Lunas de hielo.

CAPÍTULO 18

Desperté sobresaltada al escuchar el sonido de mi móvil muy cerca de mi oído y la vibración de este en mi hombro. Miré mi entorno un poco desorientada. Libros en el suelo junto con lápices y bolígrafos, el televisor encendido en un canal de música a un volumen muy bajo, un sándwich a medio comer en la mesita ratona... simplemente asqueroso.

Froté mis ojos y palpé el sillón donde me había quedado dormida en busca de mi teléfono. Cuando lo encontré, la persona que me había estado llamando ya había colgado. Desbloqueé el móvil y justo en ese momento entró de nuevo otra llamada.

Alan y yo aparecíamos en el identificador, ambos sonriendo. Hacía unos días de esa foto, pero me seguía pareciendo igual de bonita y, en alguna medida, especial.

Contesté el móvil antes de que la llamada se perdiera.

—¿Alan? —dije con voz pastosa

—Hola preciosa ¿Estabas dormida? —Me sorprendió que no se escuchará sonido alguno al fondo; la mayoría de las veces en las que Alan me llamaba se escuchaba bullicio. En esos momentos no.

—Eso creo. —Froté mis ojos y bostecé. Me recosté en el sillón con mi mente comenzando a trabajar.

—¿Es posible qué no sepas si estabas dormida?

—¿Qué? No, Alan estoy dormida, no sé lo que digo... Me acabé de despertar.

Se escuchó su risa

—¿Cómo dormiste?

—Bien —respondí instantáneamente— ¿Dónde estás?

—En estos momentos estoy en mi auto, con miedo a conducir.

—¿Por qué?

—Porque sí lo hago tendré que colgarte.

—Maneja hablándome, para eso están los manos libres —bromeé, pero mordí mi lengua al instante. Había admitido que quería que me hablara y me di cuenta de que él también lo notó por el pequeño silencio que se hizo. Aunque bueno, los últimos días nos habíamos acercado bastante, no era nada extraño admitir que quería hablar con él un poco.

—No solo lo digo por eso. Si comienzo a manejar llegaré más rápido al hospital, si llego no tendré tiempo libre para hablarte porque tendría que ir por los planos donde mi padre y luego llevarlos al padre de Kiona. Quedé con Axel para cuando terminara... aunque podrías acompañarme ¿Quieres? Estoy seguro a que mis amigos les gustaría conocerte.

Miré todos los papeles y libros tirados en el suelo y torcí mi boca.

—No puedo —respondí.

—Hmm, eso no es un no.

—No, no lo es, pero tampoco es un sí, no puedo tengo que terminar todos los deberes, además, son tus amigos, Alan, a mí... me daría mucha vergüenza llegar allí sin conocerlos de nada. —Suspiró en la línea.

—Quiero verte Abril —susurró. Fue mi turno de suspirar.

—Pero tienes cosas que hacer al igual que yo, Alan, aunque aún no está muy tarde.

—Me estás dando paso libre para ir a verte. Eso es un gran progreso, hermosa.

—Sí, me lo he propuesto ¿No? —en realidad también quería verlo—, podrías acompañarme a hacer las compras... —dije casualmente recordando que la despensa estaba vacía.

Rio.

—Debería haberlo sospechado y tienes razón, aún no está tan tarde... ¿Está mal si le cancelo a Axel?

—En realidad sí, no dejes de salir con ellos por venir.

—Pero quiero ir —se quejó y reí. Parecía un pequeño.

—¡Alan! Puedes venir más tarde, ve con Axel y deja de comportarte como un niño.

—Está bien —hizo una pequeña pausa—. Quiero decirte algo más tarde, en persona, así que no creas que te libras de mí.

—No lo creía —admití. La línea se quedó un momento en silencio, pero no veía necesario llenarlo.

—Abril... —comenzó, pero calló al momento.

—¿Sí?

—No sé cómo decírtelo, la única manera que encuentro es decirte que estoy realmente feliz.

—¿Por qué? —Mi corazón comenzó a latir y los nervios se instalaron en la boca de mi estómago.

—Por ti, por mí. Siento que por fin esto está yendo a algún lugar y me siento bien —no supe que responderle a eso—... Creo que es mejor que me vaya ya.

Creo que mi silencio lo mal interpretó porque su tono cambió rápidamente a uno que podía decir era de decepción.

— ¿Alan? —lo llamé. Pensé que había colgado porque por un momento no se escuchaba nada.

—¿Sí?

—También me siento igual que tú, solo que se hace raro escucharlo, decirlo. No suelo admitir casi nada, pero me gusta estar contigo y debo admitir que dejando mi mente e imaginación de lado eres...

—No sigas, Abril —me callé. Mis mejillas ardieron.

—¿Qué?

—No sigas, por favor, si lo haces estoy seguro que dejaré todo lo que tengo por hacer he iré a verte, así que no sigas ¿Podemos hablar de esto más tarde?

—No creo que sea capaz de decírtelo en persona.

—No hay necesidad de decírmelo en persona, puedes hacerlo cuando ya me haya ido, tu teléfono no va a desaparecer. Pero en serio Abril, mejor me voy ahora o sino, no terminaré nunca.

—Claro, adiós.

—No, adiós no, preciosa, hasta más tarde. —Puse mis ojos en blanco, aunque de mi boca pendía una sonrisilla. La línea se quedó en silencio. Recogí mi libro de química y seguí con lo que había estado haciendo antes de quedarme dormida.

Llevaba aproximadamente dos horas haciendo los deberes y mordiendo mi labio cuando el timbre sonó. Me levanté de mi silla un poco apresurada, mirando el estado de la sala; todo estaba desordenado. Era lunes, pero no había podido hacer el aseo por todas las tareas escolares que tenía pendientes para esa semana.

Caminé hasta la puerta y la abrí sin fijarme quien era. Gran error.

Unas botas de cuero se posaron en mi vista, alcé mi cabeza analizando en el transcurso al chico que estaba en mi puerta. Y aunque era lindo, los tatuajes que lo cubrían y su aspecto desaliñado dañaban un poco esa hermosura.

—¿Sí? —Sujeté la puerta con ambas manos, en mi cabeza sonaban alarmas de alerta sobre este tipo. Sin ningún pudor repasé sus tatuajes deteniéndome en una figura que se me hacía vagamente conocida, pero por más que lo pensé no puede recordar donde la había visto. Era una clase de símbolo abstracto que no pude identificar.




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