Lovecraftian Pachinko!

Prólogo: El comienzo de todas las cosas que terminarán.

Me despertaron murmullos, quejidos y lo que parecía alguien gritando aterrorizado. Lo primero que vi al abrir mis ojos fue una cortina blanca ya desgastada alrededor de la cama en la que estaba acostado, las luces parpadeando en el techo, una aguja en mi brazo envuelto en vendas y una bolsa de sangre.
La habitación de un hospital y uno no muy bueno, fue mi primer pensamiento mientras el olor a desinfectante diluido y soledad me inundaba la cabeza.
No importa cuánto pensara al respecto no podía recordar la última vez que sentí apego por la vida, siempre me sentí en la calle opuesta, como cuando ves una película romántica y al final te preguntas por qué en la realidad no pasan esas cosas.
Así fue como decidí terminar con mi vida, pensé varias alternativas, creo que hasta las había anotado, dejé las más populares pero colgarme podría tardar demasiado, un tren podría mutilarme pero no matarme y saltar desde algún edificio dejaría un espectáculo horrible.
Si mi existencia pasaba desapercibida, quería que mi muerte también, decidí cortarme las venas, un cliché clásico pero efectivo, aunque viendo donde me encontraba, dudaba de esto último. Otra cosa más que añadir a mi lista de fallos. Debería haber muerto en mi habitación, tranquilo. Que encontraran mi cuerpo en algunos meses, si es que alguien estaba interesado en buscarme, desafortunadamente me mareé al perder tanta sangre de repente que caí sobre la mesa del living.
Probablemente los ruidos despertaron a los vecinos y decidieron llamar a la policía, porque claro, el vecino muerto de al lado es mucho más fácil de digerir que el vecino suicida de al lado, sea cual fuere la razón, aquí estaba, viendo el techo con su pintura descascarada, recibiendo sangre nueva y preguntándome cuánto más tenía que fallar en esta vida.

