Gis abrió sus ojos lentamente, quejidos salían de sus labios ante el dolor punzante de su cabeza, la cual sangraba de la parte posterior. Un incesante pitido era lo único que sus oídos percibían, aturdiéndola de modo que no lograba ubicarse en espacio y tiempo.
Logró enfocar la superficie donde estaba sentada y fue que recordó el momento exacto cuando algo la aventó hasta estamparla contra aquel techo.
Todo su cuerpo se quejaba a cualquier movimiento, pero como pudo estiró su mano para tomar su espada e intentar levantarse con la ayuda de esta.
—Te aconsejo que no muevas un dedo –alzó la mirada a aquella voz neutral–. Vendrás conmigo en total silencio, y si cooperas haciendo lo que te digo consideraré no matarte.
La pequeña chica tomó el suficiente aire para erguirse y empuñar su espada con ambas manos temblorosas.
No conocía en absoluto a su oponente, no sabía cuáles eran sus habilidades de vampiro, y lo único que podía hacer era provocarlo, esquivando sus ataques para estudiarlo cuidadosamente. Pero estaba muy mal herida, por lo que probablemente su cuerpo cedería ante el desgate.
—Última advertencia –vuelve a hablar él, extendiendo su mano a ella–. No me apetece hacerte más daño, así que no me obligues y ven a mí.
—Ven tú. –replicó la chica como pudo, a lo que el príncipe Heeseung arrugó el gesto con fastidio.
—¡Gis!
Aparece Daphne junto a Gigi. La primera lanza uno de sus cuchillos al vampiro, el cual apenas y lo esquivó moviendo su cabeza a un lado, recibiendo un leve corte en una ceja.
Maldijo por lo bajo ante el ardor de la herida y una gota carmesí corrió hasta su mentón. Una herida por armas de luz son difíciles de curar en un vampiro, y el dolor es insoportable debido a la magia que poseen estos instrumentos.
—Llévate a Gis, Daphne –ordena Gigi, su vista fija en el enemigo–. Busca a las otras.
—¡No voy a dejarte sola, Gigi! –declara luego de ayudar a su compañera a levantarse.
—Mary está sola. Ve con ella y ayúdala. Yo estaré bien. –vuelve a decir la pelirroja.
No cargaba en manos su ballesta ni estaba a la defensiva, solo estaba allí de pie frente aquella criatura con aspecto de joven desinteresado. Heeseung alzó sus cejas, interesado por la siguiente acción de la chica.
Una vez que Daphne desapareció con Gis a salvo, Gigi tragó grueso antes de empezar lo que tenía planeado hacer. Estaba aliviada por haber pensado en reforzar la guardia y unirse a Mary y Gis en otros puntos diferentes del pueblo.
Si no hubiera sido así, quizá sus compañeras habrían muerto en cuestión de instantes.
—Como ya deben de saber, la diosa luz levantó una nueva generación élite –empieza ella, intentando oírse firme pese al temor que estaba comenzando a sentir–. ¿Eres tú el nuevo rey que ha azotado al imperio en los últimos años?
El príncipe introdujo sus manos en los bolsillos, adoptando una pose relajada. Agradecía que la chica no estuviera atacándole, pues su deseo en ese momento no era pelear, aunque responder a sus preguntas tampoco era de su interés.
—Mano derecha del rey, Lee Heeseung –responde en un tono cortante–. ¿Eres tú la líder de la élite mediocre de cazadores?
Gigi se tensó en su lugar, Heeseung lo notó, podía oír los temerosos pensamientos de la pelirroja y le fastidiaba que intentara verse imponente.
—No nos conoces –replica desafiante–. No hables de nosotras como si supieras de lo que somos capaces.
Él chasqueó su lengua.
<<Jay, Jake. ¿Cuál es su situación?>>
<<Dos cazadoras en batalla. Larga y corta distancia. Nivel de pelea: bajo y medio>>
Contesta Jay por telepatía.
<<Dos cazadoras, una inconsciente. Larga y corta distancia. Nivel de pelea: medio>>
Se reporta Jake.
—Fíjate que ya estoy al tanto de todo –informa Heeseung a la chica–. Tus amigas están en aprietos. Y si no estás aquí para pelear conmigo ¿qué se te ofrece entonces?
Esa era la pregunta que estaba esperando.
XXX
Edith luchaba por recuperar el aire al tiempo que se pone de pie. Claire no perdió el tiempo, en cuanto hizo acto de presencia se le fue encima al vampiro, y pese a su estado Edith no pensaba dejarla sola. Sí o sí, mataría a ese monstruo.
Jay evadía los golpes de látigos tan rápido como sus energías le estaban permitiendo, intentaba repelerlos con sus propias manos, pero de solo tocarlos quemaban su cuerpo. La situación lo estaba enfureciendo, además de que su alma gemela había sido apartada de él.
Su instinto posesivo encendió sus ojos de un potente rojo carmesí.
—¿Te doy unos minutos? –se ríe Claire burlesca.
Jay volvió a atacar, aumentando su velocidad y esquivando los látigos, resistiendo al ardor de algunos golpes que lograron alcanzarlo. Su objetivo era llegar a la rubia, y en cuanto lo hizo atestó con un golpe suficientemente potente.
—¡Claire! –chilló Edith lanzando sus agujas a Jay y este las esquivó con rapidez, dándole la oportunidad a la chica de correr hacia la golpeada–. ¿Estás bien?
—Estoy bien, unnie. –Se levanta Claire como si nada, tambaleándose un poco–. Tengo una idea. Este maldito no me matará tan fácilmente. ¡Cúbreme!
Azotó un par de veces en dirección al príncipe vampiro, al tiempo que se iba acercando poco a poco. Edith avanzaba a sus espaldas, cubriendo a cualquier evasión del otro. La rubia suelta los látigos una vez quedó frente a frente de su enemigo, y comenzó a repartir patadas y puñetazos.
—¡No, detente! Él es…
Tarde. Jay detuvo cada golpe de Claire y aprovechó un punto ciego para golpearla en el estómago, haciéndola rodar por el suelo. Viendo que la rubia solo se retorcía, Edith arremetió con sus agujas a Jay, tomándolo desprevenido.
Una de las agujas logró darle en el hombro y se desvaneció en su piel, a lo que se quejó con un grito ahogado. La magia de luz estaba quemando aquella zona, y cada segundo que pasaba el ardor recorría a su brazo y parte del pecho.
Editado: 25.06.2024