Love In Two Destinies

CAPÍTULO IV: Los días apagados

El viento atravesaba la ciudad como un lamento, arrastrando hojas caídas que se acumulaban en los bordes de las aceras. Alma caminaba despacio por la calle desierta, sintiendo el frío mordisqueando sus mejillas. La mochila que llevaba sobre un hombro parecía pesar más que de costumbre. No solo cargaba libros y papeles, sino un cúmulo de emociones que no había podido soltar desde aquella tarde en la que todo cambió.

Alma y Raúl habían sido inseparables. Desde que se conocieron en aquel bar con luces tenues y música indie de fondo, hubo una chispa que parecía imposible de ignorar. Pasaron noches enteras hablando de sueños imposibles, riendo por cosas que solo ellos entendían, y bailando bajo la lluvia como si el mundo fuera suyo. Pero ahora, todo eso se sentía como una ilusión lejana, un espejismo que se desvanecía cuanto más intentaba aferrarse a él.

La última vez que se vieron, Raúl estaba diferente. Su energía siempre brillante había sido reemplazada por una sombra que Alma no entendía. Sentados en su café habitual, ella había intentado llegar a él.

—Raúl, dime qué pasa —dijo, su voz suave pero cargada de preocupación.

Raúl levantó la vista de su taza, sus ojos oscuros evitando los de ella.

—No es nada, Alma. Solo estoy cansado.

—No me mientas —replicó ella, acercándose más. —Te conozco mejor que eso. Hay algo que no estás diciéndome.

Raúl suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—No sé si puedo explicarlo. Es como… como si todo estuviera apagado. Como si los días no tuvieran color, como si estuviera atrapado en un lugar del que no puedo salir.

Alma tomó su mano, sus dedos entrelazándose con los de él.

—Estoy aquí, Raúl. Siempre lo estaré. Pero no puedo ayudarte si no me dejas entrar.

Él la miró, y por un momento pareció que iba a decir algo más, pero en su lugar apartó la mirada.

—No quiero arrastrarte conmigo, Alma. No es justo para ti.

Esa noche, cuando él se fue, Alma sintió que algo se rompía. No sabía que sería la última vez que lo vería.

Semanas después, Alma seguía buscando respuestas. Había intentado llamarlo, escribirle mensajes, incluso había pasado por su apartamento, pero Raúl parecía haberse desvanecido. Las pocas personas que lograron hablar con él le dijeron que necesitaba tiempo, que estaba lidiando con algo personal. Pero para Alma, esa distancia era insoportable.

Finalmente, una noche, recibió un mensaje inesperado de Raúl."Nos vemos en el mismo lugar de siempre en dos horas."

El corazón de Alma latió con fuerza mientras caminaba hacia el parque donde se habían citado. Era el mismo lugar donde habían tenido su primera cita, donde Raúl la había besado bajo las estrellas. Pero ahora, las estrellas estaban ocultas tras nubes grises, y el aire parecía más pesado.

Raúl estaba allí, sentado en un banco, con los hombros encorvados y las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Parecía más delgado, más cansado. Cuando Alma se acercó, levantó la vista, y su expresión se suavizó al verla.

—Gracias por venir —dijo en voz baja.

—Siempre vendría por ti— respondió Alma, sentándose a su lado.

Pasaron unos segundos en silencio antes de que Raúl hablara de nuevo.

—He estado pensando mucho. Sobre nosotros, sobre todo. Y creo que lo mejor… es que sigamos caminos diferentes.

Alma sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies.

—¿Qué estás diciendo? Raúl, podemos superar esto juntos. Solo tienes que dejarme ayudarte.

Raúl negó con la cabeza. —No quiero que te hundas conmigo, Alma. Eres luz, y yo… no sé lo que soy ahora. Pero no soy lo que necesitas.

Ella tomó su mano con fuerza, como si pudiera evitar que se alejara.

—Tú eres lo que necesito. Siempre lo has sido. Por favor, Raúl, no me hagas esto.

Él la miró, y había lágrimas en sus ojos. —Te amo, Alma. Pero no puedo amarte como mereces. No ahora.

Alma lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo él se tensaba antes de corresponder al abrazo.

—Entonces, ¿esto es todo?— murmuró ella contra su pecho.

Raúl no respondió. Solo la sostuvo, como si ese momento pudiera durar para siempre.

Unos días después, Alma recibió una llamada. Raúl había sido encontrado en su apartamento, sin vida. Había dejado una carta, pero las palabras no eran suficientes para llenar el vacío que dejó en ella. Alma pasó noches enteras escuchando las canciones que solían compartir, sintiendo que el mundo se había vuelto un lugar más frío y oscuro.

Con el tiempo, aprendió a seguir adelante, pero nunca lo olvidó. El recuerdo de Raúl era un eco constante en su corazón, un amor perdido que la marcó para siempre. Cada vez que pasaba por el parque, se sentaba en el banco donde lo había abrazado por última vez y cerraba los ojos, deseando poder retroceder el tiempo.

Alma & Raúl

Final triste, pero aquí estamos… ¿verdad? 😭✨ Cuéntame, ¿te rompió un poquito el corazón o ya estás buscando algo feliz para leer? ¡Déjame tu comentario!




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