Lunas de hielo.

CAPÍTULO 38

Luego de las respectivas presentaciones todo el ambiente se volvió tenso.

Aaron no había bajado su brazo de mis hombros, Alice se veía incómoda, Trevor estaba igual que su novia y Alan estaba tenso, con su mirada fija en Aaron como la estaba igualmente le de mi amigo en él. Max... bueno, él estaba mirando todo sin entender qué sucedía realmente.

Aunque la posición de Aaron demostraba tranquilidad a simple vista se notaba que se medía con la mirada con Alan.

—Er... Aaron —habló Alice y toda la atención fue dirigida a ella—, íbamos a una cafetería, a pasar un rato juntos mi novio, Abril y yo... ¿Quisieras ir? Ya que Alan no puede...

—Creo que podría pasar un rato. —Aaron y yo miramos a Alan, yo sorprendida por su tono ronco y frío y Aaron con una mirada que parecía de burla.

Alejé mi vista de él y me concentré en Alice.

—No iremos —dije firmemente—, ellos deben estar cansados y yo quiero ver a América.

—¿Tu hermana está aquí? ¡Eso es genial! Ella siempre te obliga a hacer cosas divertidas.

—Gracias —dije sarcástica. Encogió sus hombros.

—¡Tengo que ver qué te pone a hacer! —dijo riendo Aaron. Fruncí el ceño y traté de separarme, pero no dejó que lo hiciera bajando su mano a mi cintura y estrechándome a él. Terminé por pasarle mis brazos por su torso y abrazarlo también riendo ante su risa.

Todos nos miraban y me sonrojé al instante, pero cuando tenía a mi lado a mi mejor amigo era algo normal que hiciéramos esto entonces ¿Por qué todos me miraban como si estuviera haciendo algo mal? 

—Creo que es mejor irme —dijo Alan apartando la vista de nosotros y tomando su casco mejor.

Alice le sonrió avergonzada y asintió con la mirada gacha. Alan me miró, yo no dije nada. Cabeceó y se puso su casco mientras que pasaba por nuestro lado sin darle ni una última mirada a Aaron.

Sentí los labios de Aaron en mi sien y lo miré son una pequeña sonrisa que devolvió.

Me asusté cuando sentí el motor de una moto dejándome casi sorda, pero me asusté más al ver la velocidad con la que iba Alan, porque sabía que era él ¿Quién más sería? Lo sabía por todo su atuendo negro, jeans oscuros, camisa negra, zapatos negros, casco negro.

Parecía de luto.

Si seguía manejando a esa velocidad se iba a matar y juro que sentí mi corazón se paró cuando tuvo que frenar para esperar que la barrera del estacionamiento se abriera, causando que la llanta trasera se alzara.

Escuché un silbido y miré al causante: Maxon.

—Vaya chico. Bueno, es hora de irnos nosotros también, tu hermana está impaciente por verte —asentí y me acerqué a mí auto— ¿Quieres conducir? 

Negué y sonreí de lado.

—No, creo que ya olvidé como hacerlo. 

Me metí en la parte trasera junto a Aaron que me atrajo hacia sí abrazándome por los hombros.

Cuando salimos del instituto ambos hermanos, sincronizadamente, soltaron una carcajada que al parecer habían estado reteniendo.

Los miré raro.

—¿Qué sucede? 

—¿Y tú dices que no siente nada por ti? ¡Lo teníamos muerto de celos, cariño! —dijo riendo Aaron, hice una mueca y miré al otro chico que reía.

—¿Te gusta él? —negué, aunque mentía—. Oh, ya entiendo, tenías algo con él ¿No? 

No supe que responderle ¿Llegamos a tener algo?

—Sí, supongo que sí.

—Él no lo ha superado, te lo puedo asegurar —dijo ahora serio. Alejé mi rostro de ello hacia la ventana sin querer escucharlos.

***

—Y allí está tu madre tan hermosa como siempre. Di hola cariño.

—Hola, cariño.

—Y tan graciosa como siempre. Espero que tú no salgas con su sentido de humor.

La cámara mostró como mi madre se acercaba a él con su gran barriga de embarazada y lo rodeaba con sus brazos. La cámara enfocó el suelo mientras que se escuchaba el sonido de un beso.

—Estas escenas no son aptas para niños.

—¿Qué harás si es mujer?

—Bueno pues —enfocó la cámara a su rostro—. Estaré de acuerdo con los demás padres: sin novio hasta los treinta, señorita.

Mi madre río mientras volvía a su lugar en el sillón, en una casa que no era la nuestra.

—No dijiste eso con América.

—No pienso mostrarle estos videos cuando sea una niña.

—¿Entonces para qué los haces?

—Para momentos en que se necesiten. Pronto haré uno donde hable de cómo defenderse. Oh, mira a mi niña, ahí está —enfocó a una muy pequeña América—. Ven cariño. Dile a papi, no te dejarás dañar de un chico ¿Verdad?

América asintió como un muñequito. Me reí de ella.




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