Lunas de plata

CAPÍTULO 6

Sentía como si estuviera viviendo un déjà vu al ver a Serene caminando por la sala del apartamento.

Paró frente a mí, juntando sus manos enguantadas, a comparación de la vez que visitó a Alan que tenía sus manos al descubierto.

—Hola, Abril. —Estaba muda, con el cuerpo rígido a la espera de algún movimiento peligroso de su parte, pero lo único que hizo fue sonreír—. No había tenido oportunidad de felicitarte por tu matrimonio con Alan; estaba esperando que lo hicieran para venir a hablar contigo.

—¿Por qué estaba esperando eso? —pregunté, aún manteniendo una distancia prudente con ella. Se notaba quien tenía más poder ahí. Serene tenía un porte y elegancia imposibles de ignorar. Su cabello largo cayendo hasta su cintura, por completo lacio y castaño claro, sus parecidos a los míos, su espalda recta y cabeza alzada con orgullo.

Comprendí con dolor que Serene y yo compartíamos muchos rasgos físicos imposibles de pasar por alto, pero no podía compararse mi parar relajado con el suyo fino, ni mi vestimenta con una sudadera y un short con su vestido largo rojo acompañado de una bata aun más vaporosa que su vestido, casi transparente.

—Sé que recuerdas la visita a Alan. Te permití presenciarla para que la tuvieras en tu mente.

—¿Por qué? —Ella sonrió y se acercó a mí.

—¿Solo sabes decir por qué? —dijo, a solo un paso de mí. Casualmente no era mucho más alta que yo, así que tampoco era mucho más alta que Alan, pero me sentía como una hormiga a su lado, así como también se había sentido Alan la última vez. Serene volvió a sonreír y alzó el dobladillo de su vestido para mostrarme unos pies descalzos—. La mejor manera de sentir tu entorno es conviviendo con él, y tus pies siempre están en contacto con algo. La última vez que vine tenía unos zapatos, sí, por eso estaba más alta, pero los odio. —Me asusté cuando comprendí que ella estaba leyendo mi mente—. Por más que intentes armar una protección no funcionará conmigo, pero no te voy a hacer daño, Abril, y dejaré de meterme a tu mente cuando lo comprendas.

—No respondió mi pregunta.

—Creo que nos podemos tutear de ahora en adelante. El formalismo es para desconocidos y tú y yo somos familia.

—Yo no la conozco. —Sus ojos resplandecieron. Tocó mi mejilla con cariño, aunque yo me petrifiqué cuando sentí tu toque. Casi quise llorar por la suavidad y la sensación, por esa pequeña electricidad que, contrario a molestarme, me hizo desear más de ella.

—Pero yo sí te conozco, Abril, desde que eras tan solo una pequeña lo hago. Al igual que como conozco a tu madre, a tu abuela y al resto de la familia que mi hijo hace tiempo procreó junto a su esposa.

—¿Ellas sabes de ti? —Negó.

—Nadie sabe de mí ahora, solo tú.

—¿Por qué? —Sonrió, divertida.

—Porque aun haciendo el bien seré perseguida hasta el día de mi muerte. Antes era por tener magia, ahora es por el poder que poseo. Cada que salgo de mi hogar, de mi propia protección, es como si se activara una alarma en mis enemigos. Buscan cazarme y mi magia es un letrero brillante sobre mi cabeza.

—¿Entonces por qué salió? —Cuadró su espalda, enseriándose.

—Porque mis sueños me dicen que es momento de salir.

—¿Sueños? —pregunté en un hilo de voz. Sus ojos me traspasaron.

—Sí, sueños, aunque no son como los tuyos. Mi sangre predomina en mi familia, aun después de tantas generaciones, así que dentro de ti también está la videncia, pero necesita de mi magia para potenciarse. Tus sueños son mis sucesos, cada uno de ellos lo puse ahí por una razón… Las profecías llegan como una adivinanza; en ocasiones compleja, en otras mucho más simple. Cuando me susurró que quien acabaría la profecía era «la mujer del lazo fuerte cuando el hechizo que mantenía oculta la identidad se termine» supe que eras tú. Solo fue darte una mirada para que Mag lo confirmara. Hace tantos años tuve que esconder a mi familia, esconder lo que más los caracterizaba como parte de si legado, pero eso se acabó contigo, Abril, compañera del nacido en la luna azul más fuerte de la historia. Su vínculo es más fuerte que su amor, tanto que a mí me cuesta contenerlo, pero no preocuparé por eso, aún. Estoy aquí para confirmar algo que ya sabes: eres parte de una profecía que puede decir el rumbo de la existencia de los licántropos. Lamento no poder darte más pistas, pero aun no me puedo arriesgar a contarte todo. Necesito tu ayuda, Abril.

—¿Qué tengo que ver yo en todo esto? ¿Es por estar emparejada a Alan? —Ella negó.

—Es por ser de mi familia. Alteré el orden del mundo al crear una nueva raza, así que él me está castigando con lo más preciado para mí: mi sangre.

No lo pude creer. Sin poder evitarlo, de mi garganta salió una risa nerviosa e incrédula.

—Yo tengo que pagar por algo que hiciste tú ¿Es eso? —Asintió.

—En parte sí… Siento mucho que lo tengas hacer, pero es un mal necesario.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No encontraba las palabras para decirle lo que estaba pasando por mí mente, aunque ni siquiera yo podía entenderlo bien, pero la preocupación de Alan sobre mi muerte me pegó de lleno.

Boqueé varias veces, intentando, sin lograrlo, hablar.

—¿Moriré?

—No puedo decirte eso, Abril, pero preferiría dar mi vida que sacrificar la tuya.

—¿Entonces? ¿En qué se supone que debo ayudar?

Ella apretó los labios y alzó las manos. Mi sala dejó de serlo para convertirse en un bosque con un arroyo de agua cristalina.

—Este era mi hogar —dijo, aun cuando yo no salía de mi asombro. Estaba descalza, así que podía sentir perfectamente el pasto a mis pies. Serene pasó de largo, llevándome con ella—; Estas son las almas de los primeros vampiros. —Alcé los ojos para tomarme con bolas brillantes de luz perdidas entre los árboles. Serene tenía una expresión triste mientras las miraba. Me sorprendí cuando uno de sus halos de luz voló hacia ella, convirtiéndose en la figura de un hombre.




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