Lunas de plata

CAPÍTULO 3

—Quizá hubieras podido esperar a que al menos llegara de nuevo a casa —dije, un tanto molesta pero divertida.

—He esperado por tres semanas a que le preguntes a Alan, pequeña gata. No te lo recordé en las últimas dos porque entendía que estaban en una burbuja de amor. Lamento reventarla, pero tenemos encima algo más grande que un matrimonio, no se te puede olvidar.

Alan, al igual que yo, hizo una mueca. Volvíamos al apartamento luego de nuestras dos semanas de distracción y mi teléfono se encontraba en altavoz.

—Puedes decirme ahora, Braham, estoy escuchando.

—¿Ya te aseguraste de no haber embarazado a Abril en estas dos semanas? —El tono burlón de Braham me hizo poner los ojos en blanco mientras a Alan lo hizo reír.

—No me he asegurado de eso, pero de lo que sí estoy seguro es que esa no era tu pregunta.

—Desde hace tiempo le dije a Abril que te preguntara si se puede hacer un objeto, así como el collar que le regalaste a Abril, pero sin necesidad de un hechicero.

Mi esposo se lo pensó.

—Sí, creo que sí hay una manera, pero es muy débil. Tú podrías romperla sin ningún esfuerzo.

—¿Y un vampiro de alto rango?

—También podría hacerlo, a menos de que esté reforzada con magia, pero no sería un hechicero.

—¿Estás insinuando que un brujo también puede hacer una protección? —preguntó Braham, pareciendo frustrado al otro lado de la línea. Le di una mirada a Alan, preocupada, pero él no me miró.

—Sí, ellos también pueden hacerlas. No habría diferencia; de igual manera en alejar a los enemigos.

El silencio reinó por unos minutos.

—Bien, solo necesitaba saber eso… Ah, y necesito un lugar donde vivir aparte de tu familia, me siento la oveja negra de ahí.

—Es que lo eres. —Le pegué a Alan en el brazo cuando confirmó las palabras del vampiro. Me devolvió la mirada, frunciendo el ceño, pero en sus pupilas había un brillo de diversión que antes no había tenido—. Le preguntaré a mi padre y a Rich si tienen un lugar cerca de la comunidad.

—Genial. Nos vemos luego —dijo, colgando.

No dije nada a Alan, solo me crucé de brazos aun con los ojos recriminatorios. Un minuto después me miró de soslayo, soltando una risita burlona.

—¿Qué?

—¿Dónde quedó eso de hacerlo sentir bienvenido? —Dejé que me pusiera una mano sobre la pierna y apretara con suavidad.

—Era una broma, hermosa y sé que él también lo sabe. Nunca se había visto un vampiro dentro de la protección, ni tampoco a uno que nos haya ayudado. Si lo hace, siempre será bienvenido.

Puse mi mano sobre la suya.

—¿Entonces admites que te cae bien? —soltó una carcajada.

—¡No! Tendrá que pasar mucho tiempo antes de que yo admita que me cae bien un vampiro. Me gusta molestarlo, eso sí no lo negaré, pero no soy tonto, Abril. Sé que le gustas a Braham, sé que le molesta que seas mi compañera y posiblemente si te haga algo vaya a sacar la mierda de mí, pero un chico que esté detrás de mi esposa no podrá tener mi confianza por completo.

Me quejé entre dientes con palabras inentendibles.

—Yo no le gusto a Braham —dictaminé.

—Bueno, tampoco notaste que me gustabas a mí y eso que era muy obvio. No se me olvidan todas tus preguntas sobre la razón por la que insistía tanto contigo. ¡Te quería hacer mi novia, Abril! Todos se daban cuenta de eso, menos tú —dijo riéndose.

—Pensaba que querías comerme —dije de mala gana. Su risa persistió aun lugar de mandarme una mirada perspicaz.

—Igual lo hice. —Alcé una ceja, seria. Se carcajeó un poco más—. ¡A besos, Abril! Que malpensada.

Refunfuñé, cruzándome de brazos de nuevo.

—Ambos sabemos que no te referías a comerme a besos.

Tomó mi mano, besando el dorso de ella.

—Te amo, gruñona. —Suspiró, apagando el auto. Bajé antes de que pudiera abrirme la puerta, ganándome una mala mirada. Puse los ojos en blanco, volviéndome a meter al auto para que abriera la puerta por mí. Lo hizo con un gesto exagerado, casi como si estuviera saliendo de un carruaje y no de un Maserati que yo amaba.

A pesar de todo reí. Alan sacó del maletero nuestras cosas y juntos nos encaminamos de nuevo al apartamento. En la tarde iríamos con mi familia, antes nos pasaríamos por su casa y por la de Rich para que Alan, y en menor medida yo, nos pusiéramos al día con los asuntos de la manada.

Esos días solos y juntos fueron un gran momento de relajación, en especial cuando el vínculo había estado activo durante ese tiempo, haciendo que las sensaciones se incrementaran por mil. Había sido el momento que tanto había necesitado durante el último año, desde que supimos de la profecía.

Me seguía aterrando y, siendo sincera, no había dejado de pensar en ella durante todos esos días, sin embargo, no me había obsesionado con el tema.

Abracé a Alan por la cintura, caminando a su lado. Solo dejamos las cosas, me tomé un vaso de agua y volvimos a salir.

Rich no tenía nuevas noticias, así que las visitas fueron cortas, solo para mostrar que estábamos bien.

Rich no tenía nuevas noticias, así que las visitas fueron cortas, solo para mostrar que estábamos bien, pero teníamos que hacer las compras luego de haber estado tanto tiempo por fuera.

Llevaba el carrito de compras yo mientras Alan me alcanzaba las cosas de los estantes altos. Me emocionaba que estuviéramos haciendo las primeras compras viviendo juntos oficialmente. No dejaba de ver la alianza cubriendo su dedo mientras tomaba lo que le pedía. Creo que casi flotaba por la alegría y siempre andaba con una sonrisilla bobalicona. No era tonta; era consciente de que los problemas llegarían en algún momento, pero también me tranquilizaba saber, por estadística, que lograríamos sortearlos. Me preocuparía, y de seguro no estaría casada a solo meses de mi cumpleaños número diecinueve, si Alan fuera humano.

—¿Tenemos todo? —Parpadeé, saliendo de mi cabeza, al escuchar la voz de Alan a mi lado. Miré el carrito, haciendo una lista mental; No, no teníamos todo, faltaban mis «cosas».




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