Lunas de hielo.

CAPÍTULO 40

—¿Qué harás hoy? —preguntó Aaron desde la puerta de mi habitación.

—Si has venido a decirme que vaya a la fiesta de Alan puedes irte por donde viniste —respondí pasando la página del libro y con un tono de voz más cortante que de costumbre.

—Pero que agresiva. No amor, no venía a decirte eso, me cansé de hacerlo.

—Que bien.

—¿Por qué estás enojada ahora? —Entró al cuarto y se sentó a mi lado en la cama.

—Porque se supone que vienes para darme apoyo, no para apoyar al chico que me hace daño. —Suspiró.

—Ya te expliqué eso, Abril. No puedo callarme cuando puedo ver, como una persona externa, que hay más de lo que verdaderamente se están diciendo. Tú dices que estoy aquí para apoyarte, y lo hago, si quieres hablar con él te apoyaré, si quieres ir a su fiesta te apoyaré, pero estoy aquí para decirte lo que estás haciendo bien y para hacerte abrir los ojos. Eres como la hermana que nunca tuvimos, ni siquiera alguna prima ocupa el lugar en nuestros corazones como tú lo haces… nunca te diría algo para hacerte mal, lo sabes. 

—Pero no estás haciendo lo que quería que hicieras.

—Lo siento, Abril, pero no puedo hacer lo que tu gustes siempre, hay cosas que no son como las dices y no puedo decir que sí son así solo para complacerte a ti.

Bueno, eso dolió.

Me quedé callada y volví mi vista al libro.

—De todas maneras, no estoy aquí para discutir contigo, solo estoy aquí para avisarte que saldremos al cine del centro.

—¿Quiénes?

—Tú, América, Maxon y yo, así que arréglate.

—Pero está tarde, volveremos muy tarde.

—No importa, irás con nosotros. Ahora, párate de esa cama y busca algo lindo para ponerte si no quieres que yo mismo lo haga.

Hice una mueca.

—No, gracias, no dejaré que elijas mi ropa, eres capaz de dejarme solo en sujetador y vaqueros.

—No lo exageres, no dejaría que nadie mirara a mi mejor amiga de una manera inapropiada. Te podrías sorprender sobre la sobreprotección que siento por ti.

—Sí, claro —murmuré segura de que no me había escuchado.

Me levanté y caminé a mi armario, rememorando las prendas que tenía en mi guardarropa y seleccionando las que podía usar y las que no.

Terminé poniéndome unos vaqueros, un poco ajustados, una blusa suelta, y por orden de Aaron, un abrigó que me llegaba a la mitad de los muslos.

Bajamos juntos hacia la habitación de huéspedes donde estaba durmiendo, le ayudé a elegir su ropa —por no decir que yo misma la escogí—, y luego buscamos a mi hermana y su hermano.

Salimos caminando, a pesar de ser tarde, pero según América, si caminábamos podíamos ponernos al día de todo lo que había sucedido en los meses que no nos habíamos visto. Algo totalmente ridículo ya que ella pasó todo el tiempo hablando con su novio mientras que Aaron y yo los seguíamos por detrás.

Hacíamos como si fuéramos aparte, para no parecer tan desplazados.

Al llegar al cine ya estaba oscuro y solo quedaban pocas presentaciones. Elegimos una película de terror, supongo que lo decidimos así porque al ser de noche, causaba más miedo al salir... o no lo sé.

Y de nuevo, América y Maxon quedaron alejados de nosotros.

Aaron y yo nos fuimos hacia los asientos que quedaban un poco más arriba del medio, mi hermana y Maxon fueron a las últimas.

No puedo decir que no presté atención a la película porque mentiría, pero sí me distraje a momentos queriendo tomar mi teléfono y ver si había llegado algún mensaje.

Kiona se contactó conmigo a la mañana, avisándome sobre la fiesta y yo le dije lo mismo que le dije a Alan, no sabía si iría, aunque estaba claro que no lo haría. Sin embargo, quería ver si de pronto me había llegado un mensaje diciéndome lo cruel que era por no ir.

Si me envían uno diciendo esto, me enojaría porque sabían mis razones y así no me mataría la mente pensando que hacía mal, si lo hacían recordaría la razón por la que no fui.

Es tonto e ilógico, pero sentía que así era correcto.

—Te noto distraída —comentó mi mejor amigo al salir.

—Estoy asustada —mentí. Inmediatamente sentí su brazo rodear mis hombros y apegarme a él sin parar de caminar.

—Pequeña mentirosa, podemos decir que te creo, pero sé que es algo más. —Sonreí a medias y abrí mi boca para decir algo, pero la voz de mi hermana me calló.

—Abril ¿Aún sigue abierta la heladería que había cerca que se supone atendía las veinticuatro horas?

—No lo sé, supongo ¿Pero de verdad América? ¿Un helado a las —miré mi reloj abriendo mis ojos desmesuradamente al ver la hora porque tiempo sí que se había pasado volando—... una de la madrugada?

—Sí, me gustan los helados de allí ¿Importa si pasamos por ahí y vemos si todavía está? —Hizo ojitos, iba a negarme, pero al ver la cara de enamorado que puso Maxon al verla la cerré sabiendo que él iba a aceptar.




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