La jornada que Mirna había iniciado con tanto ímpetu había dado paso a una tregua incómoda. Los clanes, reunidos por primera vez en la historia en el gran Valle de Lÿraeth, permanecían separados, sus diferencias aún palpables, y aunque el propósito común de enfrentar la oscuridad había comenzado a unificarles, las viejas enemistades seguían siendo una sombra sobre sus reuniones.
El sol ya se había puesto y la luna comenzaba a alzar su luz plateada sobre el valle, cuando Mirna convocó a los líderes de los clanes a una última reunión antes de dar inicio a la marcha hacia el corazón de la oscuridad. La mesa de piedra, en el centro del valle, fue rodeada por cada uno de los representantes de los ocho clanes, sus miradas fijas en el mapa que Mirna había dispuesto frente a ellos. Este era el terreno donde el destino de Lÿraeth se jugaría.
Eryon Dälis, Primogénito de Blau, fue el primero en hablar.
— Si vamos a marchar juntos, entonces debemos hacerlo con una sola estrategia. El agua puede crear barreras, pero también puede arrasar con todo a su paso. Pero me temo que algunos de nosotros aún no estamos dispuestos a caminar en la misma dirección.
El tono de Eryon era firme, pero no por ello despectivo. Su mirada pasó por cada uno de los líderes, buscando el apoyo necesario para seguir adelante.
Kaeth Yrion, de Rot, frunció el ceño ante las palabras de Eryon.
— Rot no sigue órdenes sin sentido. El fuego es incontrolable, ¿de qué nos sirve ser parte de un ejército que no puede aprovechar la fuerza de cada uno de los elementos? —dijo, su voz llena de reticencia—. Los demás clanes aún no han entendido lo que significa realmente la guerra.
Mirna levantó la mano, pidiendo calma, y su mirada serena cruzó la mesa, deteniéndose un momento en Kaeth.
— Kaeth, sabemos lo que significa la guerra. Todos aquí la hemos sufrido, pero si no hacemos este sacrificio, si no dejamos de lado nuestras antiguas rencillas, lo perderemos todo. Lÿraeth es nuestra casa, y debemos protegerla unidos.
La energía de la sala se tensó, pero Mirna continuó con voz fuerte y clara.
— Estamos al borde de la oscuridad, una oscuridad que amenaza a todo lo que hemos construido. A los bosques de Grün, a los mares de Blau, a los desiertos de Bernstein, a las montañas de Tunich... Ninguna región, ningún clan será inmune. ¿No lo entendéis?
Maerin Folwen, Primogénita de Grün, se adelantó, con sus ojos brillando como si compartiera el dolor de la tierra misma
— Mirna, tus palabras son sabias, pero ¿cómo podemos luchar si cada uno de nosotros ve el mundo de manera diferente? Bernstein ve las cosas a través de los cristales y las arenas, Holkan las ve a través de la sangre, y Nikté... ellos siempre están buscando las oportunidades para explotar nuestras debilidades.
Thalion Wyrk, de Bernstein, se levantó abruptamente, los cristales en sus manos chisporroteando con energía.
— Grün no tiene nada que decir cuando se trata de la defensa de la tierra. Lo que nosotros tenemos, Bernstein, puede forjar las armas que necesitamos para enfrentarnos a cualquier amenaza. Sabemos cómo usar la tierra misma como un arma.
Nyssa Valken, la líder de Holkan, observó a todos en silencio antes de hablar, su tono grave como un eco en el vasto valle.
— Mirna tiene razón. No estamos luchando solo contra sombras. Estamos luchando contra nuestra propia oscuridad interna. Holkan luchará a tu lado, pero solo si podemos garantizar que nuestras fuerzas no serán usadas en vano. El sacrificio que estamos pidiendo a nuestros guerreros no es pequeño.
Eryon frunció el ceño, mirando a Nyssa, y fue cuando los murmullos aumentaron en la sala. Las tensiones entre los clanes empezaban a resurgir como si fueran heridas abiertas.
Pero entonces, una figura en la entrada del círculo interrumpió el creciente clamor.
— Ya es suficiente. —dijo la voz calmada, pero poderosa, de Eliana Solcar, Primogénita de Tunich.
Eliana, con su presencia cálida como el sol, se adelantó. Sus ojos brillaban con la luz del amanecer.
— Cada palabra que decís está envenenada por el miedo. Lÿraeth necesita unidad, y la unidad no se consigue a través de la disputa. Debemos usar lo que tenemos: el fuego, la tierra, el agua, el aire... juntos, como una sola fuerza, o pereceremos por separado.
Mirna observó la escena con una mezcla de preocupación y esperanza. Sabía que cada palabra pronunciada era una semilla de un futuro incierto, pero también entendía que la fragilidad de la alianza era aún más peligrosa que cualquier sombra que acechara. Los clanes tenían que estar juntos, o todo estaría perdido.
Kaeth, aún con el fuego de la desconfianza ardiendo en sus ojos, finalmente asintió, su voz rugiendo como un volcán a punto de erupcionar.
— Esta batalla será la última, y veremos si el equilibrio realmente puede existir entre nosotros. Rot luchará si lo demás también lo hace. No será una lucha fácil, pero estoy dispuesto a probar que podemos ser más que nuestras diferencias.
Mirna sintió cómo el aire cambiaba. Las palabras de Kaeth no eran solo una declaración de guerra, sino también de entendimiento, de un pacto tácito. Tal vez, solo tal vez, los clanes finalmente podían dejar atrás su historia de división y caminar hacia el futuro juntos.
Editado: 23.01.2025