Lunas de plata

CAPÍTULO 4

—Mira este —dijo Charlotte, jalándome hacia una tienda de ropa en donde había un aviso de que necesitaban vendedores.

Al llegar a la vitrina me desanimé al ver que necesitaban era una persona para tiempo completo.

Dejé escapar el aire por mi boca. Lotty se giró a mirarme, apenada.

—Sabes que no es necesario, ¿verdad? Podrías estar disfrutando tus días aprendiendo en los programas de diseño que tiene Alan en su ordenador.

Mordí mis labios.

—Me siento incómoda sabiendo que Alan pagará todo de ahora en adelante —admití. Charlotte puso una mano sobre mi hombro casi consoladora.

—¿Sabes cuánto le paga mi padre a Alan? ¿Alguna vez se lo has preguntado? —Hice una mueca.

—No, eso no es algo que se debería preguntar. —Ella se rio, enlazando su brazo con el mío.

—Deberías, así no te preocuparías… Conozco a mi hermano, sé que el decirte que no trabajes no es por capricho o porque sea un hombre de las cavernas; si necesitase ayuda económica te lo diría, con seguridad, pero creo que también entiende que tienes otras cosas de las que preocuparte.

Suspiré.

Caminamos un poco más, distrayéndonos en las tiendas de ropa que veíamos. A la hora del almuerzo entramos a un restaurante antes de yo volver al apartamento.

Cuando pusieron frente a Lotty una pizza personal de albahaca y frente a mí un risotto, ella me miró con ojos brillantes.

—¿Qué tan bien sabes manejar los programas de Alan? —preguntó de la nada, porque el tema que teníamos sobre la mesa no es ese.

Lo pensé mientras masticaba mi comida.

—Alan me ha estado enseñando bastante sobre ellos, de los que más necesitaré para las clases ¿Por qué? —Ella se rio.

—¡Porque siempre has tenido la solución frente a ti! No me interesa el mundo de la construcción, pero sé que hay varios proyectos en construcción ahora y varios por sacar. —No se equivocaba en eso. De hecho, justo en ese instante Alan estaba en las negociaciones de un terreno nuevo con sus dueños—. Tú entrarás a estudiar diseño de interiores en poco tiempo, sabes manejar los programas de Alan, y la constructora necesita quien diseñe los apartamentos y casas modelo. Hasta podrías ofrecer el diseño en las salas de ventas.

Solo la miré.

—No creo que sea una buena idea. Ya sentiría que me están manteniendo al doble. —Charlotte se rio y me señaló con su vaso de limonada.

—Eres muy complicada. La constructora pasará a ser de Alan pronto, así que también será tuya, no veo por qué no podrías comenzar a trabajar en el negocio familiar, de todas maneras.

Sacudí la cabeza en negación.

—La constructora no será mía. —Charlotte no perdió la sonrisa.

—No hicieron separación de bienes, eso te da derecho a las acciones que tiene Alan en este momento y que crecerán en cuanto papá se retire y le deje su puesto. No creo que ni siquiera sea necesario eso; cuando Alan tenga la oportunidad de seguro pondrá a tu nombre acciones, así como hace papá con mamá.

Solté un suspiro, apoyando mi barbilla en mi mano doblada sobre la mesa.

—Lo hablaré con Alan, quizá me sienta mejor sabiendo que lo estoy ayudando en algo.

Una ventisca de aire frío me pegó de lleno. Intenté que la tela de la sudadera de Alan me cubriera más, aunque era imposible.

—¿Estás bien? —preguntó mi amiga, mirándome con sus ojos preocupados. Asentí.

—Sí, solo que hay corrientes de aire y ya sabes, soy sensible al frío. —Ella me miró como si no comprendiera de qué hablaba.

—¿Corrientes de aire? No sentí nada. —Reí, incrédula.

—No me digas que ahora también estoy imaginando eso —dije en broma, pero con un toque de verdad.

Se encogió de hombros, siguiendo con otro pedazo de su pizza.

—Quizá fue un guardián. Alan me mencionó que ya conoces a Gus, y bueno, todos sabemos a él me gusta hacerse notar.

—Escuché eso —dijo una voz a mi lado, sobresaltándome, aunque por fortuna no grité. No quería llamar la atención de las personas en el restaurante.

Lotty, con una mirada conocedora, señaló al guardián. Agradecía estar dentro de la protección, porque de otra manera hubiera sido un escandalo ver aparecer a un hombre de la nada sobre una silla.

—Te lo dije. Gussy, deja de asustar a mi amiga, por favor.

—No vengo a asustarla, vengo a darle una noticia. Por si no lo sabías, mi joya, soy un espía de la mujer casada aquí a mi lado. —Él guardián se giró a mirarme, tomando mi mano entre las suyas—. Si te divorcias, estaré aquí para ti, reina.

Por poco no pude aguantar la sonrisa.  Por poco no pude aguantar la sonrisa. Los guardianes eran seres más bien locos. Cuando escuché de ellos por primera vez nunca lo hubiera pensado, en especial cuando tenían en sus manos una misión tan grande como era el cuidado de las almas; los había imaginado con un gran porte, serios y hasta enojones, pero la realidad era muy diferente.

—¿Qué tienes para mí, Gus? —pregunté, sacando mi mano de entre las de él.

Como si fuera algo normal, tomó la limonada de Charlotte, sentándose desgarbado en la silla. Me dio la impresión de que por poco ponía sus pies en la mesa, pero eso ya sería mucho, incluso para él.

—Es información clasificada, cielo —dijo, haciéndose el tonto frente a Charlotte, quien ya lo conocía de más para saber que el guardián era así.

Los guardianes no le servían a una manada en específico, aunque quizá algunos tomaran preferencia a la hora de entrenar con alguna. Por Alan había descubierto que Gus, Gussy o Gustavo, su nombre real, era el guardián que, por su rango, estaba casi enlazado a los vampiros más antiguos, aquellos que tenían el poder de convertir a los humanos en otro vampiro, sin embargo, lo conocían desde que eran pequeños, por lo que no era raro que el guardián se materializara cuando estuviera con ellos.

—Habla ya, Gussy —dije. Él imitó el sonido de un gruñido de perro, o lobo… o quizá un gato, porque lo cierto es que no le salió muy bien.




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