La habitación estaba bañada por la luz tenue que iluminaban suavemente las paredes de piedra. Amara estaba dentro del baño, la cálida agua envolviendo su cuerpo, mientras las tensiones del día comenzaban a disiparse. Había sido un día largo, marcado por la confrontación con Kendra, y las emociones, aún frescas, pesaban en su corazón. Cada gota de agua que tocaba su piel parecía intentar calmar la tormenta interna que la sacudía.
Fuera del baño, Alaric permanecía cerca, su presencia fuerte, pero silenciosa. La había acompañado hasta el umbral de ese espacio privado, entendiendo que era momento de dejarla sanar a su propio ritmo. Sin embargo, en su interior, su preocupación por ella nunca se desvaneció. Había sentido la oleada de sus emociones a través del vínculo, como si las barreras entre ellos se desvanecieran cada vez más.
Amara terminó su baño y, envuelta en un paño, salió lentamente del baño. El aire fresco de la habitación la recibió, y sus ojos se encontraron con los de Alaric. Había algo diferente en él, algo que nunca antes había notado tan intensamente. Su mirada estaba llena de comprensión, de una ternura profunda que le hizo sentir, por primera vez en mucho tiempo, que no estaba sola. No con él cerca.
—Amara... —su voz fue suave, cargada de una ternura que parecía envolverla—. Siento lo que has vivido, lo que has sentido. A través del vínculo, puedo percibir cada emoción, cada pensamiento que atraviesa tu mente
Amara no pudo evitar bajar la mirada. La vergüenza aún se mantenía, la sensación de humillación por lo ocurrido con Kendra aún no desaparecía. En su mente, las palabras crueles y el empuje la perseguían.
—Alaric... —dijo en voz baja, su tono lleno de vulnerabilidad—. No sé si soy lo que esperabas. Me siento pequeña, inútil... todo esto es nuevo para mí, y no sé si lo estoy haciendo bien.
Él dio un paso hacia ella, su presencia reconociendo la fragilidad de su ser en ese momento. Con una mano, levantó su mentón, haciéndola mirarlo a los ojos.
—No estás sola, Amara. Nunca más estarás sola. —Su voz era profunda, cargada de una certeza que llegó a su corazón. Lo que has sentido es natural. Pero quiero que sepas, que en este momento, lo que más deseo es protegerte. No tienes que temer
Alaric dejó caer su mano suavemente sobre su hombro. Su toque era firme, pero al mismo tiempo, lleno de calma. La confianza que emanaba de él era tan palpable que Amara no pudo evitar sentirse más tranquila, como si todo lo que necesitaba era su presencia.
—Tú eres la luna, Amara. La que está destinada a regresar. Y no te preocupes por lo que pasó hoy. Nadie más podrá quitarte ese lugar que te pertenece. Tu lugar junto a la manada, junto a mí. —Él tomó su mano, entrelazándola con la suya, y la condujo hacia un asiento cercano.
—A la mañana siguiente, quiero llevarte a conocer la manada. Quiero que veas de dónde venimos, lo que hemos luchado para llegar aquí. Y quiero que aprendas de los nuestros.
Cada uno de ellos tiene una historia, y tú... tú serás parte de esa historia. —Alaric hizo una pausa, mirando sus ojos con una intensidad que transmitía un amor profundo
—. Amara, no me olvides. No olvides el vínculo que compartimos, porque es eterno. Eres mi amor, el amor que tanto esperé. Y ahora que te he encontrado, no dejaré que nadie te haga daño. Te amo.
Amara sintió una calidez profunda envolviéndola. Las palabras de Alaric no solo tocaban su corazón, sino que tejían un lazo más fuerte entre ellos. Un lazo que, aunque nuevo, parecía haber existido desde siempre.
—Lo siento, Alaric... —susurró, dejando que la vulnerabilidad invadiera sus palabras. .Es solo que tengo miedo. Todo es tan grande, tan desconocido
Él sonrió con dulzura, acercándose más. Con una mano, acarició su rostro, dejando que sus dedos trazaran el contorno de su piel. El roce de su toque fue tan suave que casi parecía un susurro en sí mismo.
—Lo entiendo. Y por eso te prometo que estaré a tu lado en cada paso del camino. —Sus palabras fueron suaves, pero firmes, un ancla en medio de la tormenta emocional que Amara sentía. No importa lo que ocurra, no importa cuán difícil sea, yo te protegeré, y lo haremos juntos. No tienes que cargar con esto sola
Amara cerró los ojos, dejando que sus palabras la envolvieran. El calor de su presencia era lo único que necesitaba en ese momento. Cuando los abrió nuevamente, vio en los ojos de Alaric algo más que una promesa. Era una certeza. Él realmente estaba allí para ella.
Sin decir más, él la levantó suavemente, llevándola hacia la cama. El aire estaba cargado con la cercanía de ambos, la electricidad palpable entre ellos. Alaric la miró con una intensidad tranquila, antes de besarla con ternura, dejándose llevar por el deseo y la emoción que compartían.
En ese momento, Amara dejó que el miedo se desvaneciera. Se entregó a él, y en sus brazos, encontró no solo consuelo, sino también un futuro juntos. .