Lunas de hielo.

CAPÍTULO 33

Masqué las palomitas de maíz que tenía en mi boca una y otra vez, aburrida. Apoyé mi codo en apoya brazos y dejé reposar mi cabeza en mi puño. 

Esta era la mejor cita del mundo.

Claro, como no.

Bostecé mientras que Matt parecía perdido en su teléfono. Ni siquiera veía la película.

Cogí la bebida, le di un sorbo, la devolví a su lugar y volví a bostezar. No veía la hora para eso se terminara. De hecho, no estaba contando esa salida como una cita. Se suponía que en una cita se habla, en algunos casos se trata de conocer a alguien y en esos momentos me escucharía mejor un sordo que Matt.

Recordé, una vez, cuando Alan y yo hablábamos sobre lo que yo consideraba como amor. Le había dicho que saldría únicamente a una cita con un chico que realmente me gustara. Mis palabras habían sido claras, y de hecho, Alan sabía que al aceptar una cita con él, prácticamente aceptaba ser su novia, porque le había dicho, textualmente, que me veía en una cita con alguien con quien me viera siendo novia, alguien que me hiciera ver estrellas de lo enamorada que me tuviera, que me hiciera olvidar todo con una mirada o sonrisa… Le había dicho que creía en el amor, y lo seguía haciendo. Quizá me había equivocado con él, pero seguía creyendo que había un chico ahí fuera para mí.

Por fin llegó el beso de los protagonistas, señal de que la película estaba a punto de terminar. Comedia romántica, pero no me reí y no sabía si era a causa de mi humor, o si es que la película definitivamente no había dado risa. Cuando presentaron los créditos yo ya tenía mi bolso colgado al hombro y me paraba. Salimos del cine y me harté de él cuando lo vi mirarle el trasero a una chica que pasó por nuestro lado.

—Oye, Matt, tengo que ir al lavado —dije.

—Oh, claro, te espero en la zona de comida. —Se fue y blanqueé mis ojos.

Por supuesto que no iría a los lavados. Salí del centro comercial y tomé un taxi. Esa era la importancia de salir siempre con algo de dinero; nunca sabías cuando te sucedería algo como eso.

Recibí la llamada de él cuando iba en el taxi, unos minutos más tarde. Me fui por la segura y le dije que había sucedido algo importante, aunque la realidad fuera otra.

Llegué a casa y cambié mi vestido por un pijama. Me recosté en la cama y me puse a ver una película de comedia que sí me dio risa. Al terminar comí mi último chocolate que me quedaba, estaban deliciosos. Sobé mis ojos cansada de todo lo que había hecho y decidí que era hora de dormir. Ya era tarde.

Me acurruqué en la cama entre mis sábanas y mantas recibiendo gustosa el calor que me proporcionaba mi cama. Poco después me quedé dormida.

Un sonido me despertó de mi sueño tranquilo. Estiré mi mano a la mesa de noche y lo agarré. Primero vi la hora, no hacía más de dos horas en las que me había dormido, eran las dos, yo me había dormido casi a medianoche. La llamada seguía y bajé mi vista unos centímetros del reloj en la esquina de la pantalla al centro.

Fruncí el ceño, me senté en la cama de golpe y dudé en contestar al ver la foto de ambos en el identificador.

Al final terminé contestando ¿Por qué llamaba a esas horas?

—¿Hola? —nadie contestó, pero sentí como la persona tomaba aire. Esperé unos segundos, pero nadie hablaba —¿Alan? — Un sonido se escuchó en la línea y me incliné hacia adelante como si eso ayudara a escuchar algo más.

—¡Abril! —Me sentí confundida cuando escuché la voz de Kiona.

—¿Kiona? ¿Qué haces llamando desde el teléfono móvil de Alan?

—Ah... sí… llamaba para... para saber cómo te fue en tu cita… sí —mentía, y lo estaba haciendo peor que yo.

—Bien —sisó entre dientes— ¿Oye, estás bien?

—Sí —Habló, pero su voz se escuchaba enojada. A mis oídos llegó un quejido que no supe identificar de quién era. El teléfono se separó de su oído con un sonido—. Juro que si no te callas te contaré los testículos en miles de pedazos.

Hasta yo me aterroricé por su amenaza que se suponía no debía haber escuchado.

—Pero yo... —habló la otra persona con la que Kiona discutía. Esta vez sí pude diferenciarla.

—Tú nada, cállate de una buena vez, no estás en tus cinco sentidos.

¿No estaba en sus cinco sentidos? ¿Estaba drogado, borracho?

—¿Kiona?

—Sí, aquí estoy...

—¡Pero quiero decirlo...! —Y con un suspiro de Kiona la llamada fue cortada dejándome con la intriga de que iba a decir Alan.

Estaba borracho, eso era claro.

Suspiré confundida por la llamada.

¿Había sido Alan el que me llamó o lo había hecho Kiona por alguna razón que no quiso decirme?

Sea como sea, no tenía mente para pensar en eso, por lo que pronto volví a dormirme.

Los días siguientes fueron normales, dentro de lo que cabía. Kiona estaba más junto a nosotras, Axel por otro lado estaba más con los chicos del equipo, Matt quería volver a salir a lo que yo le daba esquinazo, de Alan no había escuchado nada, de hecho, en los lugares en que lo veía solo era en cálculo y en la cafetería, en la mesa de los populares y sólo por segundos, los segundos en que mi mirada recorría las mesas buscando alguna libre. Amber no me había hablado más, Trevor al parecer estaba teniendo problemas con Alice y ella me llamaba más para quedar, aunque lo único que hacía era quejarse de sus problemas. No me molestaba, pero había algo que Alice no entendía y era que yo también tenía algunos problemas con el amor, que quería sacar todo dentro de mí, pero ella no me escuchaba como yo lo hacía con ella.




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