La luna llena bañaba el océano de Blau con su luz plateada, transformando la superficie en un espejo líquido que reflejaba la vastedad del cielo. La brisa fría rozaba el rostro de Mirna Asterion, la Primogénita de Lÿraeth, mientras caminaba por la orilla. Sus pensamientos eran un torbellino de incertidumbre. La visión de la caverna sellada y el despertar de los viejos poderes aún resonaban en su mente. Sabía que su destino estaba atado al futuro de Lÿraeth, y que la única forma de asegurar la paz era unificando los clanes. Pero el camino sería arduo, lleno de desconfianza, antiguas rivalidades y un equilibrio que se tambaleaba.
— Mirna —dijo una voz conocida detrás de ella.
Mirna giró hacia la figura que se acercaba, un hombre alto y sereno, vestido con la ropa característica de Blau. Eryon Dälis, el Primogénito de Blau, caminaba hacia ella con pasos decididos. Su rostro reflejaba la calma que su clan siempre había buscado, pero sus ojos brillaban con la preocupación que ambos compartían.
— Lo que hemos vivido en estos días no es solo un presagio, ¿verdad? —preguntó Eryon mientras se detendría junto a ella, mirando el mar.
— No, Eryon, es más que un presagio. La oscuridad que nuestros ancestros sellaron está despertando, y debemos actuar antes de que devore todo lo que hemos construido.
Eryon la observó un momento antes de asentir.
— Ya lo he sentido. Y sé lo que se avecina. Pero no será sencillo, Mirna. Los clanes son más divididos de lo que piensas, las heridas del pasado siguen abiertas. No será fácil reunirlos bajo una sola bandera.
Mirna miró el horizonte, donde el océano se encontraba con el cielo. Sabía que Eryon tenía razón. Sin embargo, no podía darse el lujo de vacilar. Era su responsabilidad, y si había una posibilidad de restaurar el equilibrio, debía intentarlo.
— Lo sé —respondió Mirna con firmeza—, pero no tenemos elección. Si no actuamos juntos, la oscuridad nos arrasará a todos. Necesito tu apoyo, Eryon, y el de tu gente.
Eryon la observó un momento, y su rostro reflejó una determinación creciente.
— Blau estará contigo. El agua fluye, la paz puede alcanzarse... si hay esperanza. Pero debemos actuar rápido.
El siguiente paso en el camino de Mirna fue hacia las tierras de Rot, el clan del fuego. Las tierras volcánicas de este clan eran conocidas por su poder destructivo y su energía incontrolable, la misma que caracterizaba a su líder: Kaeth Yrion, un Primogénito de temperamento explosivo.
Mientras el calor de la lava iluminaba el paisaje, Mirna y Eryon llegaron a la entrada de un cráter volcánico, donde la figura imponente de Kaeth Yrion les esperaba. El aire estaba denso, cargado de vapor y una energía intensa que parecía estar a punto de estallar.
— Mirna Asterion —saludó Kaeth, su voz vibrando con la fuerza del magma que rodeaba la zona—. Has venido a pedirme lo imposible, ¿no es así? Hablar de equilibrio, hablar de unirnos con los que están hechos de agua... ¿Crees que el fuego puede coexistir con la calma?
Mirna le devolvió la mirada con la misma firmeza que había usado al enfrentarse a los desafíos de la vida.
— Kaeth, el fuego no puede existir sin el agua. El caos solo destruye lo que ama. Unirnos no es una cuestión de fuerza o de debilidad. Es una cuestión de supervivencia. Si no actuamos juntos, la oscuridad que se aproxima nos consumirá a todos.
Kaeth no respondió de inmediato. La lava crepitaba alrededor de ellos, como si la misma tierra estuviera esperando una respuesta. Finalmente, Kaeth asintió lentamente.
— Rot no se dobla ante nadie. Pero, tal vez, esto sea más grande que la simple lucha entre fuego y agua. Si la oscuridad amenaza a todos, lo que dices podría tener sentido. Veremos si tus palabras se traducen en hechos, Mirna.
Eryon observó con cautela mientras los dos líderes se intercambiaban miradas intensas, sabiendo que este encuentro marcaría un hito en la historia de Lÿraeth.
El siguiente destino fue Grün, el clan de la tierra, conocido por su profunda conexión con la naturaleza. Maerin Folwen, la Primogénita de Grün, había sido una de las líderes más comprometidas con la defensa de los bosques sagrados de Verdälis, usando su poder para controlar las plantas y animales a su alrededor.
Cuando Mirna y Eryon llegaron a los imponentes bosques de Grün, fueron recibidos por un entorno pacífico y místico. A lo lejos, Maerin los esperaba, de pie sobre un antiguo árbol que parecía tocar el cielo. Su mirada era tan profunda como la tierra misma, y su presencia emanaba una fuerza inquebrantable.
— Mirna Asterion —dijo Maerin, su voz suave pero llena de autoridad—. Has venido a pedir la unidad, pero ¿qué sabes de la tierra? La naturaleza no se pliega a la voluntad de los hombres. Los árboles no son tuyos para manejar, ni las criaturas que habitan en estos bosques. Nosotros vivimos para proteger lo que pertenece a la tierra, no para someternos a las leyes de otros.
Mirna miró las raíces profundas que se entrelazaban bajo sus pies y pensó en la fragilidad de la vida.
— Maerin, lo sé. La tierra no puede ser forzada, pero la tierra también se renueva, se transforma. Si no nos unimos, si no encontramos la manera de equilibrar nuestras fuerzas, todo lo que amamos desaparecerá. La naturaleza también puede ser destruida por la oscuridad.
Editado: 23.01.2025