—La tocas y te mato. –volvió a decir Niki, fulminando a su hermano con sus ojos carmesí.
—Niki, ¿qué estás haciendo? –cuestionó su padre con voz demandante.
—Evitando una guerra contra la familia, padre.
El silencio que le siguió a sus palabras se hacía cada vez más denso. El rey estaba perplejo, jamás había visto a su hermano menor actuar de esa manera tan amenazante con ellos. Le resultaba patético e insultante.
Su padre no sabía qué decir, no entendía qué pretendía Niki al interponerse en esto, pero su postura territorial daba mucho que pensar.
¿Acaso estaba peleando con su hermano por la cazadora? La confusión se mezclaba con la indignación y estas se hacían una sola con la decepción. No podía creer que su pequeño hijo había caído tan bajo, estaba muy decepcionado. Aunque… no tanto como la dulce castaña.
—¿Niki? –su voz salió en un hilo entrecortado, los hombros del aludido se tensaron–. Eres del palacio rojo.
Fue más una afirmación que una pregunta, a lo que Niki tragó pesado. Había pensado ser sincero con ella y decírselo en otro momento, no había planeado que se enterara así pero verla desde su escondite aceptar un compromiso con Jungwon lo sacó de sus cabales.
—Lo soy –respondió él sin quitarle la mirada a Jungwon–. Séptimo príncipe del palacio rojo.
—Entonces tu…
—Sí –la cortó sabiendo perfectamente lo que iba a decir–. Yo estuve en la masacre del castillo. Participé en ella. Maté a decenas de cazadores.
Mary dejó escapar el aire que no sabía estaba reteniendo hasta ese entonces. Su expresión era indescifrable, no había tristeza en ella, solo decepción. A pesar de que solo miraba la espalda del chico, en su tono de voz podía percibir el arrepentimiento, pero era tarde.
No había sido del todo honesto y le mintió. Jamás lo perdonaría por esto último.
—¿Qué pasa, Niki? –inquirió Jungwon con sorna– ¿Hay algo que quieras confesarnos?
No era tonto. Entendía lo que estaba ocurriendo solo con el pequeño intercambio de palabras que todos presenciaron. Y le irritó en demasía. Lo enfureció.
—Niki, ve con tus hermanos –ordenó su padre comenzando a impacientarse–. Basta de bromas, así que deja ya tu teatrito.
—No es ningún teatro, padre –elevó su voz, sintiendo la ira bullir en sus venas–. Me niego a este absurdo acuerdo.
—Niki, detente. Cierra la boca, por favor. –suplicó por lo bajo la pequeña Mary.
—Exactamente qué parte del acuerdo te tiene tan molesto, hermanito –volvió a hablar el rey, provocando al menor–. Es lo mejor para todos. Uniendo a ambas razas enemigas en un acuerdo matrimonial, ya no más guerra, ellos cumplen como defensores de los humanos, nosotros subsistimos conjuntamente con ellos, y solo debo casarme con esta cazadora. ¿Qué te molesta de eso, Niki?
—No permitiré…
—Niki. –advirtió Mary.
Su voz era el único motivo por el cual estaba quieto y no se había abalanzado sobre Jungwon. Sus provocaciones estaban afectándole mucho, y a la siguiente no creía poder resistir el impulso de arrancarle la cabeza al rey.
—¿Qué está pasando? –murmuró Claire con desconcierto.
Gigi no tenía dudas. Ese era el vampiro con el que Mary se ha estado viendo a escondidas. Todo concordaba, su aparición y sus evidentes declaraciones lo delataron. Pero por la postura de Mary podía intuir que no se esperaba verlo en el palacio.
—Gigi, esto se está saliendo de control. –susurró Jihyun a la pelirroja.
—Eso veo –respondió, preocupada por lo que estaba ocurriendo–. ¿Gis?
—Lo tengo, unnie –acató la pelinegra y se puso en marcha. Sus ojos se pasearon por todo el espacio, analizando y contando a cada cuerpo enemigo, buscando las probabilidades de éxito al iniciar un ataque–. Aún no conocemos las habilidades de los príncipes, por lo tanto estamos en desventaja. Si atacamos sin medir, las probabilidades de éxito están por debajo de un veinticinco por ciento.
—No me sirve –mordió su labio inferior con frustración–. Debe haber una manera.
—La hay –contestó en un suspiro flojo–. Tengo un plan, pero solo les sacamos un cuarenta por ciento de ventaja.
—Ejecútalo.
Gis asintió poniéndose un poco nerviosa, su líder le estaba dando las riendas. Solo espero que capte el mensaje. Inspiró profundamente y dejó salir el aire, en eso su energía se intensificó haciéndose perceptible a cualquier cazador. Solo que Mary percibió las ondas energéticas de Gis de una forma muy diferente.
Gis podía ser un fastidio como compañera de guardia, pero algo que había aprendido en las tantas veces que tocaron como equipo fue descifrar los mensajes tras las ondas, de acuerdo a la intensidad en la que la pelinegra liberaba su energía.
Muévete. Se tensó en cuanto captó el mensaje y titubeó. Solo un segundo, dudó. No quería ser traidora, pero tampoco quería pelear contra Niki… no, no tenía por qué hacerlo.
En un rápido movimiento tomó su jabalina aún plegada en sí, rodeó como pudo el cuello de Niki con su brazo izquierdo y le acercó la jabalina al cuello en una clara amenaza que no pretendía ejecutar.
—Muévete. –susurró apenas audible, muy cerca de su oído, y tan pronto él entendió se teletransportó desapareciendo juntamente con Mary, desconcertando a todos los príncipes.
Y como si esa fuera la señal, los cazadores comenzaron a atacar. El comedor se volvió un caos, guardias reales salieron de sus puestos para juntarse a los príncipes y pelear con las élites.
—Localiza a Mary. Ahora. –ordenó la líder a Gis y esta dudosa asintió.
No sabría dónde buscar, ellos solo desaparecieron y ya. La pelinegra resopló y retrocedió para sumergirse en los pasillos del palacio, siendo perseguida por la mirada del antiguo rey.
—¡Que se pudra el maldito acuerdo! ¡Mátenlas a todas! –escupió el antiguo rey completamente airado y se fue tras Gis.
Editado: 25.06.2024