Lÿraeth

Capítulo 8

La brisa gélida que surgió en la caverna era antinatural, cargada de un susurro oscuro que erizaba la piel de Eryon. Sostenía su tridente con firmeza, sus ojos buscando la fuente de la sombra que se movía a su alrededor. Mirna, con el fragmento del agua en sus manos, parecía sumida en una conexión profunda con la energía que acababan de liberar.

— Mirna, lo sientes, ¿verdad? — preguntó Eryon, sin apartar la mirada de los alrededores.

Ella asintió lentamente, su voz temblorosa pero firme.

— Es una presencia antigua, pero no es parte del Ëthera. Algo más está aquí... algo que no pertenece a Lÿraeth.

De las paredes húmedas de la caverna surgieron figuras cubiertas de un manto de sombras. Eran humanoides, pero sus cuerpos carecían de rasgos definidos, como si estuvieran hechos de pura oscuridad. Caminaban lentamente hacia ellos, sus pasos resonando en un eco que parecía prolongarse demasiado tiempo.

— ¿Qué hacemos? — preguntó Eryon, listo para atacar.

Mirna miró el fragmento en sus manos. La luz azul del núcleo parecía brillar más intensamente, como si respondiera al peligro.

— El fragmento los atrae. Quieren lo que llevamos. Pero no podemos dejar que lo toquen, Eryon. Si esas sombras lo corrompen, el agua misma se volverá un veneno para el mundo.

Sin más palabras, las sombras cargaron. Eryon reaccionó de inmediato, invocando un torrente de agua que barrió a las primeras figuras. Sin embargo, estas no se disolvían; simplemente se reconstruían, como si el ataque las fortaleciera.

— ¡No funcionan los ataques directos! — gritó, retrocediendo hacia Mirna.

— No están hechas de materia, son fragmentos de algo más oscuro. — Mirna cerró los ojos, concentrándose en la conexión con el fragmento. — ¡Tenemos que purificarlas!

La luz azul del fragmento comenzó a extenderse, envolviendo a Mirna en un halo resplandeciente. Las sombras parecieron retroceder, como si sintieran la amenaza. Eryon aprovechó el momento para formar un círculo protector de agua alrededor de ambos, dando tiempo a Mirna para canalizar la energía del núcleo.

Pero entonces, una voz resonó en la caverna, grave y cargada de malicia.

— Los Primogénitos... siempre interfiriendo en lo que no comprenden.

Eryon y Mirna giraron la cabeza hacia la fuente del sonido. Desde el fondo de la caverna, una figura emergió, envuelta en una capa de tinieblas aún más densas que las de las sombras que los rodeaban. Sus ojos, rojos como brasas encendidas, se clavaron en el fragmento que sostenía Mirna.

— ¿Quién eres? — demandó Mirna, alzando el fragmento como un escudo.

La figura dio un paso adelante, su voz resonando como un trueno contenido.
— Soy Zhetrak, el Heraldo del Vacío. He esperado eones para reclamar lo que me pertenece. Ese fragmento es solo el principio de lo que será mío.

Eryon levantó su tridente, apuntando hacia Zhetrak.
— Si crees que vamos a entregártelo, estás más loco de lo que pareces.

Zhetrak rió, una carcajada que parecía descomponer el aire a su alrededor.
— ¿Entregarlo? Oh, joven Primogénito, no necesito que lo entregues. Lo tomaré, y cuando lo haga, este mundo se inclinará ante el Vacío.

Con un movimiento de su mano, Zhetrak desató una ráfaga de oscuridad que atravesó el círculo protector de Eryon, haciendo que ambos fueran lanzados hacia atrás. Las sombras aprovecharon la oportunidad para avanzar, rodeándolos por completo.

Mirna, aunque herida, se puso de pie con dificultad. Sujetó el fragmento con fuerza, su luz intensificándose a medida que canalizaba su poder.

— No puedes reclamar lo que nunca fue tuyo, Zhetrak. El Ëthera es vida, y la vida no se somete al Vacío.

Zhetrak avanzó, con una sonrisa torcida en sus labios.

— Tu resistencia es admirable... y fútil.

Eryon se levantó tambaleándose y lanzó su tridente, invocando un torrente que se dividió en múltiples serpientes acuáticas. Las serpientes atacaron a Zhetrak desde varios ángulos, pero su capa de sombras las desintegró antes de que pudieran alcanzarlo.

— ¡Mirna, necesitamos más poder! — gritó Eryon.

Ella cerró los ojos, sintiendo el latido del fragmento. Podía escuchar un susurro en su mente, como si el núcleo le hablara directamente.
— Ëthera, guía mis manos. Ayúdame a proteger este mundo.

La luz del fragmento estalló en un resplandor cegador que llenó toda la caverna. Las sombras retrocedieron, gritando en un idioma ininteligible mientras eran consumidas por la energía. Zhetrak levantó una mano, protegiéndose del brillo, pero incluso él parecía debilitado por la intensidad de la luz.

— Esto no ha terminado, Primogénita, — dijo con una voz cargada de furia contenida. — El Vacío siempre regresa. Siempre encuentra una grieta por donde entrar.

Con esas palabras, Zhetrak desapareció, disolviéndose en un remolino de oscuridad. Las sombras restantes hicieron lo mismo, dejando la caverna en un silencio absoluto.

Eryon cayó de rodillas, exhausto.

— ¿Qué... qué fue eso?

Mirna, también debilitada, sostuvo el fragmento cerca de su pecho.



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En el texto hay: fantasía drama

Editado: 23.01.2025

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