La atmósfera de Äthyrn era pesada, cargada con un silencio que parecía pulsar con vida propia. El suelo, compuesto por fragmentos de diferentes paisajes, crujía bajo sus pies como si protestara por su presencia. El aire era frío y tenía un extraño olor a ozono mezclado con algo antiguo, como pergaminos desmoronándose en el tiempo.
Eryon levantó la mirada, observando las columnas de luz que flotaban en el cielo sin estrellas. Algunas se torcían como si intentaran formar figuras familiares, pero desaparecían antes de tomar forma.
— Este lugar... parece un rompecabezas, —dijo Mirna, con los ojos entrecerrados.
— Es un reflejo de todas las dimensiones que toca, —respondió Kael, con la mano en la empuñadura de su espada—. Todo lo que existe, todo lo que existió, está aquí. Pero desfigurado, atrapado entre el tiempo y el espacio.
Naeris, que iba detrás, frunció el ceño al notar una figura que se movía en las sombras.
— No estamos solos. Nos están observando.
Eryon asintió, apretando el fragmento de Ónix de Fyre en su mano.
— Lo sé. No bajes la guardia.
El grupo avanzó por un camino que parecía haber sido una vez una calzada de piedra, pero ahora estaba rota y cubierta de extrañas enredaderas negras. Llegaron a una especie de plaza central, donde los restos de una antigua estructura se alzaban como testigos silenciosos de una civilización perdida.
— Esto es... arquitectura Lyëth, —murmuró Mirna, tocando una columna fracturada con inscripciones familiares—. Pero esto no debería estar aquí. Estas ruinas desaparecieron hace siglos.
Kael se acercó a una inscripción parcialmente legible.
— ‘Aquí descansan los que cruzaron el velo y nunca regresaron.’
El escalofrío que recorrió a todos fue palpable. Naeris dio un paso atrás, su mirada fija en la estructura.
— ¿Significa eso que este lugar es una trampa para los que lo cruzan?
Eryon negó con la cabeza.
— No una trampa. Un destino. Si estas ruinas están aquí, significa que los Lyëth ya estuvieron en Äthyrn. Quizás encontraron algo... o alguien.
Mientras exploraban las ruinas, el aire comenzó a vibrar con una intensidad creciente. Las sombras alrededor de ellos se alargaron y comenzaron a moverse, formando figuras humanoides.
— Se están manifestando, —advirtió Kael, desenvainando su espada.
Eryon levantó el Ónix de Fyre, que comenzó a emitir un brillo cálido, como si respondiera a la presencia de las sombras. Las figuras retrocedieron por un momento, pero luego avanzaron con más decisión.
— ¡Formación! —gritó Eryon, colocando a Mirna y Naeris en el centro mientras él y Kael protegían los flancos.
Las sombras atacaron con movimientos rápidos y erráticos, pero parecían evitar la luz del Ónix. Kael cortó una con su espada, pero esta se desvaneció solo para reaparecer detrás de él.
— No podemos derrotarlas con fuerza bruta, —dijo Naeris, buscando una solución.
Mirna, recordando las enseñanzas de su clan, cerró los ojos y colocó las manos sobre el suelo.
— Son ecos, reflejos de energía perdida. Si usamos el Velo Äthyr, podríamos dispersarlas.
Eryon asintió y sacó el Velo de su bolsa.
— Hazlo rápido. No aguantaremos mucho más.
Con un movimiento preciso, Mirna desplegó el Velo Äthyr, que comenzó a brillar con una luz etérea. Las sombras retrocedieron rápidamente, desintegrándose al contacto con la energía que emanaba del artefacto.
Cuando todo terminó, el grupo quedó en un agotado silencio.
Un suave aplauso resonó en la plaza. Al volverse, vieron a la figura encapuchada, ahora más definida, con un aura de poder que emanaba de su ser.
— Impresionante, —dijo con una voz que era una mezcla de muchas, resonando como un eco infinito—. Los Lyëth siempre fueron ingeniosos. Veo que ustedes no son la excepción.
Eryon dio un paso adelante, enfrentando al desconocido.
— ¿Quién eres y qué quieres de nosotros?
La figura inclinó ligeramente la cabeza.
— Soy un guardián de este lugar, un eco de los que vinieron antes. Mi propósito es simple: probar su determinación. ¿Están listos para enfrentarse a la verdad que buscan? Porque lo que encontrarán aquí no solo cambiará su mundo, sino también a ustedes mismos.
Kael entrecerró los ojos.
— ¿Qué clase de verdad?
La figura extendió una mano, y una visión apareció entre ellos: un fragmento de la historia de los Lyëth, mostrando cómo los clanes originales habían sellado un inmenso poder en Äthyrn para proteger al mundo.
— El ciclo se repite, —dijo el guardián—. Los clanes actuales han olvidado los sacrificios que se hicieron para preservar el equilibrio. Ahora, el sello se debilita, y las sombras quieren reclamar lo que les fue arrebatado.
Eryon sintió un nudo en el estómago.
— ¿Y nosotros qué papel jugamos en esto?
La figura sonrió bajo la capucha.
Editado: 23.01.2025