Luces y Sombras - Enhypen

06

—El pronóstico para los próximos días es horrible. –Jae miró con preocupación a Jihyun, buscando alguna solución que si tuviera pondría en acción.

Estaban en un rincón imperceptible de la plaza, vestidos con unas capas que cubre parte de sus rostros, escuchando las reglas del nuevo rey. Lo siguiente que ocurrió en cuanto el rey desapareció fue un desastre.

Vampiros empezaron a raptar chicas jóvenes para llevarlas hasta una celda rodante, los gritos desesperados de aquellas mujeres ancianas destruyeron el corazón de Jihyun. Lloraban y rogaban piedad por sus hijas.

—Hay que hacer algo, Jihyun. –Sun se veía desesperado por matar a esos vampiros.

—Hay que regresar al refugio. –replicó él y Sun lo miró incrédulo.

—Somos cazadores, ¡nos entrenamos para matar vampiros!

—Pero no somos los escogidos –le miró con reprensión–. Ninguna arma forjada por manos humanas puede destruirlos, solo las armas de luz. Eso es lo que dice la guía de chupasangres.

Sun estaba a punto de refutar, mas Jae le detuvo. Jihyun tenían razón, aun enfrentándoles cuerpo a cuerpo estaban en desventaja. Ellos eran más.

Los tres chicos regresaron al refugio y contaron todo lo que se manifestó en la plaza del pueblo, las niñas estuvieron también presentes, y no les gustó nada de lo que los chicos reportaban. Jenah asintió una vez acabaron de hablar y les lanzó una mirada a cada una de las chicas.

—Hay que apresurarnos –rompió denso silencio que se creó repentinamente–. Es hora de que hagan conexión con sus armas.

Dicho esto, se levantó de su asiento a buscar la bolsa con las armas de luz, y salió con ellas a la parte trasera de la pequeña casa. Despabilando, Edith y Gigi fueron tras ellas siendo seguidas por las demás.

Bajo la hermosa luz de la luna, Jenah colocaba cuidadosamente aquellas armas sobre unos troncos, colocados verticalmente en curva.

—Gigi, ven aquí –llama a la pequeña pelirroja y esta se acerca dudosa hasta ella–. No tengas miedo. No te va a pasar nada malo, te acercarás a cada una de las armas y extenderás tu mano. Sentirás una especie de energía cerca de una. Esa será tu compañera de batalla.

La joven asintió un tanto asustada, y llenando sus pulmones de aire hizo lo que Jenah le pidió.

—¡Vamos, unnie!

Gigi va al extremo de aquella fila, hacia el primer tronco, y extiende su mano hacia la primera arma. Se concentra unos pocos segundos en las espadas, pero no siente nada, así que pasa al siguiente, cuyo resultado fue igual.

Entonces, justo cuando se encaminaba al tercer tronco, una especie de magnetismo la haló como un imán al metal, acercándola hacia la ballesta. Sus ojos se abren de sorpresa, y a penas toma este instrumento lágrimas comienzan a deslizarse por su rostro.

La diosa luz le ha otorgado el privilegio de portar el arma de su padre. Gigi se volvió hacia las demás, encontrándose con rostros sonrientes y asombrados.

—Tenía razón –celebró Jenah muy contenta–. Eres la líder de la cuarta generación.

Aplausos y vitoreo fue lo que le regalaron las niñas a su unnie, felicitándola como si no se tratara de una responsabilidad mortal. Lo sabían, ella lo sabía, pero eso no les quitaba ser las niñas que eran.

—Bien, continuemos. Edith, es tu turno.

De esta forma cada una fue en busca de su conexión, quedando algunas satisfechas con su compañera de batallas y otras no tanto. Al menos Claire estaba encantada con su látigo, más por otro lado Mary ni sabía cómo se sostenía la jabalina.

—Está bien, cielo –le consuela–. Te enseñaré todas las técnicas de batalla que puedes ejecutar con tu jabalina.

—De acuerdo. –asintió en un gesto indiferente.

Jenah suspiró ante la actitud desdeñosa y sombría de la niña, con las otras suele ser más abierta.

Mary era una de las niñas más maduras de su edad, posee un aspecto encantador al igual que adorable, ama las cosas brillantes y coloridas, adora pintar, y le encanta estar con las chicas mayores.

Su papá entrenaba a los futuros cazadores y su madre era una simple pueblerina. Nunca se imaginó ser parte de la élite de cazadores, y no sabía cómo sentirse al respecto. No estaba emocionada, mucho menos asustada, pero sí sentía una especie de curiosidad. Pero por los vampiros.

—¡Es hora de descansar, chicas!

XXX

—¿Algún propósito en específico por el que has traído más de veinte vírgenes?

Jungwon reaccionó ante la voz de su padre, apartó la vista del gran ventanal y le miró con desdén.

—Varios.

—¿Harás crecer la raza con humanas?

—Humanas o no, engendrarán vampiros –sonrió ladino–. Los cazadores nos quitaron a muchos de los nuestro, que nosotros les quitemos algunos humanos no quiere decir absolutamente nada.

—No estamos quitando nada, hijo mío. Los humanos nos pertenecen ahora que no existen cazadores.

—Tienes razón –concordó divertido, rastrillando sus cabellos hacia atrás–. Podemos tomar cuantos humanos nos plazca.

—Ese es mi rey –alaga el mayor –. Me llena de orgullo que todos mis hijos hayan sido quienes acabaron con los cazadores.

La sonrisa de Jungwon se extendió en todo su rostro.

—¿Qué has hecho con las armas de luz?

Aquella pregunta desubicó al joven rey, silencio absoluto fue la única respuesta que pudo darle a su padre. Había olvidado por completo las armas de luz, y ya hace dos noches desde el ataque. Eso significaba problemas.

—Te has olvidado de las armas de luz. –afirmó con una tranquilidad escalofriante.

Para Jungwon era obvio que su padre hervía de la rabia, y por eso el tono suave en su voz. Apretó sus manos es puños, reprochándose por su insensatez.

—Busca esas armas, Jungwon –volvió a hablar el hombre, acercándose lentamente a su hijo. Un humo negro lo envolvía, evidenciando su enojo–. Si no consigues las armas te quitaré los brazos y piernas, y le daré el trono a quien te mate primero.



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Editado: 25.06.2024

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