El sonido de la comida cocinándose al fuego y de Alan picando un tomate mientras yo picaba la carne era lo que se escuchaba de fondo cuando hablaba con Alan de su día.
—Nunca me había asignado a calidad, pero es bueno: necesito tener presentes todas áreas cuando me ceda el control… Por cierto, tengo algo para ti. —Lo miré, cuestionándolo, al ver que enjugaba sus manos antes de irse a la habitación.
Seguí picando y eché la carne a la sartén para que se sazonara con la salsa que había estado antes en el fuego. Me sequé las manos cuando Alan volvió.
Lo miré confundida cuando me tendió una tarjeta bancaria.
—¿Para qué me das tu tarjeta?
—No es mi tarjeta… o sí, pero también tuya… Ya sabes, gastos familiares. —Comprendí al instante. Lo miré seria.
—Alan… —Me tomó de la cintura, subiéndome a la encimera para que tomara más altura y nuestros ojos quedaran más nivelados.
—No tienes que hacer uso del dinero, Abril, solo es una manera de sentirme más seguro. Solo tómala, si quieres comprar algo y usarla, úsala, si quieres meter dinero en ella también lo puedes hacer. Es algo que se ha hecho por un tiempo en mi familia, por favor. —Suspiré, pero acepté hacerlo.
—¿Cuánto dinero tiene tu familia, Alan? —Se encogió de hombros.
—No lo sé.
—Tengo la sospecha de que sí lo sabes, pero no me lo quieres decir. —Sonrió, besando mi mano.
—Tiene el suficiente y un poco más.
Bien, esa respuesta viniendo de él significaba que tenían bastante. No era algo sorpresivo, ya lo había imaginado desde la primera vez que entré a la casa Lee, al ver los autos de los integrantes, y la primera vez que fui a la sede principal de la constructora que, luego de un tiempo me había enterado, tenía dos sedes. Además, siempre tenían proyectos en construcción y en venta, así que sí, me podía hacer una idea, aunque ninguno de ellos derrochara dinero o clasismo.
—¿Puedes revolver la carne? —pedí al recordar que estábamos cocinando. Él asintió y lo hizo antes de volver donde mí. Lo abracé—. ¿Cómo comenzaste en la constructora?
Alan se rio.
—Desde ventas. Mi padre me pagaba por comisión, por lo que tuve que aprender a vender si quería ganar un buen dinero para un chico de quince años, pero pasaba mucho tiempo con él, así que comencé a aprender de él, a hacer diseños, a acompañarlo a sus reuniones y todo eso, así que luego pude ir ascendiendo, aunque eso sí ya lo sabías.
Asentí. Me bajé y volvimos a lo que estábamos haciendo antes: nuestra cena.
Le di una mirada a mi esposito, vestido solo con un pantalón chándal. Suspiré.
—No me has dicho cómo te fue a ti. —Mordí mis labios antes de responder.
—Me fue bien. No salí, hice poco en realidad.
—¿Entonces qué pasó para que me hayan cambiado a mi feliz esposa por una pensativa? —Reí un poco, aceptando lo que él había picado para una ensalada.
Alan comía mucho, era obvio, pero eso lo sabía desde hacía más de un año, al igual que sus comidas, incluso la cena, siempre eran grandes. No me molestaba precisamente porque podíamos tener momentos como ese mientras cocinábamos o cocinaba alguno de los dos.
—Bueno, no te había contado que hice el examen de admisión para la universidad. Hoy llegaban los resultados y… —En cuanto me escuchó tomó lugar a mi lado, recostando su cuerpo en la encimera y cruzando los brazos. Solo le di una mirada antes de volver a lo mío, sintiéndome cobarde.
—¿Entraste? ¿O debo suponer que tu estado es por lo haberlo hecho?
—Entré —dije mirándolo de soslayo. Cuando noté que iba a hablar, me adelanté—, pero creo que deberé aplazar mis estudios al menos por un semestre —terminé por lo bajo, dándole la espalda con la excusa de servir los platos.
Sentí la confusión de Alan a través del vínculo, abierto en ese momento. También, aun sin verlo, sentía su mente trabajar buscando una razón por la cual yo aplazaría mis estudios cuando antes estaba emocionada por ello.
—Amor, si es por el tema del dinero… —Solté una risa, triste.
—Serene vino hoy —interrumpí, dejándolo sin habla. —Serene vino hoy —interrumpí, dejándolo sin habla. Tragué, girándome para darle su plato, el cual tomó con una expresión ausente.
—¿Qué quería?
—Mi ayuda.
—Abril, no me estás diciendo mucho siendo esquiva. —Volví a morder mi labio. Él, al verlo, se acercó a mí y jaló la piel para que lo liberara de mi agarre. Luego me besó.
—¿Podemos comer primero? —pregunté, temerosa. Él me lanzó una mirada dudosa y analítica, pero accedió.
Llevó ambos platos a la mesa del comedor. Casi nunca comíamos ahí, preferíamos la barra americana o el sofá, donde poníamos estar frente a frente, así que no comprendí por qué Alan nos guio hasta ahí.
Mientras comíamos volví a sacar el tema de la constructora y la asignación de Alan al área de calidad de los productos que usarían para un proyecto de viviendas individuales, pero la actitud de mi compañero se había apagado y solo se limitaba a responderme con frases cortas y a picar su comida. En cuanto terminó de comer, me levanté de mi silla y me senté en la punta de la mesa, mis manos apretando el filo de la madera.
—¿Me haces un espacio? —pregunté, casi cayendo en el desespero al ver que se estaba distanciando de mí aun sin haberle dicho algo. Corrió su silla, permitiendo que me sentara en sus piernas, mis ojos casi a su mismo nivel—. No quiero que te enojes.
—No estoy enojado, sé que lo pase con Serene se te sale de las manos, es solo que… No creo que su presencia sea un bien presagio.
Yo tampoco lo creía, y sé que lo supo con solo el vínculo, pero debía seguir.
Tomé una respiración profunda antes de comenzar a jugar con el cabello de su nuca, en un intento de relajarlo y distraerlo.
—Ella… vino porque necesita mi ayuda. También me dijo que era mejor hablarlo contigo.
—Necesita tu ayuda con qué. —Alcé mis ojos hacia los suyos, afligida.
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Editado: 14.10.2021