Lukyan

1. Noticia

Narra Vittoria
—No me puedes pedir eso —niego sorprendida y dolida por sus palabras.

—No te lo estoy pidiendo, Vittoria, es un hecho —sentencia.

Miro a mi padre todavía sin poder creer lo que acaba de decirme.

Su mirada de intimidación podría darle miedo a cualquiera, pero no a mí. He crecido con ella toda mi vida, siempre esperando algo más de mí parte y me frustra.

¿Por qué no puede solo amarme cómo soy?

Él no quiere una hija, él solo quiere alguien a quién manipular y yo lo he dejado hacerlo toda mi maldita vida.

—Siempre he hecho lo que me pides, siempre obedeciendo, pero no ahora —espeto furiosa—. No me pienso casar y mucho menos con él —siseo con desdén.

Debería de asustarme cuando él se pone de pie y se acerca de una forma muy amenazante, pero levanto mi cabeza cuando queda a solo pasos de distancia demostrándole que conmigo no funciona su amenaza.

—Vittoria, Vittoria… —canturrea y posa una mano en mi mejilla. Cualquiera pensaría que lo hace por cariño, pero ambos sabemos que no, mi padre está a nada de perder la poca paciencia que tiene y no me importa, porque no voy a ceder—. No nos pongamos desobedientes. Mi niña no es así.

Quito su mano de mejilla con furia y no paso desapercibida su mirada sorprendida.

Padre está acostumbrado a conseguirlo todo, pero hoy no lo hará. No a costa mía.

—Ya dije que no lo haré —arrugo mi frente.

—Vittoria… —Da un paso más acercándose y niego.

—¡No! ¡¿Por qué debo de casarme para que tu puedas ser feliz?! —pregunto en gritos y se forma un nudo en mi garganta—. ¡No lo haré y menos con él! ¡Es un imbécil y lo odio! Debes…

Y antes de que pueda continuar mi rostro se gira por la bofetada que me ha dado. Me mareo un poco porque no ha sido un golpe suave, al contrario, él ha dejado caer toda su rabia. Mi vista se vuelve borrosa por las lágrimas que se comienzan a acumular, la zona del golpe me punza y de seguro me va quedar un gran moretón.

Observo a mi padre, pero en su mirada no hay arrepentimiento y mi corazón duele.

—¡Ya basta, Vittoria! ¡Deja de comportarte como una niña y comienza a ser la mujer que dices ser! —me grita. En el proceso me toma por los hombros y me zarandea con fuerza—. Vas a hacer lo que yo digo o habrá serias consecuencias —una sonrisa espeluznante se forma en sus labios y me dan ganas de vomitar—, y ninguno de nosotros quiere eso ¿cierto?

Para éste punto lágrimas caen por mis mejillas y niego varias veces ante lo que dice.

¿Consecuencias? Las conocía perfectamente, toda una vida al tanto y sin poder hacer nada.

Aprieto mis manos a los costados porque quiero gritarle miles de cosas, pero no puedo o terceras personas saldrán heridas con las consecuencias de mis actos.

—Me alegra que podamos llegar a un acuerdo —asiente feliz. Deja un beso en mi frente como si aquello me hiciera olvidar todo lo que ha pasado y una parte de mí, que odio, anhela que papá hubiese sido cariñoso conmigo toda la vida, pero él no es así—. No quería recurrir a la violencia, pero debes entender que no estabas cooperando.

De nuevo quiero vomitar porque él lo hace ver siempre todo a su favor, e intenta hacerme sentir culpable por lo que acaba de pasar.

Es un hombre al que le gusta manipular a las personas a su alrededor y lo sabe hacer muy bien, para no decir que lo hace perfecto.

Lo veo girarse para tomar unas cosas y poder poder irse.

—¿Por qué me haces ésto, padre? —Sus pies se detienen, pero no se gira, solo me da una mirada sobre su hombro—. ¿Por qué conmigo y no con ella?

Pasan varios segundos, aunque para mí es una eternidad, donde no responde y creo que no lo hará.

—Sabes perfectamente cuál es la respuesta, Vittoria. —Y eso es lo último que dice antes de salir del despacho dejándome sola.

Me llevo una mano a mi boca intentando apaciguar mis sollozos, pero es imposible porque el dolor y la rabia me consumen.

Odio lo débil que él me vuelve. Sus palabras siempre me destruyen, aún más que los golpes y lo odio.

La puerta del despacho se vuelve a abrir y me encuentro con los ojos preocupados de mamá, ella se acerca con rapidez al verme llorando y me refugio en sus brazos.

—Lo siento, cariño, lo siento tanto —murmura una y otra vez sin dejar de acariciar mi cabello. Mis sollozos se van incrementando y ella me abraza con más fuerza—. Me gustaría que todo fuera diferente, me gustaría hacerte feliz —sus últimas palabras también salen en un sollozo y es que ambas estamos superadas con la situación.

Mi padre y mamá no tienen una buena relación. En realidad solo están casados por conveniencia, pero eso no quita que ella sea el saco de boxeo que usa cada vez que uno de nosotros desobedecemos.

Cuándo pequeña creía que ellos eran perfectos juntos, hasta que un día lo vi. Con apenas seis años vi a mi padre golpear a mi madre sin parar, los ojos de ella se encontraron con los míos y aún siendo maltratada me pidió que me escondiera.

Me costó un poco entender, pero lo hice y me escondi. Tapé mi pequeña boca para no soltar sollozos, pero las lágrimas corrían por mis mejillas sin parar y para cuando mamá me encontró mis piernas estaban adormecidas. Ella me abrazó muy fuerte y me pidió que lo olvidara, que todo era un accidente y que nunca más volvería a pasar, pero no fui capaz de hacerlo. Cada noche esa imagen me atormentaba y aunque quise creer en sus palabras de que nunca más volvería pasar, unos años más tarde me di cuenta que padre nunca se detuvo.

—No es tu culpa, mamá —murmuro ya estando más calmada.

Ella en ningún momento ha dejado de acariciar mi cabello y se siente bien. Amo a mi madre.

—Sí lo es, debería de hacerle frente y defenderte —sisea.

Levanto mi rostro y la miro.

—No puedes hacerlo —Niego—. Él te matará y lo sabes.

Ella suelta una risa, pero la tristeza es evidente.

—Hace mucho que ya no estoy viva, cariño. Hacerlo más real no será difícil. —Se encoje de hombros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.