Un nuevo mundo

¿Qué pasa? - pensé. -¿Dónde estoy? -dije.

En mi cueva terrenal - dijo el duende - soy Cachin, de la tierra donde la Luna siempre es roja. 

• ¿Hay otra tierra diferente a esta?
• Jajajajajaja si. Por supuesto. Y estas de buenas. ¡Hoy mismo iremos allí!
• Pe...pe...pero tengo casa, colegio...
• No te preocupes. Va a ser tu nueva casa.

De pronto vi una luz que atravesaba la tierra y se metía. Era un portal. Entramos y a los segundos estábamos en otro mundo. Cascadas de agua verde, un cielo arrebolado, hadas, duendes... Estaba maravillado.

-eso no es nada querido amigo. - se acerca un hada al oído de Cachin a decirle algo que no pude oír. -¡Estamos en peligro!- me decía mientras cogía mi mano y me jalaba a un lugar donde yacía reunidos una gran variedad de especímenes del mundo. Ranas grandes, hadas, duendes, sirenas, ogros. Entré otras, que en el mi mundo ni hablaban ni se movían tanto, como lo eran los hongos y árboles. 

Cachin empujándome al centro del jardín, decía: encontré a un humano que de seguro nos podría ayudar. - ¿Qué? Ni tú te lo crees. Un muchacho de catorce, quince años ¿Crees que nos ayudará? - hablo Paitin, jefe de la guardia de las sirenas.

-se que no creen en él, pero denle oportunidad. Sé que se ve sin fuerza, flaco, pero podemos darle una oportunidad. La luna roja volverá a salir. 

-perdón, pero... No creo ser yo quien pueda ayudar. Soy un chico de trece años, ¿Cómo podría ser yo? Mirenme, no tengo fuerza, no podría ser su caballero o ayudarlos. Lo siento.

-o... Si podría... Llevemoslo a la montaña de la corona, allí lo prepararemos.

Se unió la corte durante un tiempo largo. Duró tres horas, y yo sentado en la sombra de una gran roca pensaba en como volver a casa.

-llegamos a un acuerdo. El humano irá a prepararse, si pasan más de tres días y no vemos avances, lo enviamos a su tierra.