Lunas de hielo.

CAPÍTULO 9

Desperté aproximadamente dos horas más temprano, así que no me apuré en prepararme para un nuevo día en el instituto. Me duché, vestí y bajé a desayunar aun llevando una toalla alrededor de mi cabello.

 

Había acabado de desayunar y estaba a punto de darle un mordisco a una manzana cuando el timbre de mi casa sonó.

 

Caminé tranquilamente hacia la puerta, dándole, por fin, una probada a mi fruta.

 

—¿Qué haces aquí?

 

—Accediste a salir conmigo hoy, te dije que te recogería a esta hora y aquí estoy.

 

—Te mandé un mensaje, te dije que no iba a ir.

 

—Y no te contesté porque da la casualidad de que cuando tu mensaje llegó Trevor se sentó delante de mí con una gran sonrisa diciendo «¿Adivina quién invitó a Alice a desayunar? ¿Y adivina quién aceptó?» ... Creí que ya habías superado eso.

 

—¿Sabes lo que es no querer salir de tu zona de confort, Alan? Eso me pasa, mi zona de confort es la soledad, así que tú estás metiéndote en mi sitio seguro.

 

Resopló.

 

—Veo que sigues con tu actitud.

 

—Lo hago y no la cambiaré.

 

—Una lástima, pero dijiste que irías conmigo y eso harás —dicho esto me cargó.

 

No me cargó como siempre dicen, que echan su cuerpo a sus hombros y así pueden hacer lo que quieran. No, él pegó mi espalda a su pecho y aprisionó con sus brazos los míos a mis pechos.

 

Levanté mi pierna para pegarle una patada donde fuera, con la intensión de que me soltara. Pero fue más rápido que yo y con un brazo cogió mis dos piernas, con el otro seguía sosteniendo mis dos brazos.

 

—¡Bájame!

 

—Lo haré. pero aún no. —Caminó hacia su auto.

 

—¡Bájame Alan! —Liberó mis brazos causando que casi caiga de cara al suelo. Logró abrir la puerta del auto antes de que esto pasara.

 

—Con mucho gusto. —Me puso en el asiento del copiloto abrochando rápidamente el cinturón.

 

Cerró la puerta un segundo antes de que desabrochara el cinturón.

 

Intenté abrir la puerta, pero solo logré disparar la alarma.

 

Alan se paró enfrente del parabrisas, sonriendo y moviendo el llavero de las llaves de su auto. Lo miré de mala manera hasta entró, rápido, dejándome sin oportunidad de escapar, cuando lo hizo quité la toalla de mi cabeza y se la tiré esperando que le causara un daño enorme.

 

Tan solo se carcajeó.

 

—Solo es un desayuno, Abril, relájate.

 

—Estoy en contra de mi voluntad aquí contigo, Alan, eres un completo imbécil.

 

Volvió a reír mientras ponía en marcha el auto.

 

—Oh, nunca esperé escuchar esas palabras de ti —se burló y yo estaba que echaba humo.

 

—¡Esto es secuestro! —Repetí cansada de que se burlara de mí.

 

—Llama a la policía si quieres —dijo tranquilamente y de hecho era una gran idea por exagerada que sonara. Llevé mi mano a mi bolsillo buscando mi celular, olvidando por completo que había salido sin mi mochila, sin mis llaves y sin mi celular. Por lo menos me había puesto zapatos antes.

 

Alan rompió en risas ganándose un golpe mío en el brazo.

 

—Auch.

 

Me crucé de brazos, ignorando todo intento de conversación de Alan. No le diría nada, estaba enojada y un tanto indignada.

 

¿Por qué se le hacían tan difícil comprender que no quería a nadie más en mi vida? Bueno, especialmente a él.

 

Lo miré con mis ojos entrecerrados por la ira. Apostaba que las aletas de mi nariz se abrieron cuando resoplé. Sabía que no me vi bien, pero en esos momentos no estaba para verme linda.

 

En ningún momento estaba para eso en realidad.

 

Lo ignoré por el resto de camino a donde fuera que me llevaba.

 

Tenía que volver a casa por mis cosas. No faltaba tanto para entrar y no creía que llegara a tiempo a mi primera clase, la cual compartía con él.

 

Gruñí.

 

—Estoy creyendo que en tus pensamientos me intentas matar, pero quedo vivo y por eso gruñes tanto.

 

Como respuesta gruñí.

 

—Me harás llegar tarde, nunca llego tarde

 

—No lo harás, ya estamos llegando, no te preocupes.

 

Respiré hondo y cerré mis ojos intentando relajarme.

 

Pero sentía que todo mi cabello estaba mal. Sí, mi cabello es un poco rizado, no mucho, de hecho, es más ondulado que rizado, pero lo es, pero casi siempre lo secaba con secador y aunque no quedaba liso del todo no se notaban tanto las ondas que tenía.

 

—Te ves linda así, con tu cabello como es —y a pesar de todo logró que me sonrojara más de lo que ya estaba por causa de la ira, no respondí—. Vamos, lleva la marcha en paz, Abril.

 

—No estamos en una marcha, no puedo llevar la marcha en paz cuando no estoy en una.

 

—Me refería a...

 

—Sé a lo que te referías, gracias por querer aclararlo. Por cierto, creo que es la fiesta, no la marcha.

 

Suspiró.

 

—Bien, ahora sí me rindo en tratar de hablar contigo hoy. Puedes bajarte, llegamos.

 

Tomé aire.

 

Un desayuno, nada más.

 

Salí del auto. Me esperaba para caminar a mi lado, un gesto que logró que el malhumor menguara un tantito.

 

Alan me llevó hacia unas mesas, el lugar en el que estaba no lo había visto en todo el tiempo que llevaba viviendo en el pueblo, sin embargo, era acogedor parecía una cabaña sacada de un cuento de hadas.

 

Alan se detuvo en las estanterías, o como se llamasen, dónde se encontraban los distintos panes.

 

Miré a otro lugar y mi estómago se abrió cuando vi las magdalenas de chocolate que había exhibidas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.