Lumenabine: Thessara

XIII: GENOXUS, NEXO

—¿Cuánto falta para el amanecer? Creo que empiezo a entenderlo —aseguró Khael desde la cama de Iskander.

—Seguramente una hora —respondió Iskander, mirando por la ventana.

—¿En serio? ¿Cómo lo sabes? —preguntó Aelyn con voz arrastrada; sus ojos empezaban a cerrarse solos, aunque seguía de pie.

—De pequeño solía despertar varias horas antes para ver el amanecer —contestó Iskander en un tono suave, mientras se recostaba contra el marco de la ventana.

—Ah, ¿sí? Qué curioso.

—¿Qué importa? Creo que ya lo tengo. ¿Alguien quiere probarme? —dijo Khael con renovada energía. Se levantó de la cama de Iskander y mostró el puño con entusiasmo.

—Creo que será mejor que nos lo enseñes después del desayuno. Deberíamos descansar —sugirió Iskander, sin apartar la vista de la ventana.

—Es cierto, ya es hora de que me vaya —murmuró Aelyn, tambaleándose ligeramente mientras se incorporaba.

—¿Qué? No pueden irse ahora, ¡de verdad lo tengo! —protestó Khael.

—Lo siento, Khael —respondió Aelyn con un bostezo, empezando a caminar hacia la puerta.

—Alyn —la interrumpió Iskander.

Ella se detuvo y lo miró con los ojos pesados de cansancio.

—Aún no ha salido el sol, debe hacer mucho frío afuera, y la brisa parece terrible. Quédate a dormir aquí; puedes usar mi cama, y yo me iré con Khael a su habitación.

Khael frunció el ceño, incrédulo.

—Conozco una opción que te gustará más, princesa —rezongó Khael mientras enseñaba los dientes en una sonrisa.

—Ya deja eso. ¿Qué piensas, Aelyn? —Iskander se volvió a ella, ignorando el comentario de Khael.

—Gracias, Isk —respondió ella, dejándose caer en la cama de inmediato, demasiado agotada para añadir algo más.

En sólo unos minutos sus pestañas descendieron sobre la miel en sus ojos y apuntaron al vacío.

—De verdad es hermosa, y tú, en realidad, un imbécil —murmuró Khael, observando cómo su cabello se desparramaba sobre las sábanas blancas.

—Ya deja de mirarla. Vámonos —sentenció Isk, con los brazos cruzados.

Dejaron atrás a la puerta y a la chica, recibieron la luz blanca de la noche y giraron hacia la puerta de la habitación continua, la de Khael.

Apenas dos horas después, cuando la luz del sol se filtró por la ventana, Iskander despertó. Lo primero que notó fue un dolor leve provocado por un peso extraño en su cintura. Al frotarse los ojos para ver con claridad, distinguió la pierna de Khael descansando sobre él. Se la quitó de encima con brusquedad y se incorporó de inmediato.

Khael empezó a moverse y abrió los ojos despacio.

—¿Qué fue eso? —quejó Iskander, frunciendo el ceño.

—Ah, eso... —Khael se rascó los ojos y bostezó—. Lo siento. Solía hacer eso con mis antiguas compañeras.

—¿Compañeras? ¿De qué estás hablando? Ahora entiendo todas tus bromas —dijo Iskander con desaprobación.

—No estoy seguro de que mis bromas vengan de ahí. Es solo que, durante las noches heladas, ellas llevaban ropa muy ligera, así que, para poder dormir, nos cubríamos mutuamente.

—Khael... —replicó Iskander con un tono suave.

—Démonos prisa. En el desayuno podremos hablar con Ill y Maia. Tal vez tengan información sobre Ousban.

«¿Desde cuándo te interesa el grupo?».

Llamaron a la puerta de Iskander justo en la habitación de al lado, en busca de su compañera. En unos segundos ella se mostró tras la madera oscura, reluciente, según Iskander.

—¿Cómo les fue anoche, chicos? —dijo en cuanto se enseñó, sin dar muestra de la vulnerabilidad que el sueño le había producido por la madrugada.

—¡Fue horrible! Isk casi me besa mientras dormía —afirmó Khael, mientras “alertado”, movía los brazos y sonreía con picardía.

—¿Qué dices? —quejó Isk.

Aelyn dejó escapar una suave risa. Iskander la observó en absoluto silencio, sus cejas se relajaron y se olvidaron del resto de sus objetivos por unos segundos. Sus ojos seguían siendo igual de poderosos, como si inocentemente, lograran atravesarlo. Le resultaba increíble que ella no fuera consciente del impacto que tenía sobre él, del modo en que sus ojos habían moldeado algo dentro de él todo este tiempo. Ella lucía impecable, como alguien que no tenía de qué preocuparse. Incluso tras solo dos horas de sueño, su rostro era… ideal.

—¿Finalmente lograste probar tu Control, Khael? —preguntó Aelyn, con leve curiosidad.

Iskander volvió a su realidad en ese momento.

—No, he decidido que Rob será el primero en probarlo —respondió con una sonrisa maliciosa.

—Espero que esté bien después de mi golpe de ayer —dijo ella, cruzándose de brazos.

—Ese tipo es demasiado duro. Estoy seguro de que, aunque su nariz haya sangrado, no sintió nada de dolor —afirmó Khael, encogiéndose de hombros.

«Es cierto. El golpe de Aelyn apenas pudo romperle la nariz, pero él destrozó una roca con la cabeza. ¿Qué tan lejos estamos de alguien como él? ¿Qué se necesita para ser un Maestro Genoxiano?».

Entre estas cuestiones, dejaron atrás el castillo de mármol, descendiendo las escaleras. Afuera, el sol cálido que ya habían notado, los recibió, acariciando sus pieles. Con el ánimo renovado de la mañana (y el ansia por el desayuno), avanzaron hacia El Comedor.

En la misma mesa donde se habían reunido el día anterior, identificaron a Ill y Maia, aunque parecían estar en medio de una discusión.

—Alyn —dijo Maia, poniéndose de pie en cuanto la vio.

Ill permaneció en su lugar, observando con evidente enojo.

—Buen día, Maia. ¿Qué sucede con el joven Ill? —preguntó Aelyn, sin ocultar un toque de curiosidad.

Iskander y Khael los observaron en silencio, atentos a la situación.

—Él no quiere revelar nuestro entrenamiento. Dice que, para ganar el Torneo de las Edades, no puede compartir detalles del entrenamiento de su grupo con un equipo que podría ser rival —explicó Maia con seriedad.

Iskander percibió la tensión en el aire y miró rápidamente a Aelyn. Ella frunció el ceño.




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