Lunas de hielo.

CAPÍTULO 29

Dejé el collar en una cajita dentro de mi joyero. Alice se hizo notar tocando el claxon del auto, así que salí corriendo para no hacerla esperar.

Sí, me había quitado el collar, y sí, sabía que le había prometido a Alan que no lo haría, pero no le veía el sentido a tenerlo cuando no éramos nada. Era un simple collar, no tendría por qué tenerlo, y, de hecho, tenía que devolvérselo, pero no en ese momento, no cuando seguía sin querer hablar con él.

Me había puesto un vestido de cuello alto, así que nadie notaría si lo llevaba puesto o no, aunque no creía que eso le preocupara a alguien.

Suspiré cuando llegué a cálculo, deseando que el entrenador hubiera llamado también esa mañana a los jugadores, pero cuando Axel entró, supe que solo era cuestión de tiempo antes de que lo hiciera Alan.

Solté mi cabello de mi coleta para taparme el rostro y miré por la ventana para ignorar a Alan cuando llegase, lo cual hizo unos minutos después.

Me tensé, pero me felicité a mí misma cuando logré mantener el control de mis emociones por muy difícil que me resultara la situación. Verme envuelta con el olor de su perfume, sentir el calor de su cuerpo y su presencia era duro, verdaderamente difícil.

Había sido lo suficiente astuta como para haber corrido unos centímetros mi asiento. Alan tenía la costumbre de mover sus piernas y correr mi asiento hacia así, por lo que mi rodilla y la suya casi siempre habían mantenido alguna clase de contacto. Contacto que yo estaba repudiando, así que había tomado toda la distancia posible con él.

Escuché su suspiro, y por el rabillo del ojo noté como sus manos se apoyaban en la mesa. Inmediatamente un recuerdo se posicionó en mi mente, aunque lo tiré lejos en cuanto lo hizo. No tenía por qué pensar sobre las veces que Alan ponía su mano hacia arriba esperando que la mía se posicionara sobre la suya.

Para mi desgracia, el profesor puso un taller en parejas, precisamente con tu compañero de asiento, pero yo, suponiendo que Alan realmente no quería hacerlo conmigo, así como yo no quería hablarle ni siquiera por compromiso, comencé a hacerlo sola, aunque había notado cómo se había girado hacia mí él, esperando que dijera algo sobre el trabajo. Momentos después noté que había comenzado a escribir lo suyo propio.

Sin embargo, casi al terminar la clase, soltó el lápiz, dando un largo suspiro e hizo algo que me dolió en cierto sentido: estirar su mano en medio de ambos, con la palma hacia arriba. La dejó así por un segundo, antes de apretarla en un puño y volverla a abrir, como si estuviera estirándola, así que me pregunté si las veces anteriores eso había querido hacer y yo, como idiota, había pensado que era por querer tener la mía entre la de él.

Los siguientes días Alan tomó una costumbre de llegar casi al mismo tiempo que el profesor. En cuanto lo veía entrar alejaba mi mirada de él, incómoda, a pesar de que no cruzábamos palabra alguna.

Sin embargo, ese día, una semana después de que cortáramos comunicación, llegó primero que yo. Había pocos estudiantes en el aula, así que me sentí más incómoda al darme cuenta que estaríamos casi solos él y yo en completo silencio.

Dudé en entrar, pero Alan levantó la mirada de su cartera y me vio en la puerta. No me quedó de otra que entrar. Él cerró su billetera, dejándola a su lado mientras alejaba la mirada.

Al sentarme, noté que no podía mover el asiento mucho, porque, por alguna razón, el asiento de Alan se había corrido hacia mí.

Me mordí el labio, sentándome con la espalda recta y las manos en la mesa. Alan suspiró, apretando un puño antes de cruzar sus brazos y recostar su cabeza en ellos.

Al terminar la clase, salí casi corriendo de allí, sin soportar la incomodidad que sentía cada que estaba a su alrededor.

A la hora del almuerzo, Matt se sentó conmigo en la mesa. No sabía la razón por la cual estaba haciendo eso, pero hasta cierto punto lo agradecía porque me había acostumbrado a Alan, así que no quería estar sola mientras comía.

—He escuchado rumores de que fuiste tú quien le terminó a Alan ¿Seguirás dejándome con la curiosidad?

Reí, comiéndome una papa frita.

—No sé de qué hablas, Matt, realmente Alan y yo no tuvimos nada —dije, intentando ocultar la verdad y la tristeza que sentía. Al mencionarlo, inconscientemente lo busqué, encontrándolo en una mesa un tanto alejada, aunque se sentaba sin darme la espalda. Casi que apuñalaba su comida hasta que Kiona llegó a su lado y alejó el plato de sí.

—No es lo que parecía, y es mejor pensar que sí a saber que desperdicié meses.

Reí incómoda.

—No los perdiste, porque tampoco he querido citas, Matt —dije, intentando que captara que no quería salir con él en plan romántico, como había insinuado varias veces en los últimos días.

***

Terminé mi tarea de historia, largando un suspiro cuando pude recostarme en mi cama y descansar mi espalda.

Mi teléfono vibró con un mensaje entrante. No era mucho de recibir mensajes, así que me sorprendí al ver que era Kiona preguntándome sobre mis planes para el día siguiente, o sea, el sábado.

Me levanté y le contesté mientras caminaba hacia la cocina.

«No ¿Por?»

No recibí respuesta inmediatamente. Entré a la cocina y me dirigí a la nevera dónde vi una nota pegada en la puerta.

Hay dinero en el primer cajón de la mesa de noche de tu padre, compra lo que necesites, la despensa está casi vacía.

Te queremos.

Bufé por mí falta de atención. Estaba anocheciendo por lo que, si quería comer, tendría que salir a comprar a pesar de la oscuridad. De igual manera no me preocupaba, quizá lo único que me daba un poco de temor, era que los ataques del lobo habían aumentado, especialmente en las afueras, así que irme caminando podía resultar en algún peligro mayor que en cualquier otro momento.

Pero debía comer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.