Luna de la Bestia

Capítulo XXIII: Ser fuerte.

 

 

KATTHLENN   D.

 

Había demorado algo de media hora en preparar chocolate con galletitas de mantequilla, como los de las dulces e mimosas abuelitas, intenté eso, al ver la sonrisa en la cara de Rose supe que el esfuerzo había valido la pena, no era tan pésima en la cocina.

 

—  Me llevo unos malvaviscos, ¿Necesitas ayuda en algo más Katth? 

 

—   No, cariño. Ve, antes que se enfríe, te alcanzo luego. — Dando pequeños saltitos abandonó la cocina.

 

Su  sonrisa, sincera, de esas que sin decir nada te contagian entusiasmo cálido, sin mentiras de por medio. Rose, es más madura que yo misma, la fluidez con la que se expresa es simplemente bella, especialmente cuando filosofa acerca de temas tan cruciales que incluso el mismo Platón hubiese discrepado amenamente, quizá algo no normal para su edad pero lindo de apreciar en una persona.

 

En el poco tiempo que estoy convivido con la azabache he notado varias peculiaridades, extrañas rutinas como recitar raras oraciones u que sé yo a altas horas de la mañana, llegué a pensar que estaba sonámbula sin embargo se veía muy lúcida, demasiado .

 

Tenía pensado informar a Eros de lo sucedido pues no vi normal el comportamiento de la azabache, desistí por sus visitas hurañas e inoportunas que  no me dejaron pegar el ojo tranquila por las noches, el insomnio no era buen compañero cuando sólo me hacían alucinar con unos ojos azules tan profundos e enigmáticos como el océano.

 

—   Te ha salido delicioso, está riquísimo, hay que guardarle un poco a Jason ¿Alcanza?  — Su vocecita chillona emerge de repente a mi costado, la azabache  también suele ser escurridiza.

 

—  Hay de sobra, y no me asustes así pequeña renacuaja.

 

Me mira con dramatismo, como si hubiese cometido algo atroz —  ¡Hey! Los renacuajos son feos, no se vale   — las manos en su cintura me recuerdan al aspecto de las jarras, no evito reirme ante mi repentina comparación.

 

—  Tampoco se vale aparecer de repente irrumpiendo mi concentración e hilo del majestuoso pensamiento humano  — Ríe conmigo, es una niña dulce.

 

Una madrugada anterior Eros nos honró con su presencia recostado sobre uno de los sillones del living de lo más tranquilo, la arrogancia en su sentar despreocupado desató mi enojo, encima, el descarado quiso besarme cuando le recrimanaba por la decadencia de compañía en la que todos los días se hallaba Rose. 

Imbécil.

 

El tal Jason aparecía vez en cuando y Eros lo hacía repentinamente como un criminal en su propia casa, ya que, nunca vi que ingresó por la puerta o bueno, quizá lo hizo por una de la puertas posteriores. 

 

No es de mi incumbencia.

 

—  Quiero mostrarte algo, acompañame, ven Luar.  — Rose jaló de mi mano suavemente, algo en su mirada me aturdió. 

 

—  ¿Qué?

 

—  Quiero mostrarte algo, vamos.  — Volvió a mostrarme una de sus dulces sonrisas.

 

—  Dijiste un nombre, ¿Puedes repetirlo?

 

—  Tienes que ser fuerte, mamá decía que todos podemos ser valientes si queremos, todo está en tí, eres increíble Luar.

 

Conocía ese nombre de algún lado, la reacción de mi cuerpo lo confirmaba, había empezado a temblar, no era bueno.

 

—  Debes ser muy fuerte, sé que puedes serlo. — Sujetó mi mano con más fuerza, no tanta como para dolerme —  Confía en mí, vamos, tienes que ayudarle, eres la única que puede salvarle.

 

Mis piernas se movieron por inercia,  mi mente aún se encontraba estancada en una confusa laguna  cuando Rose abrió una puerta de lo que parecía ser un sótano, habíamos caminado y yo  apenas era conciente de lo que veían mis ojos.

 

—  ¿Dónde estamos Rose? ¿A dónde va esa puerta?

 

—  A tu mente, debemos buscar tus recuerdos... los necesitas. — Volvió a jalar de mi mano con una peculiar sonrisa en su cara — debes encontrar tus verdaderos recuerdos, debes afrontar la realidad   — Soltó mi mano y cruzó la puerta tranquilamente —  ahora te toca a tí, ven, debemos darnos prisa.

 

¿Era esto un sueño? Parecía una de mis tantas pesadillas pero ¿Por qué se sentía tan real?

 

—  No, no es real, no.

 

Retrocedí apoyándome en la pared, al interior de la puerta se veía oscuridad y nada más, ahí no había nada, pero la imagen de Rose seguía parada con la mano tendida en mi dirección aturdiéndome, resolví dejarla pues dudaba que fuera real, lo más lógico era que se trataba de otra alucinación u una pesadilla. 




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