Lÿraeth

Capítulo 9

El amanecer se alzaba sobre las tierras de Lÿraeth, tiñendo los cielos con tonos de escarlata y dorado. En el Valle de Kryntar, un enclave neutral que había sido testigo de innumerables treguas y traiciones, los líderes de los clanes se reunían. La noticia de la reaparición de Mirna Asterion, y de que el fragmento del Ëthera había sido reclamado, corrió como un incendio entre las facciones.

Eryon Dälis, el Primogénito de Blau, llegó primero. Su capa ondeaba al viento, y su rostro, normalmente sereno, reflejaba preocupación. La guerra con Rot había cesado temporalmente, pero las tensiones seguían siendo palpables. Observó las cumbres que rodeaban el valle, recordando la última vez que había estado allí, y cómo una tregua malograda había desencadenado más derramamiento de sangre.

— Eryon, siempre el primero en llegar. Qué predecible.

La voz de Kaeth Yrion resonó desde detrás de él. El líder de Rot descendía del sendero rocoso, su armadura negra y roja reflejando los rayos del sol naciente. A pesar de su tono burlón, había algo más en su voz: un matiz de cansancio que rara vez dejaba entrever.

— Y tú, Kaeth, siempre el último en aprender. — respondió Eryon con calma, sin volverse. — No estamos aquí para enfrentarnos, sino para escuchar lo que los demás tienen que decir.

Kaeth soltó una carcajada, pero no dijo nada más.

Poco a poco, los demás líderes comenzaron a aparecer. Maerin Folwen llegó con un séquito de guerreros de Grün, sus armaduras adornadas con hojas vivas que parecían susurrar al viento. Thalion Wyrk, de Bernstein, llegó poco después, escoltado por soldados con lanzas de cristal que brillaban bajo el sol.

Eliana Solcar, de Tunich, fue la última en llegar, escoltada por emisarios de su clan. Su presencia iluminaba el valle como si el propio sol la acompañara. A pesar de su habitual aura de esperanza, sus ojos reflejaban preocupación.

— Estamos aquí por una razón importante. — dijo Eliana mientras tomaba su lugar en el círculo formado por los Primogénitos. — Mirna Asterion ha despertado el fragmento del Ëthera. Esto no es algo que podamos ignorar.

— ¿Y qué hacemos con esa información? — espetó Kaeth, cruzando los brazos. — ¿Rendimos nuestras armas y nos arrodillamos ante Mirna como si fuese una salvadora? No olviden que ella desapareció cuando más la necesitábamos.

— No puedes culparla por lo que ocurrió. — interrumpió Maerin, su tono cargado de indignación. — Todos tenemos responsabilidades, Kaeth, y las tuyas no han sido exactamente impecables.

— Ya basta. — dijo Eryon con firmeza. — Esto no es un juicio, es una discusión sobre cómo proceder. El fragmento del Ëthera no es solo un símbolo; es una llave para equilibrar Lÿraeth. Pero si seguimos divididos, solo lo desperdiciaremos.

— ¿Y qué sugieres, Eryon? — preguntó Thalion con frialdad. — ¿Que confiemos en una profecía antigua mientras nuestros clanes se debilitan más cada día? No podemos vivir de esperanzas y cuentos.

Eliana levantó una mano para pedir silencio.

— No podemos ignorar lo que está ocurriendo. El despertar del fragmento ha causado perturbaciones en todas nuestras tierras. El sol ha brillado más fuerte en Tunich, pero también ha traído tormentas devastadoras. Estoy segura de que ustedes también han sentido los cambios.

Los líderes intercambiaron miradas tensas. Aunque pocos querían admitirlo, todos habían notado alteraciones en sus dominios: ríos que se desbordaban sin motivo, montañas que temblaban como si estuvieran vivas, bosques que crecían de manera descontrolada.

Mientras el debate continuaba, una pregunta surgió en voz baja desde el fondo del círculo. Nyssa Valken, de Holkan, quien hasta ahora había permanecido en silencio, habló con una voz cargada de intensidad.

— ¿Dónde está Mirna?

El silencio cayó sobre el grupo. Era una pregunta que ninguno de ellos había formulado abiertamente, pero todos la habían pensado. Mirna Asterion, la hija de los clanes, debía ser el nexo que los uniera, pero su paradero seguía siendo un misterio.

— Tal vez deberíamos concentrarnos menos en los fragmentos y más en encontrarla. — continuó Nyssa. — Si es tan importante como todos creemos, su ausencia nos está costando caro.

Eliana asintió lentamente.
— Nyssa tiene razón. Debemos buscarla. Sin ella, incluso el Ëthera no será suficiente para reparar este mundo roto.

Kaeth bufó, pero no protestó. Incluso él sabía que las palabras de Nyssa eran ciertas.

Finalmente, tras horas de discusión, los Primogénitos llegaron a una decisión. Dividirían sus fuerzas: algunos clanes se encargarían de investigar los efectos del fragmento y protegerlo de cualquier amenaza, mientras que otros buscarían a Mirna.

— Es un riesgo, pero no tenemos elección. — dijo Eryon. — Si seguimos peleando entre nosotros, no quedará nada que salvar.

Los líderes intercambiaron miradas tensas, conscientes de que la alianza era tenue y frágil. Sin embargo, todos sabían que el destino de Lÿraeth dependía de su cooperación, por débil que fuera.

Al dispersarse, cada uno de ellos llevaba en mente una pregunta persistente:

¿Dónde estaba Mirna, y cómo cambiaría su regreso el equilibrio del mundo?



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En el texto hay: fantasía drama

Editado: 23.01.2025

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