Lo primero que alcanzaron a ver mis ojos rojos fueron las nubes blancas que contoneaban el cielo, a diferencia de lo que piensan los humanos, el cielo no es todo nubes y ángeles jugando tenis con las almas de aquellos lo suficientemente puros para subir. En realidad las nubes solo son la base de una estructura enorme con forma de isla, la cual se divide en 7 partes que se conectan por puentes de color dorado.
Cada isla es desde la antigüedad dominada por un arcángel, con súbditos de ángeles menores que viven en ella y se asemejan a ciudadanos, dentro de cada una se encuentran también las almas de los humanos, los cuales una vez llegar al cielo eligen a donde quieren ir dependiendo de sus creencias religiosas y lo que fueron en vida.
En el centro de todo, está la isla principal, donde se yergue orgulloso el fuerte de dios, lugar donde obviamente reposa el trono de este mismo, dicha isla esta no solo gobernada por dios, sino también por su más fiel y poderoso súbdito miguel, y por supuesto antiguamente por mí. Las otras seis islas se encuentran dispersas tres a la derecha y tres a la izquierda y fungen como defensa principal en caso de problemas, que claro está, nunca los hay desde que yo me fui.
El horizonte y “cielo” es de color naranja de día, con pequeñas tonalidades de dorado y amarillo. De noche es entre azul oscuro y un hermoso morado brillante. Los humanos creen que el cielo queda en alguna parte de lo que ellos ven al mirar arriba pero oculto a la vista, pero en realidad está en otra dimensión al igual que el infierno, elevado en nubes claro está, pero no en las que se ven desde la tierra.
Los castillos, casas y edificaciones son de una época más antigua al menos para los humanos, hechas de piedra de color mármol las cuales tienen incrustaciones del idioma angelical como decoración, también hay ventanas, tejados, entre otras cosas, que se asemejan bastante a las construcciones humanas de la época medieval, con pequeñas variaciones obviamente.
Después de terminar de contemplar el pasaje que era mi dulce y antiguo hogar, camine rápidamente por el puente hacia la isla central, tenía que entrar en el salón del trono de papa ya que allí seria la conferencia.
Dicho puente no era muy largo y en pocos segundos estaba en los pies de la puerta de Pedro el imbécil cuidador. Para llegar hasta dios primero necesito a travesarlo a él y su pequeño islote donde se encuentra la única puerta, la cual en realidad no está sostenida por nada material, ya que no hay muros físicos que rodeen la estructura circular que forman las 7 islas, lo que cubre el cielo es como una cúpula que se asemeja a un manto de energía invisible, el cual ya me estaba profiriendo arcadas.
Hola pedro- dije sin siquiera detenerme a ver mucho al viejo gordo con bata blanca que estaba en frente de mí. Él era bajito, su tés bastante palida y siempre desde que lo recuerdo tenia una mirada de amargura, que escondía según yo, con esa sonrisa de mierda, su areola angelical estaba sustituida por una de pelo blanco, ya que este era calvo.
-Lucifer- dijo con un tono neutral y desapareciendo su sonrisa, no le agrado y el tampoco a mí, debí haberlo matado de primero antes de caer- vine a la reunión-dije- déjame entrar ahora- su mirada me repaso de arriba abajo- no has cambiado nada- respondió- sigues siendo la misma niña malcriada y sin modales que cayó en desgracia- no le respondí, seguí mirando al frente, en otro momento me hubiera detenido a discutir, pero tenía prisa y ansias, ya luego me las pagaría
-¿Cuáles son las palabras mágicas lucifer?, dilas y te abro- esta vez sí baje la mirada hacia él, está jugando conmigo- ¿puedes abrirme viejo de mierda?, podrías morir en cualquier momento y esperar a alguien más tomaría mucho tiempo- Pedro estallo de risa-no has cambiado nada- de repente su risa paro súbitamente- te odio espero que lo sepas- dijo y yo nuevamente aparte la mirada de el- causar ese sentimiento tan delicioso en ti solo me da alegría- respondí
-Un día de estos- dijo- alguien te va a quitar esa soberbia, niña malcriada, y ese día, espero estar allí para enterrarte como debió haber hecho tu padr…-de repente las trompetas sonaron, esas trompetas que anunciaban todo en el cielo y que a mi padre tanto le encantaban, tanto que aprendió a tocar todas las melodías posibles en ellas con un cuerpo humano para que le costara y que su poder de sabiduría no se activara.
-Creo, que mi padre me llama pedro- el aparto la mirada mascullando algo por debajo, y enseguida puso la mano encima de la puerta para retirar el sello y abrirla- suerte- me dijo- ojala papi no te grite mucho esta vez- pase por delante de él y le propine una sonrisa- gracias- dije- tratare de no matar mucha gente esta vez- y me fui.
Delante de mí se encontraba la puerta de metal que daba entrada al salón principal, estaba decorada con la imagen de todos los ángeles, no sé cuál es su altura pero sé que es mucho más grande que la del salón del infierno, tendré que cambiar eso.
Me impulse hacia delante para tocar la estructura, pero antes de poder hacerlo empezó a abrirse lentamente por sí sola, cuando por fin termino, mi mirada se encontraba de frente con el gran trono de dios, el cual estaba pegado a la pared final, este era de oro decorado con todo tipo de joyas, un desnivel por debajo estaban las sillas de los arcángeles que lo rodeaban formando una C y dejando el medio abierto, eran siete sillas, ya que obviamente la mía ya no estaba.
Pase lentamente y pude notar a mi padre viendo por un gran ventanal que quedaba en la parte derecha, desde el cual se veía la mitad del cielo, del lado izquierdo había una ventana igual donde se veía el otro lado, desde allí no se le escapa nada, después de todo estamos en un noveno piso.
-Hija mía, ha pasado un tiempo- dijo bromeando con una sonrisa que me hiso querer matarlo allí mismo- no tanto como quisiera- devolví la sonrisa, debo ser pasiva agresiva, ni muy insultante ni muy amable para que no sospeche algo- ¿Y quieres que hable ya?- realmente necesito una respuesta estoy desesperada