"Para cambiar tu VIDA tienes que cambiar tus PRIORIDADES"
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Cuando salimos del hospital mi madre no me comenta nada sobre lo que habló con la Dra Roberta y me deja frente a la Biblioteca.
– ¿Segura que sabes cómo volver?
– Mamá por favor la casa está a dos cuadras.
– Ok me llamas si pasa algo.
Entro en la Biblioteca y el olor a libros me inunda (¿Y a qué huelen los libros? Pues no sé, a mí me huelen al paraíso) hay muchas personas sentadas en distintas mesas leyendo, haciendo trabajos y otros incluso solo hablando en voz baja, rodeados de estantes y más estantes llenos de libros, libros y muchos más libros.
– Hola – saludo a la chica de la recepción.
– Hola – levanta la vista del teléfono y me saluda – Bienvenida ¿en qué te puedo ayudar?
– ¿Esta es la librería o me he equivocado de lugar?
– Es esta pero está en la sección dos en el piso de arriba, aquí debajo está la biblioteca.
– Oh ya , gracias.
Luego de estar un largo rato escogiendo libros en la sección dos que me hacían mucha ilusión llevar a casa bajo a pagar, la chica de la recepción me los envuelve y decido ver la biblioteca un poco más para luego ir a casa.
Mientras camino por los pasillos inmersa en los tantísimos libros que hay noto en una esquina en una mesa apartada entre dos estantes a alguien sentado con los pies encima de la mesa, las manos cruzadas en la nuca y con un libro abierto encima de la cara.
Me acerco a pasos silenciosos y cortos para no despertarle hasta que estoy junto a el y detallo el libro que tiene sobre el rostro.
Orgullo y Prejuicio.
– ¿Me acosas? – el chico se quita el libro de la cara y yo de la sorpresa choco contra el estante y se me caen los libros que llevo al piso.
– Mierda digo perdón no era mi intención – recojo los libros y alzo la mirada dándome de bruces al notar que es el chico de anoche.
– Espero que sepas que esto es invasión al espacio personal.
Es un poco idiota ¿no?
– Espero que sepas que este lugar es público.
– Se acabó mi paz – mi vecino cierra el libro y lo pone en la estantería.
Un poco demasiado idiota.
– No es necesario, yo ya me iba.
– Da igual Allen – sale del pasillo y lo pierdo de vista.
Sabe mi nombre.
Salgo a pasos apresurados (casi corriendo) por dónde mismo el y me lo encuentro fuera de la Biblioteca sentado encima de la que supongo sea su moto poniéndose el casco.
– ¿Como sabes mi nombre? – es lo único inteligente que se me ocurre.
Bravo te aplaudo chica, eres lo más.
No logro descifrar la reacción de mi vecino a través del casco cuando alza la cabeza y la gira hacia mi por unos segundos hasta que arranca la moto y se va dejándome en la acera estática procesando la que fue por mucho la mayor vergüenza de mi vida.
Por idiotas como ese, es que me cuesta relacionarme con chicos.
Mi teléfono suena en el bolso.
– ¿Hola?
– Lu mamá me dijo que estabas en la biblioteca, espérame que estoy serca y voy a pasar por ti.
– Ok
Cuelgo la llamada sin esperar que mi hermana diga algo más y a los dos minutos llega Elodi en una moto con el rubio de la mañana y otro chico más.
– Monta – Elodi me lanza un casco que casi se me cae de las manos por la sorpresa y señala al otro chico.
– No pretenderas que...
– Hay por favor cuando dejaras de ser tan estirada.
Ignoro el hecho de que me dijo estirada y me subo a la moto del otro chico, me atacan los nervios y las manos me sudan porque nunca he montado una moto.
– Creo que deberías agarrarte – el chico delante de mi alza su chaqueta de cuero – de aquí.
Noto que fuera del casco se le salen algunos mechones de cabello rojo.
– Nunca antes me habia subido a una moto.
– Tranquila no te voy a dejar caer – paso mis manos aún temblando al rededor de su cintura y el pelirrojo posa su mano izquierda increíblemente calida encima de las mías – si que estas nerviosa.
No aparto su mano y la calidez de esta me tranquiliza un poco.
Carraspean a nuestro lado y no había notado que mi hermana y el rubio aún seguían ahí.
– Ya han terminado – mi hermana y el que la lleva sueltan una risita y yo le doy gracias a dios al casco porque estoy segura que mi cara se ha puesto como un tomate.
El pelirrojo asiente y ambos arrancan las motos, en menos de 20 minutos llegamos.
Cuando los chicos se detiene frente a la casa soy la primera en bajarme y entregar el casco a mi acompañante.
– Gracias... - no sé su nombre.
– Dario – el pelirrojo se quita el casco y mi vista se desplaza de sus ojos que son de un azul tan profundo como el mar en calma a unas pequeñas pecas esparcidas en sus cachetes y nariz, labios finos y algunos tatuajes saliendo de su cuello dejando ver su piel un poco más blanca de lo que es – me estás poniendo nervioso mirándome de esa manera.
– Perdón – no me había dado cuenta que lo miraba como si fuera una gota de agua en tiempo de sequía.
– Gracias Dario – Bajo la mirada a la calle y siento como mi cara se calienta un poco por la vergüenza – te veo dentro El – le pasó por delante a mi hermana.
– Espera, quiero presentarte a alguien.
Me detengo frente a mi hermana y el rubio.
– Este es Antoni un... amigo.
Antoni tiende su mano.
– Mucho gusto cuña... – mi hermana le da un codazo y el tose – Luna.
Ya entiendo por dónde le entra el agua al coco.
– Igual Antoni – le devuelvo el gesto y miro a mi hermana de reojo y pienso en devolverle lo del viajecito en moto que se montó - espero que tengas mucha paciencia y sobre todo muchas ganas de vivir para soportar a Elodi - miro a mi hermana y lo siguiente lo pronuncio muy lentamente letra por letra - cuñado.
Antoni se echa a reír y mi hermana se pone de todos los colores posibles.
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Editado: 12.03.2025