La luna brillaba con una intensidad extraña aquella noche sobre los Alpes suizos. El viento recorría los valles de Gruyères , trayendo consigo el eco de antiguas leyendas, de pactos sellados en sangre y secretos enterrados entre las nieves eternas. Las montañas susurraban historias olvidadas por los humanos… pero no por ellos.
En el corazón de esas montañas, oculto a los ojos mortales, se alzaba el Círculo de Lysvalen , el santuario de la manada más antigua del territorio suizo. Se decía que los Lysvalen eran descendientes directos de los primeros cambiaformas, los originales que habían sido tocados por la Luna misma. Su líder, Alaric Von Brecht , había reinado durante siglos, un alfa entre alfas, respetado y temido.
Alaric había nacido en el año 1475, en una época de fuego y sombras, cuando las criaturas sobrenaturales aún caminaban entre los hombres. Su lobo, Theron , era una bestia majestuosa de pelaje blanco como el hielo, con ojos de un azul profundo, idénticos a los de su compañero humano. Theron no solo era su vínculo animal, era su otra alma. Y ambos, humano y lobo, llevaban más de quinientos años esperando…
Esperando a su luna .
Ella.
Su reflejo perfecto.
Su igual en poder, luz y sombra.
Pero no estaba con ellos.
Se había perdido.
Borrada de la historia… y de su propio destino
Mientras tanto, en Lausana, una joven de veinte años despertaba cada noche con la sensación de que algo la llamaba desde lejos. Su nombre era Amara Rousseau , o al menos así la llamaban desde que fue adoptada por una pareja humana cuando tenía siete años. Nadie sabía realmente de dónde venía, solo que la encontraron temblando, sola, al borde de un bosque ennegrecido por el fuego. Las autoridades dijeron que había sido un accidente, una explosión. Pero Amara no recordaba nada, solo un par de ojos dorados mirándola entre la neblina… y la promesa de volver.
Ahora, estudiaba enfermería en la Universidad de Ginebra y era voluntaria en el exclusivo Hospital Privado Lykos , uno de los más avanzados del país, propiedad de un empresario misterioso y filántropo: Alaric Von Brecht . Ella nunca lo había visto en persona. Solo escuchaba rumores sobre su elegancia, su mirada intensa, su poder en los negocios. Pero también, sin saberlo, caminaba cada día por los pasillos del mundo al que pertenecía por derecho.
Amara era distinta. Siempre lo supo. Su cuerpo sanaba con rapidez, podía correr sin agotarse, y su oído captaba sonidos que nadie más parecía notar. Había noches en que la luna la inquietaba, y su corazón latía como si quisiera romper su pecho. En esos momentos, se abrazaba a sí misma y se repetía que solo era ansiedad, que no había nada dentro de ella...
Pero mentía.
Lo sentí en lo profundo de sus entrañas.
Algo dormía en su interior.
Y ese algo estaba despertando
Theron se movía inquieto dentro de Alaric.
—Siente su esencia… —le susurró el lobo—. Está cerca.
Alaric alzó la mirada desde su despacho, un piso entero en lo alto del edificio de su conglomerado médico. Las ventanas reflejaban la ciudad iluminada, pero sus ojos estaban fijos en un punto invisible.
—Lo sé —respondió en voz baja—. Cada noche es más fuerte.
—Está viva.
—Y no lo sabe.
—Es tiempo.
Su beta y mejor amigo, Kaelen Dürst , entró sin tocar. Kaelen era más joven, pero había nacido dentro de la manada y era uno de los mejores guerreros de los Lysvalen. Su lobo, Nivak , era ágil, de pelaje ceniza y astuto como la noche. Entre ellos no hacían falta muchas palabras.
—¿La tiene sentido otra vez? —preguntó Kaelen con seriedad.
-Si. Y esta vez… más cerca que nunca.
Kaelen se quedó en silencio. Sabía lo que significaba. La leyenda decía que el lazo del alma podía resistir siglos, pero una vez que ambos estaban en el mismo plano, se volvió imposible de ignorar.
—¿Crees que está en el hospital?
—Estoy seguro.
Una mañana, Amara caminaba rumbo al hospital cuando una mujer anciana apareció frente a ella. Vestía ropas largas, antiguas, y un colgante con un símbolo que le resultó vagamente familiar: una luna y un lobo entrelazados.
—Amara… —dijo la anciana, con una voz suave como el viento de otoño—. Por fin te encuentro.
Amara se detuvo, desconcertada.
—¿Nos conocemos?
—No aún. Pero yo te conozco desde antes de que supieras hablar. Tu madre era una loba valiente, y tú… tú eres la heredera de la manada Alphenmeer , la manada perdida.
El mundo giró.
Amara sintió un vértigo arrepentido, como si la tierra se desvaneciera bajo sus pies.
—Debe ser un error —murmuró—. Yo no soy… eso.
La anciana sorprendida con dulzura. Sus ojos brillaban con sabiduría antigua.
—Tu alma no lo ha olvidado. Solo duerme. Pero pronto… muy pronto… despertarás. Y cuando lo hagas, la luna te reclamará.
Y entonces desapareció. Tan repentinamente como había llegado.
Amara quedó inmóvil, como si algo dentro de ella acabara de agrietarse. No sabía por qué, pero creyó cada palabra. En lo más profundo, una voz se alzaba como un eco que regresó desde siglos atrás.
"Recuerda quién eres…"
En las sombras del mundo sobrenatural, no todos deseaban el regreso de la Luna Perdida. Había criaturas antiguas, como los Schattenbluts , una secta vampírica oculta en los bosques del Jura, que aún recordaban la batalla donde los padres de Amara perecieron. Su regreso significaba un peligro para sus aviones.
—La loba vive —dijo uno de los líderes vampiros, con ojos rojos como brasas—. Y si se une al alfa… todo lo que hemos construido caerá