Lunas de plata

CAPÍTULO 13

Al despertar todo el ambiente se veía rojizo. No estaba en casa de Serene, ni tampoco en un lugar conocido.

Respiré agitada, dando la vuelta sobre mi propio eje para intentar comprender lo que pasaba, pero estaba sola en una colina, aunque desde allí podía ver el conjunto de apartamentos en donde se encontraba mi hogar con Alan. Intenté ir hacia allá, como si una fuerza invisible me empujara, pero no podía moverme de mi lugar. Miré hacia abajo, notando que iba ataviada con un vestido azul, suave y largo… Lo sentía, así que eso no podía ser un sueño, aunque solo un segundo después lo pensaría al ser despeinada por un objeto pasando por mi lado a una velocidad que no pude medir.

Me giré para ver si trayecto e intentar definir qué había sido, pero me sorprendí al ver miles de luces volar por un cielo por completo rojo, que poco a poco se iba oscureciendo. La luna, quien expedía una luz rojiza, poco a poco se iba cubriendo por una sombra, que nos dejaba cada vez más en un ambiente más lúgubre.

No sabía qué estaba pasando, ni dónde estaba. Me sentía asustada, aunque no sabía qué estaba sucediendo con seguridad.

Escuché mi nombre a lo lejos, por una voz que conocía muy bien. Volteé con prontitud, deseosa de ver a mi esposo, pero no estaba verlo correr hacia otra yo, muerto de pánico porque me encontraba en un estado de ausencia, mirando a la nada mientras un hombre también corría hacia mí.

Un chasquido de energía sonó por todo el lugar, como si por miles de cables estuviera pasando una gran cantidad de electricidad.

Abrí mis ojos, tomando una bocanada de aire al despertar en la habitación que Serene había preparado para mí.

Volví a cerrar los ojos cuando la luz los lastimó. Todo estaba iluminado, pero sin esa luz fantasmagórica de mi sueño. Todo estaba normal.

Me quejé, sentándome en la cama e intentando ver bien el ventanal por el cual entraba toda la luz. Una sábana me cubría y llevaba un vestido corto de pijama.

Seguía escuchando como la energía pasaba por los cables, aunque estaba despierta, por completo. El sonido seguía, aunque mucho más leve que antes y cada vez se desvanecía más y más.

Me dolía la cabeza y estaba confundida sobre lo que había podido haber pasado. No recordaba nada de lo que Serene había hecho, solo recordaba haber tomado el brebaje y luego estar a su merced. También recordé, un poco tarde, que había cortado mi mano.

Me miré de inmediato, pero tenía los guantes puestos. Ella lo había quitado, o desaparecido, cuando me había cortado. Debía ver si tenía alguna herida o si todo estaba en orden y solo había imaginado eso.

Mi mano tembló un poco cuando halé la tela de los dedos para quitarme el guante de mi mano derecha. Jadeé cuando de inmediato sentí a Alan. Intenté combatir el vínculo con él, al menos mientras veía la palma de mi mano, con la piel intacta, luego, ya no pude luchar contra ello y, como la última vez, todo pareció dividirse en dos realidades: la mía y la de Alan.

Él estaba trabajando, tenía frente a sí muchos documentos que no podía revisar porque su corazón estaba preocupado. Intentaba concentrarse, sin embargo, sus pensamientos siempre volvían a mí.

Cerré mis ojos, concentrándome en él, en el vínculo y en no dejarme consumir por su mente. Aun tenía puesto uno de los guantes, así que no se salía de mi control el lazo entre ambos.

«Estoy bien» —Intenté decirle. Suspiré cuando su mano se quedó quieta sobre el papel. Me había escuchado.

«Estaba esperando alguna señal tuya, ¿por qué no la obtuve hasta ahora?» No supe qué respuesta darle, así que preferí decirle la verdad.

«No sé qué sucedió anoche, ni tampoco qué está sucediendo ahora… Acabé de despertar»

«¿Qué hiciste ayer?»

«No lo sé» —respondí con sinceridad. De un momento a otro la presencia de alguien me desconcentró de Alan. Volví a meter mi mano dentro del guante, abriendo los ojos para ver a Mag frente a mí. Respiré un poco más tranquila al saber que era ella.

—Oh, eres tú. —Ella sonrió, acercándose a mí.

—¿Esperabas ver a alguien más? —preguntó, burlona. Tomó mi pulso, concentrándose en algo que yo no podía percibir.

—¿Qué haces? —pregunté.

—¿Cómo te has sentido? —preguntó ella al mismo tiempo.

—Me está doliendo la cabeza.

—¿Nada más? —Negué y ella asintió—. Tu cuerpo ha reaccionado bien a la magia, entonces.

—¿Qué pasó ayer?

—Serene comenzó con el traspaso de su poder a ti; aún no lo sientes porque hay que hacerlo con pocas dosis si queremos que tu cuerpo se adapte bien a ella.

—¿Por qué no recuerdo nada? —pregunté, poniendo mis pies en el suelo frío.

—Porque no estás preparada para hacerlo. Los rituales pueden contener muchas cosas y primero debes de aceptar el hecho de que serás una hechicera, antes de poder recordarlos.

Mi mente pareció detenerse al escucharla.

Hechicera: sería una hechicera y no había pensado en ello. Quizá mi mente estaba ignorando todo eso porque lo hacía más real, hacia el cambio más real.

Ya no sería una humana.

—¿En qué va a afectar mi vida el tener magia, Mag? —pregunté con voz temblorosa y temerosa.

Ella me miró, serena.

—¿A qué le temes? ¿A no poder hacer tu vida con Alan a tu lado?

—Serene y ustedes han vivido por mucho tiempo…

—Y ese no será el caso contigo… La magia se deteriora en cada herencia, por eso mismo ahora no somos tantos como hace años. Puedes elegir entre seguir con ella, pasarla a alguno de tus hijos o solo destruirla, que encuentre otro huésped. La magia es tu prisionera, nunca al revés.

—¿Eso quiere decir que seguiré siendo mortal? —Ella ladeó la cabeza.

—Todos tenemos nuestro momento de muerte, es un derecho de la vida. Hasta nosotros tenemos que morir en algún momento, solo que ese momento se ha tenido que alargar hasta que la profecía termine, luego de eso veremos qué sucede.




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