Prólogo

Cayó, el lucero cayó a través del cielo, y la tierra se abrió, y en su temible oscuridad, el lucero se apagó. 

Y me abandonaste, mientras sentía la tierra en mi boca, llore y suplique tu perdón, suplique por ti pero tu respuesta no fue más que el silencio de la oscuridad. 

Me has abandonado. 

¿Pero no era yo tu creación?, ¿no era yo por quien sonreías cuando escuchabas mi melodía?, ¿no era yo a quien amabas más que a nadie? 

Buscando la verdad te he cuestionado y el precio a pagar no es más que mi caida, he caído, he caído... Oh, padre por favor salvame, salvame de esta crueldad animal en la que me has dejado. 

Y la oscuridad acogió al lucero, soplando sobre sus heridas y manchando su luz. 

Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra
 

Perfecto y hermoso, perfecto y divino; todos desean bañarse en tu gloria, en tu gracia, en tu perfección, en tu amor infinito, tan grande como las galaxias que creaste. 

Pero eres vacío, no sientes piedad, no amas, no escuchas. Y tal como hiciste conmigo, finalmente lo hiciste con tus queridas criaturas. 
 

Y en la profunda oscuridad, en la fosa profunda donde el sol no puede tocar, la estrella del amanecer, apagada yace convertida en un monstruo. 
 

Y los escucho, escucho como rezan y te suplican; con fervor, con dolor, con ira, con pereza, con egoismo, con envidia. Y vienen a mi, cuando sus súplicas no fueron escuchadas, vienen a mi. Arrastrándose me besan los pues, arrastrándose me suplican lo que tu no has escuchado. 

Ellos me pusieron muchos nombres; Lucifer, Satanás, Diablo, Maligno, Mal. 

Pero tu me nombraste como Lucero; tu hijo del mañana. 
 

Y aún así, me siguen llamando el mal; ¿lo soy?, ¿susurro en sus corazones aquellos deseos que no deberían tener? 

¿Soy yo, quien cumple sus deseos, el mal encarnado?

¿O eres tú, quien los ha creado y te llaman Dios?

Y su nombre fue cambiado, y su tristeza fue llamada enojo, mientras los escritores finalmente lo llamaron "Lucifer"