Lunas de plata

CAPÍTULO 17

Los siguientes días fueron iguales y un tanto monótonos. Me despertaba, me daban un tiempo para relajarme antes de seguir intentando con la magia, pero no avanzaba mucho. Así se fue una semana, en la cual no volví a casa por miedo a entrar a Alan mal, ni tampoco salí para ver a mi familia por temor a que me cuestionaran qué estaba sucediendo. Hablar con Hux se convirtió en mi pasatiempo favorito en las tardes, aunque siempre olvidaba preguntarle sobre mis sospechas con Braham.

Los sueños tampoco pararon en ningún momento, pero algunos se volvieron repetitivos, con aquel en el que escuchaba el latido de un corazón, el eclipse y la sangre. No sabía qué significaban, ni cuándo tendrían lugar.

Serene con cada día que pasaba se veía más y más preocupada, también retraída. Me insistía más en utilizar la magia, por lo que los «entrenamientos» se hacían más pesados con cada día que pasaba.

—En ocasiones sentirás un llamado, una voz que te dice lo que debes hacer —me había dicho en una ocasión mientras me encontraba cansada luego de hacer aparecer varios objetos con solo magia.

—¿La magia? —Ella negó.

—Ahora no estoy hablando del poder que tienes, sino del don que se le concedió a nuestra familia. Estoy hablando de la profecía.

—¿Una voz? —Ella asintió, aunque yo estaba muy confundida. Si escuchase una voz pensaría que me estaba volviendo loca, no que se trataba de la profecía.

—También puede parecer un estado mental alterado. Eres un recipiente del destino para cumplirse, así que muchas veces utilizará tu cuerpo para su propósito, aunque no estés de acuerdo con ella.

La miré con sospecha.

—¿Por qué me estás diciendo eso ahora? ¿Qué sucederá? —Ella suspiró y se dio la vuelta para darme cara.

—No lo sé; es una de las pocas cosas que tengo en blanco dentro de todo.

—Pareces nerviosa. —Ella asintió.

—Lo estoy. No sé qué sucederá, porque mis visiones no se concentran en este momento, pero sí sé que pasará algo que tiene relación contigo y con el final de la profecía.

Me había quedado pensando en ello durante días, aunque seguía sin encontrar respuesta. En alguna medida eso era lo que me tenía retenida en esa casa, con miedo a salir al mundo real, al exterior, en donde había dejado mi vida estancada.

Suspiré, levantándome de la cama. Era de noche, no se escuchaba nada, ni un paso o la risa de Mag. Me sentía sola y la melancolía no hacía sino aumentar. Necesitaba algo, o a alguien.

Dejé caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo. Últimamente estaba intentando usar la magia para controlar las enredaderas fuera del ventanal, esas que no permitían el paso de la luz. Era un trabajo sencillo, en realidad, pero servía para distraerme.

Tenía un mal presentimiento esa noche en específico. O no sabía si era un presentimiento, pero una sensación muy poco agradable se cernía sobre mí. Me sentía desesperada por no tener el móvil con cobertura, al menos para mandar un mensaje o que me entraran para saber si todos estaban bien.

Pero yo tampoco había intentado salir de la protección de la casa para saber si afuera había más señal.

Mordisqueé mis labios, pensativa, antes de decidirme por salir. Tomé la sudadera de Alan que me había llevado, me enfundé en unos vaqueros y tomé mi móvil. Caminé hasta el vidrio de la ventana, poniendo mi mano sobre ella y concentrándome para desintegrarlo, o al menos volverlo traspasable. Luego de unos dos minutos sentí cómo mi mano pasaba la barrera.

Dejé salir el aire de mis pulmones, emocionada, feliz y un tanto intranquila. Me escabullí en la oscuridad hasta los árboles que daban la separación de la casa con el exterior. No me haría nada salir, pero aun así tuve un poco de temor cuando toqué el campo de magia que nos protegía. Era arriesgado salir, pero yo necesitaba noticias, necesitaba saber de Alan, de mi familia y amigos.

Cuando logré salir al campo respiré un tanto aliviada. No me quité la capucha de la sudadera, solo me concentré en obtener cobertura.

Di un par de pasos, buscando la señal que encontré debajo de un árbol. La noche estaba despejada, lo cual agradecí porque no me metería bajo un árbol si estaba lloviendo o en alguna tormenta eléctrica.

—Vamos, por favor —le supliqué a la nada. El teléfono en mi mano comenzó a vibrar cuando los mensajes y notificaciones llegaron. Solté un grito de emoción y salté un poco en mi lugar. Fui directamente a la aplicación de los mensajes, pero mi sonrisa se perdió cuando vi el mensaje de Charlotte.

«Sé que demorarás en ver esto, pero cuando lo hagas, debes saber que Alan hizo algo estúpido y ahora se está quedando con nosotros, en casa»

Me preocupé. El mensaje había sido de dos días atrás. Dudé en llamar a Alan, pero terminé por hacerlo, sin importarme que estuviera de madrugada.

El teléfono replicó varias veces antes de que alguien lo tomara.

—¿Abril? —respondió la voz adormilada de mi esposo a través de la línea. Respiré, tranquila y cerrando los ojos de manera inconsciente.

—Mi amor —susurré—. ¿Cómo estás? —Se quedó un momento en silencio.

—No he dejado de pensar en lo nuestro —dijo, embalando mi corazón con miedo a que quisiera terminar conmigo.

—Alan…

—Te amo demasiado, Abril —continuó antes de que yo pudiera decir algo más—. Y lamento mucho no poder ser lo que buscas.

—Alan ¿de qué estás hablando? Eres todo lo que busqué, eres más que eso.

—No soy humano. —Mi boca se abrió ante la sorpresa—. Quisiera serlo, para así no sentir este dolor, para que así no hubieras roto el vínculo entre ambos, para… que llevaras una vida más normal, conmigo. Lo siento mucho.

—No digas eso —pedí—. Todo estaba destinado a pasar así, Alan. Te amo siendo licántropo,y tú tendrás que amarme también siendo hechicera.

Escuché un sollozo al otro lado.

—Lo siento, Abril. —Colgó, dejándome preocupada por su estado. No se escuchaba bien, y temía haber hecho algo terrible al haber roto el vínculo.




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