Lumen.

3 *El guardaespaldas*

Ivanna

 

—¿Pueden explicarme lo que pasó? —Mis padres se miraron el uno al otro sin atreverse a responder—. Ustedes saben, estoy segura.

Fue todo muy raro y estaba convencida de que ellos estuvieron al tanto de lo que pasó, ya que convenientemente me esperaban en el hotel donde estabamos resguardados. El joven misterioso, solo intercambió miradas con ellos y se fue al yo bajar del auto.

—Hija... —Mi madre se sentó junto a mí—. No habíamos salido del cine, cuando alguien nos llamó y nos dijo que estabas en peligro y que te traerían a este lugar.

—No, no les creo. —Me levanté para evadir la caricia que mamá iba a dar en mi cabello.

— Iv, es que... —Mi papá dejo inconclusa la frase, no atrviendose a decir la verdad de lo que sucedía.

—¿Es por esto? —dejé que mi cuerpo se iluminara. Mi padre cerró los ojos, incomodo con lo que veía. Con el estúpido y raro fenómeno anormal que era su hija—. Lo suponía. —Yo era un bicho raro, tanto que ni mis padres lo aceptaban. Incluso, la mirada de desprecio que el tipo de cabello largo me dio, me lo confirmaba. Tomé una de las batas del hotel, ya que estaba en pijama y me la puse dispuesta a salir de ahí.

—¿Qué haces, Ivanna? —preguntó mi madre cuando ya tenía la mano en la perilla de la puerta.

—Irme —expliqué lo obvio—, voy a caminar.

—¡Por supuesto que no! Con lo que acaba de pasar no vas a salir. —Mamá me jaló y se interpuso entre la puerta y yo.

La reté con la mirada, pero por supuesto que de nada me sirvió, porque sin duda ella ganó la pequeña batalla. Volví mis pasos hasta la cama y me dejé caer en ella, tomando las sabanas y tapándome hasta la cabeza. No podría dormir, pero por lo menos evitaría a mis padres y sus respuestas inconclusas.

 

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Tuvimos que pasar dos días más en el hotel del aburrimiento. Ni siquiera pude ir a la universidad. Hablaba lo menos posible con mis padres; solo para lo necesario cruzaba una que otra palabra. El infierno de la aburrición, terminó cuando papá recibió una llamada misteriosa de alguien que le aviso que podíamos regresar a la casa.

Obviamente, no me fue compartido ningun dato sobre la dichosa llamada, ni los detalles de por qué ya estaríamos a salvo de regreso en casa. Asi, que seguí en mi actitud molesta con mis papas al crusar la puerta de nuestro hogar. Nos quedamos algo imresionados cuando observamos todo a nuestro al rededor. Todo estaba en orden. Todo. Parecía que no había pasado nada, incluso estaba más limpio de lo normal. Mis padres se instalaron como si nada hubiera sucedido, lo que hizo que les diera una mala mirada y subí a mi habitación.

Lo mismo. Orden, por todos lados, incluso la cama estaba tendida, cuando no la había dejado así. Me acerqué a la lámpara de noche que le había lanzado al joven misterioso. Él no se vio impresionado en ningún momento, al contrario, su rostro reflejaba burla. No me podía quitar al tipo de la cabeza. Me daba coraje, su manera de mirarme y de tratarme. Recordé mi valiosa colección de libros y me aseguré de que no faltara ninguno. Digo, quizá los que irrumpieron en la casa, tenían la intención de robar mi última adquisición, pero me tranquilicé, cuando vi que no faltaba nada. Dejé todo en su lugar y decidí dejar mis cosas en el escritorio. encendí me teléfono, que estaba sobre este. Eran las siete cuarenta y cinco de la mañana. Bien, si era rápida, podría llegar a la segunda clase de la universidad. Me bañé a prisa y me vestí. Al pasar junto a la cama, jalé la colcha que la cubría. Una manera estúpida de vengarme de la situación. Bajé rápidamente las escaleras y mis papás me miraron de forma inquisitiva.

—Según tus fuentes que no quieres reveler, papá, no hay peligro por ahora ¿No? Seña de eso es que pudimos regresar a casa. Así que me voy a clases. —Caminé hacia la puerta con prisa, antes de que decidieran otra cosa.

—Ivanna. —Me detuve en seco, no era muy común que mi papá me llamara por mi nombre, a menos que fuera a regañarme—. Recuerda que hoy comienzas a trabajar en las farmacias, te espero a las tres de la tarde. —Asentí a manera de que supiera que lo haría y salí de casa.

En el auto sentí la ligera punzada de arrepentimiento por tratar así a mis papás, pero no había otra forma. Ellos no confiaban lo suficiente en mí como para decirme lo que realmente estaba sucediendo. Al llegar a la universidad, me fui a la cafetería a esperar que la clase de economía terminara. Mientras tomaba un café y ojeaba uno de mis libros, mis ojos fueron cubiertos.

—Adivina quién soy. —La voz divertida de Bruno, mi novio, me hizo suspirar.

—Mmm, no sé. ¿Eres el guapísimo Cris Evans? —gruñó a modo de respuesta, descubrió mis ojos y se sentó frente a mi cruzándose de brazos y haciéndome reír—¿No me digas que te pone celoso un actor de cine que vive a miles de Kilómetros de Lux City?

—Graciosa —su sonrisa apareció—. Te estuve llamando, no he sabido de ti en un par de días. ¿Dónde has estado? —Lo miré sabiendo que no podía ofrecerle la respuesta que merecía.

—Hubo un problema. Una fuga en las tuberías de la casa y tuvimos que irnos a un hotel en lo que reparaban.

—¿Porque no me llamaste, Iv?




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