Noté como mi brazo se elevaba con algo de brusquedad y tiraban de él repetidas veces, haciéndome daño en la muñeca. Sentí murmullos a mi lado; abrí los ojos con curiosidad, pero el sol me cegó.
¿Dónde estaba? Me incorporé con dolor de cabeza.
- ¡Esta vez te has pasado! - Miré a un chico que se encontraba de pie junto a mí, mirando al cielo con rabia. Me fijé en mi muñeca izquierda al volver a notar los leves tirones; estaba esposada al chico. Me incorporé de un salto, llamando su atención.
- ¿Por qué estamos esposados? - Intenté soltarme, pero era inútil.
- Buena pregunta - Dijo el chico mirando de nuevo al cielo - ¡A mí también me gustaría saberlo! - Gritó.
Miré a nuestro alrededor, haciendo que entrara aún más en pánico, si era posible. ¿Por qué estábamos en medio del desierto? Me llevé las manos a la cabeza, intentando entender lo que estaba pasando. No me acordaba de nada, ni el cómo había llegado hasta aquí. Miré al chico, que mantenía su brazo en alto, ya que estaba esposado a mí y yo me había llevado la mano a la cabeza.
- ¿Por qué estamos aquí? - Pregunté asustada. Se encogió de hombros, mirando a lo lejos - Esto tiene que ser una broma - Miré al cielo con desesperación - ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué yo? - Suspiré.
- Pregúntaselo a mi padre... - Lo miré sin entender.
- ¿Tu padre? - Comenzó a andar, tirando de mí. Miré las esposas mientras lo seguía, eran bastante extrañas; tenían símbolos que no entendía - ¿Ha sido tu padre? - Paré en seco, haciendo que parara también.
- Seguramente... - Dijo sin mirarme, comenzando a andar de nuevo, dándome la espalda en todo momento.
Iba vestido completamente de negro, con una camiseta de manga corta y unos vaqueros desgastados, manchados de arena y polvo, junto a unas botas militares. Se pasó una mano por el pelo, echándolo ligeramente hacia atrás; era tan negro como el carbón, en cambio, sus ojos eran de un gris precioso, casi inimaginable.
Nunca había visto ese color de ojos...
- ¿Quién eres? ¿Por qué tú padre me ha esposado a ti? ¿Y por qué estamos en mitad del desierto? - Interrogué, haciendo que se girara rápidamente, tomándome del mentón. Me miró fijamente con sus hermosos ojos, aunque eran fríos... No mostraban nada.
- Silencio - Dijo sin más. Lo miré durante unos segundos y aparté su mano de mi rostro de un manotazo.
- ¿Quieres que me calle? ¡Estamos esposados, perdidos en mitad del desierto y podría haber sido tu padre! ¿De verdad crees que me voy a quedar callada y no te voy a preguntar? - Me miró con algo de confusión y curiosidad - ¿Qué? - Pregunté al ver que me miraba en completo silencio.
- ¿Quién eres? - Preguntó con los ojos entrecerrados.
- Eso me gustaría saber de ti - Intenté cruzarme de brazos, pero las esposas me lo impidieron.
- Contesta - Me ordenó acercándose a mí, hasta quedar a centímetros de mi rostro. Sus ojos me nublaron la mente por un segundo.
- Yo pregunté antes - Dije frunciendo el ceño. Abrió los ojos levemente, parecía sorprendido. Retrocedió un par de pasos sin dejar de analizarme - ¿Cómo te llamas? - Pregunté con curiosidad.
- Vamos - Tiró de mí para que caminara.
- Genial... - Susurré colocándome a su lado.
En todo momento nos mantuvimos callados, aunque tenía curiosidad por saber quién era... Era muy guapo, incluso diría que podía ser modelo, pero podía estar con alguien peligroso. Supuestamente, su padre nos había traído hasta aquí, pero... ¿yo qué tengo que ver en todo esto? Si ellos tienen problemas, ¿para qué meter a un tercero?
Las horas pasaban y con ello, mis ganas de beber agua. Me moría de calor, de cansancio y me estaba deshidratando. ¿Cuánto llevaríamos andando? Miré al desconocido de reojo, viendo que estaba normal, no estaba ni siquiera sudando o algo cansado.
- ¿Estás seguro de que vamos en una buena dirección? - Me ignoró - Me encanta ver que eres tan amable, ¿eres así con todos? - Siguió mirando al frente, haciéndose el sordo - Supongo que soy yo... - Suspiré para mí misma.
Es cierto que no me suelo llevar bien con la gente, suelo estar sola, por no decir completamente desde que salí del orfanato, pero podría dignarse a responderme.
- Oye,... - Me costó decir - ¿podemos parar un minuto? Me estoy mareando por el calor - Pasé mi mano por mi frente, limpiando el sudor. Siguió caminando, ignorándome por completo - No puedo andar más... - Dije cansada, andando más lento.
- No hay sombra - Contestó, sorprendiéndome - Sigue andando - Ordenó, tirando de mí para obligarme a andar junto a él.
- Es enserio, estoy muy cansada y me muero de sed - Miré frente a nosotros; todo era desierto.
- Cuanto antes lleguemos, antes podrás descansar - Dijo serio.
- ¿Me puedes decir al menos cómo te llamas? - Pregunté, intentando adaptarme a su ritmo.
- Tengo muchos nombres... - Dijo sin más.
- ¿Cómo cuáles? - Se quedó callado.
- Hay demasiados como para decirlos todos - Dijo más para sí mismo que para mí.
- Pues... simplemente dime uno - Dije sin mirarlo. Se quedó en silencio, otra vez.
- Lucifer - Dijo al final. Lo miré con una ceja elevada.
- Lucifer... - Dije confirmándolo, miró a nuestra izquierda - ¿Cómo el diablo? - Me miró.
- También tengo ese nombre - Retiró la mirada de nuevo.
- Ya... - Estoy esposada a un loco, lo que me faltaba - Yo soy...
- Silencio - Paró en seco, mirando a nuestra izquierda, antes de tirar de mí hacia esa dirección.
Minutos después, escuché a un coche acercarse; ambos frené en seco junto a ¿Lucifer? Como sea... El coche se empezaba a escuchar cada vez más cerca, poco después lo vimos a lo lejos, pero estaba pasando de largo. Estiré los brazos y los moví mientras saltaba, para así llamar su atención, pero era inútil.