El viento soplaba con una fuerza helada que parecía calar hasta los huesos, arrastrando consigo un eco distante de voces que susurraban palabras incomprensibles. Eryon se tambaleó, apoyándose en un rocoso peñasco cubierto de escarcha, tratando de entender dónde estaba. A su alrededor, el paisaje parecía una mezcla de lugares que conocía y otros que no. Árboles desnudos con ramas negras como el ónix se retorcían hacia el cielo, mientras la luz lunar proyectaba sombras imposibles sobre el suelo.
— ¿Dónde estoy...? —susurró, más para sí mismo que para obtener una respuesta.
Naeris apareció a su lado, su respiración agitada y sus ojos cargados de preocupación.
— Eryon, esto no es real. Lo que sea que hayamos liberado... nos ha arrastrado con ello.
Kael se unió al grupo, mirando al cielo que parecía resquebrajarse con líneas luminosas, como si un espejo estuviera a punto de romperse.
— Estamos atrapados entre dos ciclos, —dijo en voz baja—. Algo ha desgarrado el tejido de Althair y Solnar. Esta fractura... no debería existir.
La tensión era palpable. En el horizonte, una estructura oscura surgía entre la niebla. Era una torre alta y desproporcionada, con un aura que parecía absorber la luz a su alrededor. En su cima, un símbolo familiar ardía en un rojo incandescente: el Ix Äthros, el emblema de los líderes de los clanes.
— Esa torre... —Eryon señaló hacia ella—, ¿es posible que sea...?
Kael asintió, apretando los puños.
— La Torre de Äthyr. Pero no está en el lugar correcto. Algo la ha desplazado, al igual que a nosotros. Si queremos respuestas, debemos llegar ahí.
El grupo avanzó con cautela, cada paso más pesado que el anterior. La niebla se hacía más espesa, envolviéndolos como una manta sofocante, y a medida que se acercaban, los ecos de las sombras que habían visto antes comenzaron a rodearlos. Los Vynari deformados, aquellos seres que desafiaban las leyes de lo real, emergían de entre la bruma, sus cuerpos translúcidos vibrando con una energía inquietante.
Naeris desenvainó su espada, cuyas runas brillaban con un tenue azul que parecía repeler a las criaturas.
— No retrocederemos ahora, —dijo con firmeza—. Si estas cosas son el precio de nuestra verdad, que así sea.
Kael alzó un Kyrën, un instrumento de piedra brillante que había recuperado antes de partir.
— Esto canalizará nuestra magia para mantenerlos a raya, pero no podremos detenernos. Si lo hacemos, no saldremos vivos.
Eryon asintió, apretando el fragmento de Ónix de Fyre que Solanix le había entregado. La piedra emitía un calor constante, fortaleciéndolo contra el frío y permitiéndole concentrarse.
Mientras avanzaban, los Vynari intentaron bloquear su camino, lanzando sombras y ráfagas de oscuridad hacia ellos. Eryon reaccionó instintivamente, canalizando su energía a través del ónix. Una llama ardió en el aire, desvaneciendo las figuras en un instante.
— ¡Sigamos! —gritó, guiando al grupo hacia la base de la torre.
Cuando llegaron, la torre parecía aún más imponente. Su superficie estaba cubierta de símbolos antiguos que brillaban y se movían como si fueran vivos. La puerta principal, una enorme losa de piedra negra, tenía grabada una runa que Kael reconoció de inmediato.
— Es el Velo Äthyr, —susurró—, pero está incompleto. Necesitamos algo para activarlo.
Eryon recordó los Rocíos de Noctis que habían utilizado con el Espejo de Evon. Sacó el pequeño frasco que habían guardado y vertió unas gotas sobre la runa. En un instante, la puerta vibró, emitiendo un sonido grave, y luego se abrió lentamente, revelando un interior envuelto en una penumbra sofocante.
El grupo ingresó con cautela. El interior de la torre era aún más desconcertante que el exterior. Pasillos que se torcían y giraban sobre sí mismos, como si desafiaran la lógica espacial, se extendían en todas direcciones. En el centro de la sala principal, un pedestal de cristal brillaba con una luz intensa. Encima descansaba un Espejo de Evon, mucho más grande y antiguo que el que habían visto en Vynir.
— Este es el origen, —dijo Kael, con reverencia—. Este espejo guarda las respuestas a todas las preguntas, pero también los secretos que no queremos conocer.
Eryon se acercó al espejo, sintiendo que su reflejo lo observaba con una intensidad perturbadora. Cuando extendió la mano para tocarlo, una voz resonó en la sala, profunda y autoritaria.
— Has llegado lejos, Eryon, pero la verdad siempre tiene un precio.
La figura de Mirna apareció nuevamente, pero esta vez no estaba sola. A su lado, una figura encapuchada sostenía un bastón adornado con un Cristal Lumir oscuro.
— Mirna... ¿qué está pasando? —preguntó Eryon, sus palabras temblando entre la incertidumbre y la desesperación.
Ella lo miró con ojos llenos de tristeza.
— Lo que crees saber... no es más que una ilusión. Todo lo que buscabas ha desatado algo que no puedes controlar.
La figura encapuchada levantó el bastón, y una grieta se abrió en el suelo, revelando un abismo lleno de energía caótica. El aire se llenó de un zumbido ensordecedor, y la luz del cristal comenzó a pulsar de forma errática.
Editado: 23.01.2025