Lunas de plata

CAPÍTULO 15

Mis cambios de inmediato sentí, como si una mano invisible se metiera dentro de mi pecho y estrujara mi corazón antes de sacarlo. Alan gritó de dolor mientras yo jadeaba por el mío propio. No podía respirar, sentía que el mundo me está aplastando gracias al dolor que estaba sintiendo. Estaba en el suelo, mis manos intentando agarrar algo invisible debajo de ellas.

Alan gruñó, pegándole a la pared y soltando un jadeo adolorido.

—¿Por qué lo hiciste, Abril? —preguntó como pudo. Yo no encontré mi voz para responderle.

Para mi sorpresa comenzó a llorar antes de caminar tambaleante hacia la sala. Respiré profundo antes de levantarme también para seguirlo, pero tuve que olvidar mucho más mi dolor cuando escuché un estruendo en la sala. Casi que corrí, solo para encontrar a Alan tirado en el suelo, una mesa volcada a su lado.

—¿Alan? —pregunté, al borde de las lágrimas, de nuevo. Me acerqué un paso más, vacilante—. ¿Alan? Por favor, esto no es gracioso.

Pero era obvio que Alan no me estaba jugando una broma. Fui hasta él, tocando su piel que se había puesto fría de un momento a otro. Alan nunca tenía su piel fría, siempre tibia.

No sé cómo hice para llamar a Belén, ni tampoco cómo pudo entenderme. Iba camino al apartamento y yo estaba en ropa interior, asustada y en pánico. Me puse el vestido sin registrarlo. Intenté, sin éxito, levantar a Alan del suelo y reanimarlo con alcohol, pero era muy pesado para mí y no pude usar magia en ese instante.

Belén me había mandado a hacer una infusión con romero, tila y alfalfa. No era algo que fuera a tomar yo, todo eso junto, pero agradecí tener un poco de cada planta. Me retorcí los dedos con desesperación y nervios hasta que Belén tocó la puerta. No se hizo esperar, pasó directo hacia el suelo, en donde estaba Alan. Yo había intentado recoger un poco el desorden.

—Ayúdame a subirlo al sofá —pidió e intenté ayudarle. Fue una tarea difícil, aun entre nosotras dos, pero logramos acostarlo en el sofá. Belén bajó su maletín, sacando de él un gotero con algún aceite dentro—. Ve por la infusión que te pedí, por favor. —Asentí y fui por ella mientras mi suegra echaba unas gotas del aceite bajo la lengua de Alan. Cuando volví ella estaba revisando sus ojos, aunque estaban inertes. Suspiró—. ¿Por qué lo hiciste, Abril?

Su pregunta, aunque no parecía una acusación, me hizo sentir regañada.

—Le estaba haciendo daño con todo el proceso de la transferencia de magia… ¿Hice mal? —susurré lo último, abrazándome a mí misma como si me intentara proteger del dolor que se avecinaría. Belén me miró, pensativa y luego negó.

—No lo sé, pero es probable que cuando Alan despierte se suma en la depresión o que sea enlazado a otra persona. —Un nudo de nervios se formó en mi estómago. No iba a pensar en ello, Alan y yo no seríamos separados.

—¿Es posible que me deje de amar por haber roto el enlace?

—No, no funciona así, al menos no en ustedes. Los licántropos siempre tenemos la sensación de que amamos a nuestro compañero aun a primera vista, pero hay quienes se enamoran de verdad antes de eso, así como pasó Adrián y yo; Alan tuvo que conquistarte, enamorarte por ser una humana y en el proceso se enamoró de ti. El enlace no es el punto de partida de sus sentimientos, es solo una parte importante que ahora no está.

—¿Y podré volver a tenerlo? —pregunté, aun lejana.

—Si el destino quiere que estén juntos se darán cuenta de que son pareja de nuevo. Alan volverá a sentir tu olor único y la necesidad intensa de protegerte, cuidarte.

Un quejido nos interrumpió. Corrí al otro lado del sofá para tomar a Alan de la mano. Belén se levantó y tomó la infusión para dársela a su hijo.

Alan abrió sus ojos, una expresión de profunda tristeza en ellos cuando me miró, pero no quitó su mano de mi agarre, lo que tomé como una buena señal.

—Alan…

—Te dije que no lo hicieras.

—¿Cómo estás? —pregunté, ignorando su reclamo.

—¿Cómo quieres que esté, Abril? —Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas. Inesperadamente me tomó con más fuerza, tirándome sobre él mientras lloraba, de nuevo—. Vuelve conmigo, Abril, por favor.

—Alan, no dejé, seguimos casados, sigo siendo tu esposa y te sigo amando.

—¿Por qué se siente como si no fuera así, entonces? Siento que me estás quitando partes de mi corazón a pedazos. —Yo también lo sentía. Aunque el dolor había menguado me sentía vacía, con un nudo en la garganta que no se había ido y solo se amplificaba. Lo abracé con fuerza, besando su pecho aun desnudo.

—Debería ser yo quien te pidiera que no me dejes. Te amo, Alan y de verdad lo siento, pero no quiero hacerte daño.

—Esto duele más que lo que tuviste que pasar con Serene —susurró. Le di una mirada a Belén. Ella asintió. Bien, era cierto lo que estaba diciendo Alan y no solo una exageración. A pesar de todo yo seguía siendo humana, una mortal que apenas tenía unos cuentos poderes, aunque los tuviera que magnificar luego. Alan seguía siendo un licántropo, lo que significaba que para él la cosa más importante y la que más lo dañaba era el vínculo con su compañera—. No siento tu olor igual.

Que lo dijera hizo que la sangre en mis venas se congelara y las lágrimas se agolparan en mis ojos de nuevo.

—Lo volverás a sentir, Alan, te lo aseguro —susurré, acurrucándome contra él, sintiéndolo llorar. Belén nos interrumpió para darle la bebida a Alan—. ¿Entonces no dejaste de amarme? ¿No me odias? —Negó.

—No lo hago, pero sí quisiera estar solo por ahora.

Lo entendí. Me levanté, sin saber a dónde ir, porque bueno, esa es mi casa y aunque seguía casada con Alan, no creía que me quisiera tener ahí. Aparte, ya iba siendo hora de irme. Me pregunté si Hux seguiría afuera, esperándome, o si estaría vagando por el aire mientras yo estaba con Alan.

—Me iré… No sé cuándo podré volver, pero te amo ¿Lo crees? —Él volteó su rostro para no mirarme, pero asintió sin decir palabra alguna. Suspiré.




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