Miró hacia arriba, que era abajo “Sabes que yo debería estar ‘mnjj’” Dijo llevándose una bola de arroz a la boca “¿no es así?”
“Mastica antes de hablar ¿quieres?” Dije limpiándome las migajas que me caían de encima “¿Podrías bajar de ahí? Estoy comenzando a sentirme mareado.”
“Te pregunté si sabes que yo debería estar muerta” Dejó la caja de su almuerzo a un lado y se paró suavemente “y por cierto estoy genuinamente preocupada por el hecho de que estés tomando esta situación con tanta normalidad” Dijo casi como si cantara una melodía, siguiendo la guía de la viga, paso por paso cabeza abajo hasta bajar hacia mi lado.
“Te sorprendería la cantidad de cosas que me están haciendo cuestionar la normalidad.”
“Interesante… ¿Cómo cuales?”
Tomé algo de aire “Para empezar por alguna razón mis vecinos con los que nunca hablé decidieron llamar a la policía justo en el momento en el que debería haber muerto, acabé en un hospital del cuál no tengo recuerdo que existiera en la ciudad, luego de eso una chica con garras enormes me obligó a meterme una llave en el pecho y de alguna manera terminé aquí, diez años en el pasado” y concluí casi hablando sin pausa alguna entre palabra y palabra.
“Eiji… eres consciente de que nada de lo que dices suena a algo que podría suceder en la vida real ¿no?”
“Estabas almorzando cabeza abajo en aquella viga” Señalé. “En la lista de cosas que no podrían suceder en la vida real ESO estaría en los primeros puestos.”
“No completamente, no es algo irreal sino más bien una cuestión de pers-pec-ti-va.” Dijo moviendo la cabeza lado a lado en cada sílaba.
“Ajá ¿Qué perspectiva?”
“Pues, la tuya y la mía.” Contestó inclinándose ligeramente hacia adelante. Me miraba como si fuera estúpido, como una profesora mira al alumno más lento de la clase.
¿Alguna vez vieron las paredes de las oficinas de los detectives en las películas de cine Noir, llenas de fotos y pines que apuntan de un lado a otro tratando de atar cada cabo suelto? Exactamente eso estaba sucediendo dentro de mi cabeza. Podía asumir con total seguridad que no había viajado al pasado así como que la persona frente a mí no era Anna ¿Una versión retorcida? ¿Un salto a una realidad alternativa? La ventaja de haber consumido tanta ficción me daba la estúpida habilidad de tener varias opciones para esta situación.
“¿Puedo hacerte unas preguntas?”
“¿Cuántas preguntas son ‘unas’?” Preguntó volviendo a caminar, de nuevo sus pasos la llevaron a la viga, pasos lentos y verticales y un giro de gracia al llegar al esqueleto del techo.
Nuevamente estaba al revés. Sabía que estaba viéndome pero no podía devolverle la mirada, algo en ella me provocaba una sensación de opresión, sí, me hablaba cálidamente, pero eso era una fachada, imitaba cómo creía que era Anna. Siendo honesto su presencia era lo que me sacaba de lugar, no su intento de personificarla, a penas recordaba cómo era Anna más allá de su apariencia.
“Tres preguntas.” Me acerqué al borde de la viga e intenté dar un paso, tal y como había pensado no había una irregularidad en el espacio que nos rodeaba, si no yo también habría sido capaz de burlarme un rato de la gravedad.
“Uhm… sólo acepto dos.”
“Eres un dolor de cabeza realmente...” dije rascando mi cabello, un pequeño tic nervioso que ni siquiera recordaba que tenía. “La rarita de las garras me trajo aquí, supongo que para evitar el suicidio de Anna. Ahora bien, tú no eres Anna, así que el juego del ‘héroe’ se cae a pedazos.”
“Haaa… ¿qué me delató?” casi parecía preguntarlo de forma sarcástica, exagerando su tono pensativo.
No respondí, la pregunta era estúpida y la respuesta era obvia, simplemente me mantuve en silencio. En ocasiones la narrativa necesita su propio empujón.
Cayó frente a mí, la distancia era casi inexistente, tanto que podía sentir el calor de su cuerpo, fue sutil, como una bailarina, pero las grietas en las baldosas bajo sus pies me dejaron saber que había algo más que la simple habilidad de ignorar la gravedad a voluntad.
“Supongo que explicarte un poco las cosas no hace mal ¿no?” dijo mientras desabotonaba los dos primeros botones de su camisa.
“¿Qué se supone que estás haciendo?”
“¿No es obvio? ¿Cuál es el punto de seguir usando una imagen que no es mía? …Por muy bien que me quede.”
“Sí, entiendo eso” dije sosteniendo su mano que tentaba con desabotonar aún más “pero no creo que sea necesario quitarte la ropa.”
“Excelente observación, veo que eres de los que no les gusta perder el tiempo”
Aunque quito mi mano de la suya gentilmente ella se sentía amenazante, mucho más que la chica de las garras, tanta calma en su voz me transmitía todo lo contrario y mi cerebro disparaba señales de alerta una tras otra, como si estuviera a punto de impactarme un misil.
Llevó sus manos hacia sus ojos, sus dedos pellizcaron sus párpados inferiores, no, su piel no era elástica, simplemente empezó a quitarse pedazos de piel parte por parte. No pude hacer más que ver en silencio, estaba petrificado, en ese momento el David de Miguel Ángel tenía mayor movilidad que yo. La sangre salpicaba mi rostro, espesa, tibia, como si lloviera directamente frente a mí mientras ella arrancaba sus labios, su torso, como quien se quita un sweater cuando tiene demasiado calor.
No podía negar que era una escena que no había visto ni en las peores películas de horror pero por muy extraño que suene no podía quitarle los ojos de encima, había algo hipnótico en la forma en la que parecía ‘mudar de piel’ como una serpiente, los restos de piel y sangre esparcidos en el suelo se colaban por las grietas que había dejado en las baldosas. Estaba siendo testigo de una carnicería de automutilación, pero la envolvía un leve aroma frutal que parecía creado con el propósito de que no saliera corriendo inmediatamente o bien que vomitara hasta mi desayuno de hacía dos semanas.