El que arde por dentro
La tormenta no se detuvo durante toda la noche.
Relámpagos cruzaban el cielo como grietas en la oscuridad, y la lluvia golpeaba la tierra con una furia salvaje .
Ayla dormía profundamente, envuelta en una manta húmeda, su respiración tranquila a pesar del caos que la rodeaba.
Pero Rowan no dormía.
Estaba sentado en cuclillas, a unos pasos de ella, mirando el fuego que había logrado encender bajo la roca, como si intentara recordar algo… o impedir que volviera.
El fuego siempre lo hacía recordar.
Las llamas eran traicioneras: bellas, cálidas, necesarias… pero siempre hambrientas. Lo recordaban a ella. A Eira.
Su pasado.
Su culpa.
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Diez años atrás, Rowan no tenía ese nombre. Se llamaba Arden, y era un cazador de sombras. Criado por el clan de los Silenciosos, hombres-lobo sin manada, sin patria, sin ley. Se alimentaban de oscuridad, de poder, de sangre derramada bajo luna nueva.
Pero él no era como ellos. Siempre había algo en él que dudaba. Que se resistía.
Hasta que llegó ella.
Eira ,Mitad humana, mitad bruja. Pura luz. Una risa que derretía el hielo. Y una mirada que lo había desarmado con solo verlo una vez, en medio de una emboscada en el bosque.
No debía enamorarse de ella. Ni hablarle. Ni perdonarle la vida aquella noche.
Pero lo hizo.
La protegió. La escondió. Y durante un verano entero, amó como solo aman los que han vivido demasiado entre la muerte.
Y por eso… la perdió.
Porque su manada lo descubrió.
Y la quemaron viva.
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Rowan cerró los ojos.
El recuerdo no venía como imágenes. Venía como gritos. Como humo bajo la piel. Como el olor de carne quemada y el sonido de su propio alarido cuando la sostuvo entre cenizas.
Desde entonces, Arden había muerto.
Y Rowan había nacido.
El hombre que no salvó a quien amaba. El hombre que ya no pertenecía a ninguna parte. Solo al bosque, a la niebla… y a su propio castigo.
Hasta que vio a Ayla.
Y todo volvió.
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Una explosión lo arrancó del recuerdo.
No una explosión real. Una vibración en el aire. Como si el bosque hubiese inhalado de golpe. El fuego parpadeó violentamente, casi apagándose. Y Ayla se removió en sueños, gimiendo.
—Ayla —susurró él, acercándose.
Ella respiraba con dificultad. Su cuerpo temblaba. Sus dedos se crispaban como si estuviera luchando contra algo invisible.
Entonces gritó.
Un grito agudo, animal, que desgarró la noche.
Rowan la sostuvo, tratando de calmarla, pero cuando la tocó… algo lo arrastró.
Su mente fue absorbida.
Y vio.
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Un lugar fuera del tiempo. Oscuro. Silencioso. Una llanura sin cielo. Un altar de piedra… el mismo de su pesadilla.
Ayla estaba allí. De pie, sangrando, rodeada por un círculo de figuras encapuchadas que murmuraban en una lengua antigua.
Él intentó moverse, alcanzarla, pero su cuerpo no respondía. Era solo un espectador. Como cuando no pudo salvar a Eira.
Una figura se acercó a Ayla. Alta. Imponente. Cubierta por una capa de huesos entrelazados.
—Despierta —dijo la figura, y su voz era todas las voces al mismo tiempo—. La sangre no puede mentir.
Y entonces, el rostro de Ayla cambió.
Sus ojos se tornaron plateados.
Su piel brilló como escarcha bajo la luna.
Y gritó con una voz que no era suya:
—¡No soy tuya!
La figura rió. Una risa terrible.
—Lo serás.
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Rowan despertó de golpe.
La tormenta había cesado. Ayla respiraba con normalidad, profundamente dormida.
Pero su brazo sangraba.
Una marca, antes invisible, ardía sobre su piel: un símbolo antiguo. Un círculo cruzado por tres garras. Rowan se lo conocía bien.
Era el sello del Lazo de Sangre.
Solo podía activarse si una criatura poderosa —una bruja de linaje antiguo, una loba del origen, o una mezcla de ambas— estaba a punto de despertar.
Y eso significaba que Ayla ya no era segura para nadie. Ni para sí misma.
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Rowan se alejó lentamente de ella, con el corazón martillando en su pecho.
La oscuridad que venía no era como otras veces.
Esta vez… tenía un nombre.
Y latía dentro de ella.
......
Gracias por leer mi historia ,si hay alguna duda o cambiar algo me dicen , graciasss❤️