Lunas de hielo.

CAPÍTULO 24

Alice resopló.

—No puedes decirme que no son nada, Abril, cuando se nota que sí son algo ¡Se comportan como si hubieran tenido sexo!

Abrí los ojos impactada y avergonzada, mirando en todas direcciones para asegurarme que nadie haya escuchado a Alice.

—¿Pero de qué estás hablando, Alice?

—Me dices que han dormido juntos, siempre están abrazos y con esa sonrisa y mirada enamorada que no pueden ocultar. Leí que cuando sucede eso es porque la relación sexual está en su punto más alto, está estable y es buena.

—Alice, por favor, no me he acostado con Alan, no pasará —levantó sus cejas, incrédula ante lo último. Aparté mi mirada de ella—, al menos no en breve.

Y sí, mis mejillas se pusieron coloradas al decirlo.

—No digo que ya lo hayan hecho, solo digo que la relación que ustedes mantienen da a entender eso. Los he visto y se comportan como si fueran una pareja de novios con... no sé, al menos un aniversario encima.

—Alice, ya, por favor. Solo soy la amiga de Alan —dije con falsa alegría.

—Sí, pero ambos quieren ser un... dos pasos más que sólo amigos, porque un paso más allá sería amigos con derecho y no creo que eso sea lo que quieren ¡No puedo creer que no se hayan dado ni un solo beso! Es que están demorados, de verdad.

Rememoré todas las veces que si no hubiera sido por alguna interrupción nos hubiéramos besado. Interrupciones causadas por celulares, autos, madres en la puerta, padres en la ventana, muchas personas, un café regado... infinidades de desgracias.

Fue inevitable bufar al recordar todos los momento fallidos.

—Aunque el sábado tienen su cita, podría estar esperando un momento tierno y romántico para hacerlo.

—Alice, últimamente lo único que haces es hablar de lo que tengo con Alan, extraño conversar de otras cosas ¿Sabes?

—Oh, lo siento, es que es emocionante que mi mejor amiga este así —enfatizó con sus manos hacia mí.

Salimos del interior del edificio con dirección al estacionamiento del instituto. Se suponía que me iría con Alice a mi casa antes de que fuera a la cena con la familia de Alan.

—Ya sabes, estoy nerviosa. No sé qué ponerme, ni sé cómo es Belén ¿Qué tal si...? Oh, por Dios ¡Hoy me tenía que llegar la regla!

—¿Y cuál es el problema? ¿Has tenido...? Ya sabes —Me preocupé.

—No, o bueno sí, pero me refería a que me acaba de bajar. Espérame en el auto, iré a cambiarme. —Se devolvió a las instalaciones dejándome sola en medio del estacionamiento.

Suspiré y seguí caminando al auto de Alice. Al llegar mi recosté en él, pensando en qué usaría esa tarde para la cena.

Alice y yo éramos bastante coordinadas en cuanto a nuestras... cosas femeninas. A mí me había llegado el día anterior, aunque agradecía que ese mes solo estuviera sufriendo de dolores en los pechos y no de los espantosos cólicos. Llegué a la conclusión de que un vestido sería bueno para esa ocasión, como para casi todas las demás, pero definitivamente no usaría un jean como había pensado hacerlo cuando apenas Alan me había dado la invitación.

—Tú te vienes conmigo —grité antes de contestar cuando me cogió como si fuera un maletín debajo de su brazo.

—Alan, tengo que esperar a Alice —dije riendo.

—No te he visto en todo el día, dame el gusto de llevarte a tu casa.

—No, no puedo dejar así a Alice.

—Entonces envíale un mensaje. —Siguió caminando. Mis ojos, que miraban al suelo, lo enfocaron a él.

Me removí buscando soltarme. Mis pies tocaron el suelo.

—Debes buscarte una mejor manera cuando vayas a cargarme. —Toqué mi vientre.

—Sí, eso iba a hacer. —Y mis pies volvieron a abandonar el suelo. Reí.

—Así que la típica cargada de hombro es tu nueva manera —hablé de cabeza.

—Sí, así es más cómodo. Ahora, nos vamos a tu casa.

—No, Alan, Alice debe estar a punto de llegar.

—Sí, acaba de entrar. Vamos a preguntarle.

—¿Si dice que no?

—Me vale, yo soy el que te tiene sobre tu hombro. ¡Hey Alice! Creo que Trevor te está buscando ¿Te importaría si me llevo a Abril para que vayas a buscar a tu novio?

Eso es jugar sucio —pensé y dije.

—Pues está bien, que les vaya bien. Abril, te llamaré más tarde, nos vemos en la cena.

Y dicho eso, Alan volvió a caminar.

Me dejó en el suelo junto a la puerta sonriente. Entrecerré mis ojos a él sin perder la risa —o sonrisa— de hacía unos momentos.

—Bien, así que tenemos quince minutos.

—¿Quince? —pregunté decepcionada.

—Sí, me escapé un momento solo para recogerte, pero debo volver con mi padre, aunque quería pasar por ti antes ¿Te parece? Para estar un tiempo a solas ¿Sí?

—Suena tentador, pero...

—No digas peros —se quejó —No existen peros ¿Entendido?

Arqueé mi ceja un poco molesta.

—No. —Subí al auto, frunciendo el ceño y los labios.

—¿Te has enojado? —preguntó perplejo y poniendo el auto en marcha.

Apreté mis labios.

—Sentí como si no valiera mi opinión, Alan. No siempre debe ser lo que tú deseas, puedo no querer estar contigo hoy o tener algo que hacer.

—¿Lo que deseo? —estaba furioso— ¿Qué hay de malo en querer estar contigo? ¿No quieres pasar más tiempo conmigo? ¡Bien! Pensé que después de casi tres meses habías superado lo de querer alejarte de mí.

—Y lo he hecho, pero no voy a pasarme todos los días pegada a ti.

—¿Pegada a mí? ¡Por Dios Abril! ¿Te has oído? Hemos pasado los últimos días casi sin vernos o sin hablar personalmente ¿A eso le llamas vivir pegada a mí? ¿Esto es realmente por eso?

Estaba enojado, ambos lo estábamos, solo que yo al parecer estaba exagerando, de nuevo, las cosas. Una consecuencia más de mi periodo.

—Mejor hablaremos más tarde, Alan, porque no quiero discutir justo ahora. —Crucé mis brazos evitando su mirada.

—Bien, vale ¿Qué sucede?... ¿Estás en tus días? —Preguntó con temor. Seguramente mis ojos echaron chispas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.