Lunas de hielo.

CAPÍTULO 5

—Quiero la revancha —habló Alan en mi cuello, haciendo que me volteara sobresaltada con el corazón en la mano.

—Tendrás que esperar hasta mañana —hablé mucho más bajo a lo que normalmente lo hacía, estábamos en la mitad del pasillo y para mí era algo incómodo.

—¿Qué tal mejor hoy en la tarde?

—No saldré contigo.

—Vamos, no seas así, será algo justo, pero esta vez un juego más real.

—No.

—Sé que puedes tener miedo a perder en algo real, pero vamos, puede que sea más fácil que en aquella hoja. —De hecho, me había divertido mucho. Al final le gané a Alan. Estaba casi segura de que mi victoria fue por causa suya, porque sus expresiones eran muy fingidas. Pero me divertí, tanto así que muchas veces tuve que contenerme de no soltar risillas entre dientes, aunque debía admitir que no lo había logrado en un par de veces.

—No soy una cobarde, pero no saldré con alguien que no conozco y no quiero conocer.

—¡Auch! Pobre de las personas que no quieras conocer, es una suerte que a mí si quieras conocerme. Pasaré por ti hoy a las tres, espero que estés lista para perder.

Abrí mi boca para decir algo, pero ya estaba dos pasos lejos de mí.

—No sabes mi dirección —susurré y estaba segura que nadie, aunque tuviera el mejor oído, me hubiera escuchando.

—Eso es lo de menos, te veo más tarde —habló otra vez cerca. Me sobresalté de nuevo y lo miré, solo para ver que me guiñaba un ojo y luego se daba la vuelta y empezaba a caminar.

Suspiré y caminé a mi próxima clase. No estaba segura de que hiciera lo que decía, así que no me preocupaba mucho por eso. De otra manera, ya me inventaría una excusa para no ir con él.

No podía obligarme, de todos modos. Además, era lunes, lo que significaba que tenía que hacer las tareas domésticas.

Al llegar casa cambié mi ropa por un pijama viejo que usaba para limpiar, mi cabello lo recogí en una coleta media, puse mis audífonos en mis oídos y comencé a fregar, quitando el polvo antes que todo.

En el cambio de canción pude escuchar que alguien tocaba el timbre de mi casa, pensé en dejarlo pasar, pero luego recordé que tenía una posible visita no deseada.

Caminé hasta la entrada y por el medio, donde era de cristal, podía verse una figura de un hombre alto, con el cabello negro o castaño oscuro y podía apostar mi vida a que se trataba de Alan.

Abrí con cuidado, solo asomando mi ojo izquierdo y este contempló al atractivo Alan.

Me quedé en silencio al igual que él, yo tenía miedo de hablar y él, seguramente, esperaba a que yo dijera algo.

No le abrí más la puerta, no hice nada que significara que lo invitaba a pasar, le había dicho que no iba a salir con él, no debería estar acá.

—Bien, por lo que veo no estás lista. —No lo estaba y no lo iba a estar.

—No voy a salir contigo, te dije que no vinieras. —Mi voz sonó rara, prácticamente tenía mi boca pegada a la puerta.

—No me dijiste que no viniera, solo me dijiste que no tenía tu dirección.

Apreté mis labios porque sabía que tenía razón, aun así, le dije que no saldría con él.

—No iré a ninguna parte.

—No puedes ser más mala conmigo. Vamos, te divertirás.

—Nadie me asegura que llegaré a salvo, nada me asegura que puedo confiar en ti.

—Eso es porque no te das el tiempo de conocerme.

—Mira Alan, no me interesa conocer nuevas personas, no quiero nada que ver contigo, ni con tus amigos, ni con el chico que llegó nuevo a mi clase de gimnasia, con nadie. Vivo bien con mi vida como está, conociendo solo a Alice, créeme que no me gusta decirle esto a las personas, porque ni siquiera me gusta hablar con las ellas, pero veo necesario el decírtelo, así que, si me disculpas, tengo oficio que hacer. —No sé cómo fui capaz de decirle esto, pero era cierto.

Al terminar de hablar, antes de que de la boca semi abierta de Alan saliera alguna palabra iba cerrando la puerta poco a poco.

—No quiero ser descortés, pero adiós. —Dicho eso cerré la puerta en sus narices.

—¡Vamos, Abril! Te propongo algo. Vas conmigo, y yo te ayudaré a hacer tu aseo por dos días. —Volví a abrir la puerta, esta vez, casi por completo, pero miré a Alan frunciendo el ceño.

—¿Acaso no sabes lo que significa no?

—No en este caso, por favor, Abril.

Entre cerré mis ojos hacia él, pero antes de que pudiera abrir mi boca para seguir negándome, vi cómo el auto de Alice llegaba.

Prácticamente me quedé pasmada, porque sabía lo que significaba la presencia de Alice allí: salir con Alan.

Reaccioné muy tarde, Alice ya había llegado a las escaleras y nos miraba a ambos con curiosidad.

—¿Qué sucede aquí?

—Intento convencer a Abril de salir. —Estoy segura que Alan nunca esperó lo que sucedió a continuación, porque sus palabras no eran una queja, lo había dicho con diversión como si fuera un pequeño reto para él, pero Alice me miró, y reconocí de inmediato esa mirada.

Así que salí corriendo, con Alice detrás de mí mientras le gritaba a Alan que pasara.

No alcancé a cerrar la puerta antes de que Alice entrara. Fue ella quien la cerró mientras me miraba reprobatoriamente y cruzaba los brazos.

—¿Alan está invitándote a salir y no haces ni el mínimo esfuerzo de aceptar?

—Puede ser un asesino en serie y tú me estás tirando a sus garras.

Mi mejor amiga puso los ojos en blanco.

—No es ningún asesino en serie, se nota que está interesado en ti. Si no te espabilas un poquito, olvídate de mí durante toda una semana.

Interesado en mis sesos, más bien.

Pero no podía decirle que le tenía miedo a Alan, así que cuando me mandó, con ese tono irritantemente autoritario, a cambiarme de ropa, lo hice refunfuñando y de mala gana.

Luego, prácticamente me arrastró por el pasillo y las escaleras. Por poco y caigo en los últimos escalones, me quedé en último, pero Alice volvió a hacer acto de presencia y volvió a empujarme, esta vez para llevarme hacia donde estaba Alan esperándome. Sonrió cuando me vio llegar.




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