Lÿraeth

Capítulo 13

Cuando el portal se cerró detrás de ellos, el mundo al que regresaron no era el mismo que habían dejado. El aire era más claro, las estrellas brillaban con una intensidad que parecía nueva, y la misma tierra bajo sus pies vibraba con una energía renovada. Pero en sus corazones, sabían que la restauración del equilibrio no era el fin de su viaje, sino el comienzo de algo mucho más grande.

El Lugar del Equilibrio, donde todo había comenzado, los recibió una vez más, pero había cambiado. En lugar de los dos portales que antes marcaban los caminos del Sol de Solnar y la Luna de Althair, ahora se alzaba una inmensa estructura en el centro, una torre hecha de cristal y piedra que parecía extenderse más allá del cielo. Era como si el mismo universo les ofreciera una nueva dirección.

— ¿Es esto...? —preguntó Mirna, con la voz apenas un susurro, mirando la torre que parecía latir con una luz propia.

— Es el Horizonte de lo Infinito, —dijo Kael, recordando las palabras de Verdälis, el guía que los había enviado en esta misión. — La última pieza del equilibrio, el punto donde todo converge y todo comienza.

A medida que se acercaban a la torre, una melodía etérea comenzó a llenar el aire, como si el cristal mismo cantara. Cada nota resonaba en sus almas, recordándoles momentos específicos de su viaje: los espejos de Solnar, las sombras de Althair, las pruebas en Alornis. La música parecía unirlo todo, dándoles un propósito renovado.

— Esto es diferente, —dijo Naeris, sintiendo un peso en su pecho, pero no de miedo, sino de algo más profundo. — Como si algo o alguien estuviera llamándonos.

Cuando tocaron la puerta de cristal que marcaba la entrada, esta se abrió sin resistencia, revelando un interior vasto y luminoso. Las paredes estaban grabadas con símbolos antiguos, algunos de los cuales reconocían de sus pruebas anteriores, mientras que otros parecían pertenecer a lenguajes aún más antiguos, que hablaban de eras olvidadas y fuerzas incomprensibles.

— Aquí está todo, —dijo Eryon, tocando una de las inscripciones, sintiendo cómo una chispa de conocimiento lo atravesaba. — No solo nuestras pruebas, sino las de quienes vinieron antes que nosotros.

La figura de Alornis apareció ante ellos, pero esta vez no como un guía, sino como una proyección de la torre misma.

— Han alcanzado el Horizonte, —dijo, con una voz que era más cálida que antes. — Pero sepan que lo que está más allá no es un final, sino una verdad que pocos pueden aceptar.

La torre comenzó a cambiar, transformándose en una serie de plataformas ascendentes, cada una iluminada por una luz diferente: dorado, plateado, verde y blanco, los colores que representaban sus pruebas y sus almas.

— Cada paso los llevará más cerca del núcleo del equilibrio, —continuó Alornis. — Pero deben saber que, al final, el Horizonte no es solo un destino, sino una decisión.

Mirna fue la primera en avanzar, sintiendo cómo la plataforma dorada resonaba con la energía del Sol de Solnar. El calor la envolvió, pero esta vez no era abrasador, sino reconfortante. Cada paso que daba parecía despojarla de cualquier duda o miedo que aún quedara en su interior.

Kael siguió, ascendiendo por la plataforma plateada, donde una brisa suave lo rodeaba, como si cada paso lo acercara más a su propio centro. La presión que siempre había sentido como líder se desvaneció, dejando solo la determinación.

Naeris y Eryon avanzaron juntos, sus plataformas entrelazándose mientras se acercaban al siguiente nivel. Cada uno podía sentir la energía del otro, recordándoles que no estaban solos, que el equilibrio no era algo que se lograra individualmente, sino en unidad.

Cuando alcanzaron la cima, lo que encontraron no era lo que esperaban. En lugar de un objeto tangible, el núcleo del Horizonte era una vasta extensión de luz pura, una energía tan intensa que parecía contener todo lo que alguna vez existió y todo lo que podría llegar a existir.

— Esto es... todo, —susurró Naeris, sin palabras para describir lo que veía.

— El equilibrio no es un estado, —dijo la voz de Alornis, ahora resonando dentro de sus mentes. — Es un flujo constante, una danza entre el caos y el orden, entre la creación y la destrucción. Ustedes han demostrado que son dignos de comprenderlo, pero ahora deben tomar una decisión: ¿se quedarán para protegerlo, o regresarán al mundo que han salvado?

La luz del núcleo se dividió en cuatro haces, uno para cada uno de ellos, envolviéndolos con una calidez que no era física, sino espiritual. En ese momento, comprendieron que la verdadera prueba no era llegar al Horizonte, sino decidir qué hacer con lo que habían aprendido.

— Mi lugar está con mi gente, —dijo, con firmeza. — He fallado antes, pero ahora sé que puedo liderar con el equilibrio que he encontrado aquí.

Naeris asintió.

— Yo también regresaré. He visto lo que el poder puede hacer cuando no se guía, y quiero asegurarme de que sea una fuerza para proteger, no para destruir.

Kael y Mirna intercambiaron una mirada.

— Yo me quedaré, —dijo Kael. — No porque quiera huir del mundo, sino porque alguien debe asegurarse de que este lugar esté protegido. Si el equilibrio se rompe, debe haber alguien para restaurarlo.

Mirna miró al núcleo una última vez antes de hablar.

— Me quedaré también, —dijo, con una voz tranquila pero decidida. — Aquí he encontrado una paz que nunca pensé posible. Si el mundo necesita equilibrio, estaré aquí para mantenerlo.

Con su decisión tomada, el núcleo brilló con una intensidad cegadora, y en un instante, Eryon y Naeris se encontraron de regreso en el mundo que habían salvado, mientras Kael y Mirna permanecían en el Horizonte, sintiendo cómo la energía del lugar se entrelazaba con sus propias almas.

— Esto no es el fin, —dijo Kael, mirando a Mirna.

— Es el comienzo de algo nuevo, —respondió ella, mirando cómo el núcleo del Horizonte latía con un ritmo constante.



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En el texto hay: fantasía drama

Editado: 23.01.2025

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