Luna de Hielo [saga moons #2]

Capítulo cuatro

     Por alguna razón que desconocían, los calabozos de la Luna Azul no eran un lugar de mala muerte, ni olía mal ni tampoco daba miedo en cuanto a los encarcelados y sus fachas. El edificio no contaba mas que con dos pisos, habitaciones pequeñas y vista hacia una pradera de color azul, junto con el hecho de que parecia mas una casa de campo que una carcel, salvo por el metal fundido en cada rincon y esquina.

     Dos soldados seniors iban al frente junto a Apolo, luego Joen, Alex, Thomas y por último, el grupo de post humanoides. Como tampoco se contaba con ascensor, procedieron a subir las escaleras, y doblando hacia la izquierda, continúan caminando hasta llegar al fondo del pasillo, el cual contaba con dibujos animados que recorrían las paredes azul oscuro.

—¿Por qué tienen caricaturas aquí?— inquiere Peter al examinarlas.

—Es para calmar sus mentes—dice uno de los guerreros mayores.

—En base a unas cuantas investigaciones, descubrimos que el contenido violento solo los incentiva más. Por esa razón contratamos a una diseñadora de interiores para que nos ayudará: supongo que resultó un poco— habla el otro.

     Apolo, quien al parecer lideraba dicha procesión, coloca su mano encima de un panel negro, y dejando que este analizara sus huellas dactilares a traves de un ligero resplandor, la pesada puerta acaba abriendose, y es asi como casi todos entran al cuarto.

     La lluvia invadía el ambiente en el exterior, la humedad empañaba las ventanas y algunos delincuentes, aquellos que ya no le temían a los regaños, se acercan a ver quienes eran los intrusos, esto gracias al pequeño espacio disponible en sus portones que podían tapar cuando ellos lo requerían.  Peter observa a unos cuantos antes de adentrarse en la habitación, y distrayéndose en el acto, un alien estampa su pie contra la puerta de hierro, lo cual provoca que el post humanoide de un salto en su lugar y que, al mismo tiempo, el alien lance una carcajada extraña y malévola.

 —Maldito idiota— susurra Alex extendiendo su mano.

     En un instante, los dedos del chico son cubiertos por escarcha, su pómulo derecho es invadido por símbolos parecidos a olas furiosas y la rendija del lunático, abierta solo un poco, es tapaba por el agua que sale de la piel del rubio, la cual, al hacer contacto con el material pesado, se congela.

 —Jamás he estado tan agradecido en toda mi vida— dice Peter con un nudo en la garganta.

—Alex, acordamos no hacer ese tipo de cosas.

—Lo sé, pero en mi interior nunca estuve de acuerdo, Joen.

—Deja el sarcasmo a un lado y centrémonos en esto, ¿quieres?—avisa Thomas al avanzar hacia el centro del espacio—. Tal y como nos comentaron, no hay rastro de una entrada forzada, ni tampoco de una salida.

—¿Entonces cómo pudieron huir?—inquiere Chelsea al cruzarse de brazos.

—Eso sin considerar la vigilancia que tienen aquí.

De pronto, Mérida fija la vista en el suelo, y jalando un poco la blusa de Julia, consigue que su amiga se gire a mirar su dedo apuntando hacia el piso, específicamente debajo de una de las camas. Un pedazo de resorte se exhibía a un lado, y sin perder más tiempo, la castaña abre su mano y desde su lugar, alza el lecho y lo deja levitando en el aire, logrando así que los demás vieran el conjunto de materiales que ahi habia: vidrio, navaja, partes de relojes y unas cuantas cosas más. 

—Si que lo conoce bien, señor Apolo— opina uno de los senior.s

—¿Por qué lo dices?

—Porque tu padre nos comentó que Samuel construiría su propio portal— le contesta el otro guerrero a Joen.

     Una confusión inesperada se apodera del chico, aunque termina por esconderla al ver a su progenitor acuclillarse frente a las herramientas, tocarlas y palparlas.

—Oye, gatita, creo que ya puedes bajar la cama.

     Después de unos segundos en los que un ligero dolor se extiende por su cabeza, Julia hace uso de su otra mano y cumple con lo que le piden, no sin antes escuchar las alabanzas que uno de los muchachos mayores le hace en cuanto a su habilidad.

—¿A que Luna perteneces, hermosura?

—A ninguna, tarado, y para que lo sepas, se llama Julia.

—Ella puede decirlo por si sola, ¿no?

—Claro que puedo, y dado que si sé comunicarme, les pido a los dos que cierren la boca y se concentren en lo que de verdad importa— advierte la chica severamente.

—Gracias por tus palabras— le dice Apolo al levantarse—. No es de extrañar que hicieran uso de un portal para irse aquí: la brújula y el reloj son esenciales para el proceso, y conociendo a Samuel, es probable que tuviera unos en los bolsillos.

     “En lo referente a dónde fue a parar, diría que debemos de investigar al planeta tierra: por alguna razón que desconozco, ese lugar le traía una ligera obsesión cada cierto tiempo.”

—Entendido, señor. ¿Algo más?

—Si es posible, mencionenle al consejo sobre la posibilidad de entrar al territorio humano.

—Si, señor.

     Con los dedos a un costado de la ceja y la espalda recta, los dos soldados seniors se despidieron al salir de la habitación, y caminando hacia la salida, hablan del hecho de dar informes al Gobernante de la Luna Azul. Mientras tanto, los demás tardan en salir, ya que la visión de un Samuel nervioso y unos chicos siguiéndolo a donde fuera impregnan sus mentes. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.