Ian, pensativa por un momento. Aunque la idea de descansar le atraía, sabía que no era lo adecuado. Su relación con él seguía siendo profesional, y no quería dar la impresión de que se tomaba demasiadas libertades.
—No, gracias, señor Smith. Prefiero estar lista para la reunión —respondió con una sonrisa suave, tratando de mantener la formalidad.
Ian asintió, aunque pudo ver en sus ojos una mezcla de cansancio y determinación.
—Está bien. Entonces, nos vemos pronto —dijo, mientras el ascensor comenzaba a subir, con ambos sumidos en sus pensamientos.