Lunas de hielo.

EPÍLOGO

1596.

Serene sabía que había algo mal en ella desde hacía mucho tiempo, pero nunca imaginó que su familia sería la que pagaría los platos rotos.

Se había enamorado de un joven, con el cual había tenido dos hijos, una pequeña y un varón, pero en ese momento solo podía llorar mientras veía como su hija se retorcía entre las llamas, solo porque su padre los había traicionado. 

Había tenido que huir, dejando a su hijo en los brazos del hombre que alguna vez amó, pero que la había traicionado.

Su esposo era un idiota, al igual que el resto de su pueblo y del mundo. Por primera vez sintió verdadero rencor hacia los humanos, pero luego se le pasó. Los hechiceros no eran rencorosos, y para su lamento, estarían allí para los humanos, a pesar de que quemaran a sus hijas. Porque era solo a ellas, a las mujeres.

Alguien tocó su brazo. No tuvo que girarse para saber que era alguien de su clan, de su familia, o, como los humanos les decían: de su aquelarre, a pesar de que no era bruja, era hechicera. Ella no quería hacerles daño, pero los humanos le estaban haciendo uno muy grande.

Solo esperaba que su hijo lograra sobrevivir lejos de ella. 

—Serene, debemos irnos —le dijeron al oído.

Ella asintió y dándole una última mirada a su hija y al grupo que se había reunido en torno a ella, se fue, escondiendo su rostro para que no lograran reconocerla.

No pudo evitar recordar los momentos en los que los humanos no les hacían eso. Recordó su hogar cerca a la cascada, ese lugar que se veía lejano en ese momento. 

—¿Tienes todo listo? —Su amiga asintió.

—Estaremos en la protección de los lobos. Es momento de olvidar, Serene, sabíamos que no podíamos vivir junto con los humanos. Habrá algún momento en el que podremos salir y buscar nuestras familias.

Serene la miró seria, esperando que su hijo, su única descendencia en el momento, lograra tener una familia propia que llevara su sangre.

Su esposo había sido estúpido al pensar que su hija tenía algún poder y que su hijo no podía pasar la magia a sus siguientes generaciones. La única con magia allí era ella, y cuando llegase su momento, sabría que debía pasársela a algún descendiente suyo, fuera hombre o mujer.

Sin embargo, Serene ya sabía que su familiar sería una chica, por eso mantenía la profecía tan sellada, porque no quería que ella cambiara diciéndosela a alguna persona. 

Desde hacía milenios, desde el momento en el que creó a los lobos, su especialidad, el saber las profecías de las especies nuevas, le había revelado que su sangre sería la encargada de darle un fin a todo. 

Serene sabía que los humanos no eran los únicos que la estaban buscando, también lo estaba haciendo aquel brujo, el hombre que había iniciado toda esa cacería, el hombre que la había arrinconado a crear a los licántropos y a los guardianes. 

Mag, la otra hechicera, miró dentro de los ojos de su amiga, tan azules como el cielo nocturno y llenos de resignación. Lo que ninguna sabía en el momento, es que la más vieja de las dos, Serene, iba a tener que esconderse a partir de ese momento, desaparecer su rastro y dedicarse a tomar más poder porque años más adelantes, muchos ciclos más, la guerra que tanto había esperado se iba a desatar y, junto con ella, llegaría su momento de desprenderse de sus poderes y de su vida.

Llegando a la protección su mente solo podía recitar lo que sabía de la profecía hasta el momento.

Las tres lunas se posicionarán y de ellas tres almas saldrán.

El lobo de la humana se enamorará, pero el primer ciclo solo se completará cuando el ser de sangre y almas se de cuenta de su error.

La duda saldrá en el momento más fatal. La decisión en manos de la heredera estará cuando los seres de la noche tomen su lugar.

El espíritu de la loba lo sabrá, mientras todos en la oscuridad están.

Un fallo en la naturaleza el rojo traerá y al comienzo todo volverá.

Dos razas que pierden su alma se reencontrarán.

El mal luchará, y una especie desaparecerá.

El aire de carne se volverá cuando el sol busque su lugar.

Las almas afligidas estarán al buscar su camino al final.

La cueva silenciosa palpitará, y desde aquí todo comenzará.

La chica su cariño tendrá, pero es incierto su final.

Y cuando el rojo llene el lugar, todo se definirá.

La raza de sangre y almas sentirá.

La raza de luna se encargará del final.

Y la raza de invisible presencia se sentirá en todo el lugar.

El amor se perderá, pero una nueva vida saldrá.

La amargura llegará.

Y el destino una vuelta más dará.

Las almas su camino encontrarán.

Y lo que tiene que ser, será. 

 




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