Lumenabine: Thessara

XV: MISIÓN

Pasaron ocho minutos antes de que el viejo Phen abandonara El Comedor. Los miembros del consejo aprovecharon ese tiempo para intercambiar palabras y, poco a poco, se dispersaron en pequeños grupos, dejando a Rob aislado.

Nervioso y expectante, Rob se retiró a una esquina de los tres cubos que formaban el lugar, donde permaneció de pie, observando las dinámicas entre los miembros.

«Podría haber sido como ellos. Pero elegí el mayor servicio: ser el más fuerte, el más comprometido. Al final, soy el hijo de mi padre.

Es una situación compleja, pero creo que los dioses deberían favorecerme. Aunque tal vez me equivoque. Ellos son dioses, no se trata de favorecer o no; simplemente deciden».

De pronto, distinguió una figura conocida acercándose hacia él. Era Mima.

—Aléjate, Mima. Los demás empezarán a juzgarte si te ven relacionándote conmigo — dijo Rob, evitando mirarla directamente.

—El único juicio que importa es el juicio divino, Rob. Y para tu conveniencia, o no, se está llevando a cabo ahora mismo —le respondió ella, con serenidad que contrastaba con el nerviosismo de Rob. Su tono era firme, casi reconfortante.

—Supongo que tienes razón.

—Hace mucho que no hablamos, Rob. Extraño cómo eran las cosas antes.

—No me gusta que hables de eso, y no me arrepiento. Fue lo mejor para todos: fui señalado como digno heredero, el hijo de mi padre, y tú cumpliste tu sueño. —Rob desvió la mirada hacia el suelo.

—Pero no fue tan bueno como pensé —continuó ella. Su tono se elevó un poco.

—Pero Rui es un buen niño. ¿Cuántos años tiene ya? ¿Siete?

La mención de Rui iluminó brevemente el rostro de Mima.

—Sí, siete.

—¿Cómo explora su Genoxus? ¿Ya sabe cuál es su Nexo?

—Lo sabe. Es Nexo Animal.

—¿De verdad? Es muy poco común.

—Sí, es cierto. Supongo que ha pasado mucho tiempo con los animales de nuestra casa. Su madre ha estado ocupada —respondió, esforzándose por ocultar su pena.

—Su madre —la miró a los ojos unos segundos, pero se volvió a la nada al notar que aquella mirada buscaba consuelo —, seguro que hace lo mejor para él.

—Eso espera —admitió, desviando la mirada. Luego, respiró hondo, tratando de recuperar la compostura—. Tu situación es complicada, Rob, pero me alegra haber hablado contigo antes de que se decida tu destino. Eres un buen hombre. Lamento lo que hicieron tus chicos.

—Yo no —dijo él con firmeza.

Mima lo miró, sorprendida.

—¿Rob? ¿De verdad dijiste eso?

—Lo siento. No sé qué me pasa —dijo con voz cansada y una sonrisa nerviosa.

—Has cambiado, Rob. No sé si eso es bueno o malo. —Mima lo observó con detenimiento.

—Yo tampoco —respondió suavemente, como para sí mismo.

Los miembros del consejo comenzaron a dirigirse nuevamente hacia la mesa; el padre de Rob, el anciano Phen, regresaba. Rob miró a Mima, y ambos se dieron un asentimiento mutuo. Regresaron a sus respectivos lugares: Mima ocupó su asiento en la mesa, mientras que Rob permaneció de pie, junto al asiento vacío a la derecha de su padre.

Todos aguardaron las palabras del viejo, quien preparó su garganta antes de hablar.

—Los niños no serán sentenciados a muerte.

Esa primera parte del discurso alivió a Rob, quien, al mismo tiempo, sintió el peso de las miradas que lo observaban, cada una reflejaba distintas impresiones. Kálazhos frunció el ceño.

—Pero no podrán seguir en el Torneo de las Edades, no de la misma forma. Al igual que tú, Rob —el viejo dirigió la mirada a su hijo.

Los murmullos entre los presentes se intensificaron.

—¿A qué te refieres, padre? —respondió, con voz que ocultaba su alerta.

—Los dioses han decidido que merecían ser castigados por su desobediencia, pero te brindaron una segunda oportunidad a ti y a tus chicos por varias razones. Primero, porque en la primera prueba hubo más muertos de lo esperado. Segundo, porque tu servicio ha sido reconocido, al igual que el potencial de tus alumnos como ganadores. Y tercero, por la capacidad de protección que sus acciones demostraron hacia la Confederación.

Rob gachó la cabeza y tragó saliva, respiró y entonces se volvió a su padre, en medio de los murmullos.

—De verdad lo agradezco, padre, pero ¿qué camino debemos seguir ahora en el Torneo? ¿Qué será diferente?

—Tiene que ver con el castigo, hijo mío. Para afianzar su servicio a los dioses, tanto tú como los dos chicos deberán alertar a todas las razas, desde esta aldea hasta Omnifromsbor. Ese será tu nuevo compromiso con los dioses. Deberás garantizar la protección de las razas, un trabajo que será únicamente el de ustedes, sin solicitar auxilio ni apoyo de nuestra aldea, el Torneo de las Edades no debe ser interrumpido. Si fallan, tus chicos serán asesinados y tú serás destituido oficialmente. Si mueren defendiendo la Confederación, serán considerados héroes. Si logran cumplir con la misión y regresan antes de que inicie la Segunda Prueba, podrán continuar en el torneo sin inconvenientes. Si no regresan antes de la Segunda Prueba, recuperarás tu título, pero tus chicos deberán abandonar Thessara y vivir bajo el absoluto secreto de lo que aquí ocurrió.

—Padre… reconozco tanto mi fortaleza como la de mis aprendices, pero la incertidumbre que encierra la palabra "proteger" es enorme. —Rob extendió los brazos buscando consideración —. No sabemos qué riesgos enfrentaremos, además de lo peligroso que es para personas no xephios acercarse a las razas sagradas. Las posibilidades de supervivencia, además de las implicaciones, son limitadas para quienes apenas y saben activar su Control.

—Esas fueron las decisiones de los dioses —respondió Kálazhos con una sonrisa satisfecha.

Rob apretó puños y dientes.

—Lo siento, Rob, pero las palabras de los dioses son órdenes para mí. Sus decisiones son incuestionables, como bien deberías saber. Y no te preocupes por la chica de tu grupo. Yo mismo la entrenaré como recompensa por su obediencia; esa fue otra de las indicaciones de los dioses.




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