“¡Hola, hola!” Dijo una mujer, metiendo su cara entre las cortinas, no me habría molestado incluso si hubiese sido una alucinación producto de los analgésicos y la pérdida de sangre. No se comparaba con nadie que hubiera visto, su pelo era negro como las plumas de un cuervo y sus ojos tenían un tono azul que parecía brillar como dos cristales en la oscuridad.
“…Hola…” Le respondí volviendo la vista rápidamente al techo.
“Veamos qué tenemos por aquí” Dijo revisando mi cartilla médica, veía su silueta moverse de un lado a otro detrás de la cortina. “¡Oh! ¡Un suicida! El primero que veo hoy, quiero decir, el primero que veo aún con vida” Entre una risa burlona dio unos pequeños saltos como si estuviera emocionada antes de abrir las cortinas de par en par.
Definitivamente estaba alucinando, sí, era esbelta y más atractiva que cualquier persona que haya visto pero no había manos que sostuvieran las cortinas, eran garras metálicas enormes. Estaba demasiado débil como para moverme y demasiado confundido como para decir algo. “cálmate, respira hondo, estás alucinando, estás alucinando, estás alucinando” lo repetí en mi cabeza como un mantra mientras mis ojos la veían caminar hacia un lado de mi cama y sentarse en el borde como dejándose caer, no vestía como una enfermera y claramente un humano no tendría garras en vez de manos, aunque más me molestaba su tono jovial.
“Te cortaste las venas, no la lengua ¿vas a gritar? No, espera ¡ya sé! Puedo verlo en tus ojos…” Repitió, cerrando los suyos y rascando su frente en un modo pensativo demasiado exagerado, como si fuera una mentalista. “No, no estás alucinando, así que deja eso a un lado, ahora sí… puedes gritar” rió.
“Mientras me enfoque en tu cara y no en esas garras creo poder mantener la compostura, el sujeto de la otra habitación probablemente no eligió bien dónde mirar ¿no es así?”
“¿Dónde… mirar…? “sus ojos se abrieron cómo cuando alguien ve una escena de terror en una película “Asqueroso, cerdo ¡estás enfermo!” Se abrazó a sí misma, como si se estuviera protegiendo de algo, el sonido de sus garras hizo un pequeño eco en la habitación, claramente no lo entendió bien.
“Ha… mira, no me refería a eso…”
“¡Te callas! primero ni te inmutas al verme, luego dices cosas raras, ¿qué tan horrible debe ser tu vida para que esto no te altere? De todas formas…” Anunció subiendo el tono de su voz, casi parecía algo dramático “Un suicida con la realidad hecha pedazos es-justo-lo-que-necesito”
Solté una risa. “¿Necesitas? Genial… sólo hizo falta tratar de matarme para que alguien me necesitara” Con las cortinas abiertas podía ver de reojo a las enfermeras pasar frente a la habitación, pero de alguna forma parecían no ver lo que estaba sucediendo aquí dentro, como si la habitación se hubiera vuelto un espacio confinado. “¿Para qué me necesitas? No te ves como alguien que necesite favores comunes y como seguramente notaste… yo no me veo como alguien con muchas ganas de seguir en este mundo así que probablemente deberías probar suerte con alguien más y dejarme pensando que esto fue un sueño febril.”
“¡Sip! encontré al indicado” Dijo levantándose, sus garras se posaron en mi frente, eran frías, metálicas, casi llegaban a cubrir mi rostro completo, pero por alguna razón no intenté moverme, no sabía si había perdido noción del peligro o si algo en ella me estaba enredando. “Como tenías tantas ganas de morir supongo que puedo darte una pequeña, pequeña muestra de lo que es… ah, por cierto, si gritas te aplasto el cráneo ¿sí? Ahora sólo cierra-los-ojos.”
Claramente podría aplastarme el cráneo y esa no era una forma de morir que me gustara en lo absoluto, las enfermeras del siguiente turno me encontrarían con la cabeza convertida en carne molida, atención póstuma y encima por una muerte así no me llamaba la atención, así que obedecí a sus palabras. Respiré hondo y cerré mis ojos, la sensación era extraña, lenta y al principio incomoda con una melodía extraña de flautas que resonaban de fondo. Primero perdí la audición, luego el tacto, uno por uno fui despojado de mis sentidos, pareció durar años la experiencia hasta que por fin, de un momento a otro, desapareció incluso mi conciencia, no sé cuánto tiempo pasó pero desperté instantáneamente luego de eso, incorporándome rápidamente en la cama.
“Eso fue… genial…”
“¿Qué!? ¿Genial!? Enfermo, cerdo ¡asqueroso!” Me grito mientras apretaba la bolsa con sangre, obstruyendo el flujo hacia mis venas “Te mostré la muerte misma y ¿¡esa es tu reacción!?” frunció el seño y comenzó a dar vueltas de un lado a otro alrededor de mi cama “Mira, eso de aplastarte el cráneo fue una broma, así que ya, grita, llora, desespérate ¡lo que sea!” gesticulaba en exceso mientras hablaba.
“En realidad se sintió genial… de hecho ahora me siento peor conmigo mismo por no haber logrado matarme, voy a asegurarme de que el próximo intento si funcione” suspire largo y tendido mientras me acosté de nuevo “una eternidad sin la sensación de preocupación, sin expectativas que no puedo cumplir, creo que eso de aplastarme el cráneo ahora sí me agrada”
“¿Eh? ¡No!” agitó sus brazos con fuerza, se parecía a un pingüino intentando volar “No voy a matarte y tampoco vas a morir ¿entendido? Te lo dije, te necesito y acabo de comprobar que me vas a ser de utilidad.”
“Suerte con eso, espero que estés acostumbrada a decepcionarte, porque va a suceder y mucho.” Por primera vez en más años de los que puedo contar logre esbozar una sonrisa calmada y sincera.
“Sí, sí, ya entiendo tu tendencia a auto lamentarte…” Dijo moviendo sus garras arriba y abajo como diciéndome que me callara “en realidad eso no fue más que una pequeña prueba mínima, necesito saber cuánto tu mente es capaz de soportar antes que esos chistes se opaquen por la desesperación” me miró por unos segundos, luego sonrió de una manera tierna pero que escondía algo detrás.
“Hay un juego que está empezando ahora mismo… o creo que es mejor llamarlo una carrera, ahí es donde entras tú, probablemente quieras saber qué soy y de qué se trata todo esto, pero no arruinemos la sorpresa… ¿sí?” Se subió a la cama, podía sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, sus garras a los lados del marco, el sonido de su voz y su rostro a centímetros del mío “sólo di ‘acepto’ pronto sabrás qué es lo que necesito que hagas.” su aliento se sentía frío contra mi piel.
“Okay, sí, está bien, acepto, supongo que puedo matarme cualquier otro día” mis ojos se encontraron con los suyos, pero me encontré enfocándome en su cuerpo “…ahora sí que me dejaste sin lugares dónde mirar.”
“¡Que dejes de decir cosas así! ¡Esto era un momento serio!” Gritó dando un salto fuera de la cama, como un gato sorprendido por un ruido repentino. Se aclaró la garganta, tratando de recuperar su compostura “B-bien… ya que aceptaste, déjame llevarte a un lugar ¡no! A un tiempo que probablemente ya no recuerdas…” En ese momento sus ojos brillaron con una emoción que podría jurar tenía todo excepto buenas intenciones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.