Luna de Hielo [saga moons #2]

Capítulo cinco

 “—Al principio de su relación, todo parecía marchar bien, pero a medida que pasaron los meses, nos dimos cuenta de que en realidad no era así.”

     Lara chasquea la lengua ante el recuerdo de dicha conversación, y jugando con su cabello, se dedica a observar el paisaje que se exhibía ante ella a través de la ventana. Debía de confesar que, al vivir durante mucho tiempo entre humanos,  ella aun no lograba acostumbrarse a los ojos tan intimidantes de los extraterrestres ni tampoco a sentirse identificada con ese y con muchos otros detalles. 

“—¿Y por qué mamá nunca se dio cuenta?

—Lo hacía, si que lo hacía, Lara. Pero lo justificaba siempre: primero fueron los celos, después los gritos y luego le siguieron las prohibiciones. Yo peleaba con ella por eso, e incluso le decía que aún estaba en la etapa de conocer a otros aliens, sembrar amistades o salir, que se yo. Pero Catherine no quería escuchar, mucho menos si esas cosas hacían enojar a Samuel”.

     Una rabia repentina le golpea el corazón a la joven, y cruzándose de brazos, deja que la curiosidad envuelva la imagen un tanto incompleta que tiene sobre su padre. No lo conocía, eso era un punto menos, sin embargo y por lo que le decían las personas a su alrededor, él no era bueno… ¿Pero eso si era real?, ¿Su progenitor era tan malo como el mismo Hitler?

—Me gustaría conocerlo, y así poder formular mi propia opinión.

—¿Conocer a quien?

     Lara no reprime el grito agudo que la intromisión de Joen le provoca, ni tampoco oculta el movimiento que hace su mano al posarse sobre su pecho, cerca del corazón.

—Demonio, me asustaste.

—Perdoname, pero en mi defensa, estabas un poco ida—dice él cuando se para a su lado.

     Ella lo señala con un dedo a modo de aviso, aun cuando no supiera para qué clase, y es por eso que una ligera carcajada le invade la garganta contagiando así a Joen y generando un ambiente lleno de tranquilidad, por más loco que eso le pareciera.

—Es verdad, mi mente está en otro lado— habla la chica después de la sesión de risas.

—No tendrá que ver al lugar a donde fueron, ¿o sí?

—Quizás. No lo sé, últimamente no tengo ni idea de cómo reaccionar ante ciertas noticias. Me siento…

—¿Abrumada?—aporta Joen con las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Sí— responde la muchacha suspirando—. E inutil.

—¿Qué dices?

—Mírame, Joen: soy el objetivo que él persigue, y lo peor es que ni siquiera se defenderme o el por qué hace lo que hace.

—Quizás necesite tus habilidades para poder lograr algo, como el hecho de poder gobernar el resto de las lunas— susurra el joven al cruzarse de brazos.

     El silencio inunda la estancia, y junto a él, la ansiedad de lo que seguramente vendría. Sin embargo, Lara necesitaba saber más, aún cuando eso le inquietara mucho.

—¿Está mal querer conocerlo?

—No— responde él negando con la cabeza—. No está mal intentarlo, pero viendo como están las cosas, lo que menos quiere tu padre es tomarse el tiempo de conocerte.

—Si tan solo supiera donde está, iría y…

—¡No!— le grita Joen tomándola de los brazos.

     Sus dedos aprietan la piel de Lara, su fuerza la sacude de atrás hacia delante y la poca distancia que tienen del todo los hace sentir más de lo que deberían.

—Es mi vida.

—No me interesa que sea tuya, porque si la pones en riesgo quiere decir que no la aprecias lo suficiente— le responde el soldado—. Por favor, Lara, por lo que más quieras, no te arriesgues.

—¿Cómo no hacerlo, si todo lo que sucedió y está sucediendo es por mi culpa?

—Escuchame. La Guerra Infinita no fue por ti, ni tampoco lo que sucedió antes: no es tu culpa que tu padre sea un loco desquiciado, ¿me oyes?

     Sin previo aviso, Joen la rodea con sus brazos, la estampa contra su pecho y deja que su calor corporal la abrigue. No podía explicarlo, pero por alguna razón, la sola idea de que ella se arriesgara lo volvía loco, y el simple hecho de que algo llegara a pasarle, también. Los minutos corren, y Lara, no queriendo separarse, solo se aferra más al latido que viajaba por las costillas de Joen, ese que reflejaba todo lo que invadía su mente en esos instantes. 

     Las ganas de llorar le pican los ojos, aunque al final hace uso de toda su resistencia y se traga ese sentimentalismo para después preguntar:

—¿Cómo les fue en la cárcel?

—Mejor de lo que esperaba— contestó él acariciando el cabello—. Como sospechábamos, Samuel pudo escapar gracias a un portal creado por él.

—¿Eso es posible?—inquiere Lara saliendo de la curvatura del cuello de Joen.

—Sí, y para nuestra mala suerte, él es muy bueno en eso.

—¿En qué otras cosas destaca?

     Y a partir de ahí, Joen se encarga de contarle todo lo que sabe acerca de Samuel, “El Conquistador”: al parecer si tuvo unos cuantos amigos, pero el tener que socializar le costaba. También era inteligente, sobre todo en aquellas materias que conllevaban números, pero a pesar de eso y del hecho de que sabía controlar muy bien sus poderes, nada ni nadie pudo salvarlo de la oscuridad que atacaba sus días.




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